lunes, 30 de noviembre de 2009

Ribeiro y queso de tetilla


El Bloguecedario es un espacio dónde me invitaron a participar y en el que semanalmente dejo mi huella. Esta vez la frase sugerida, sobre la que se realiza el texto, fue: El primer beso.

Os dejo ya con el relato que espero os guste


Por José Manuel Beltrán

Como de costumbre, minutos antes de las siete de la tarde, se encontraron para tomar unas últimas tazas antes de regresar a casa. Seguían siendo fieles a esa cita a pesar de los muchos años que habían transcurrido desde que abandonaron su niñez. A esa hora la calle Real era transitada, en su ir y venir desde la elegante Plaza de María Pita hasta su fin en calle Nueva, por todo tipo de público. El sonido acompasado de los viandantes, producto del golpeo de los tacones contra el empedrado de la calle, se difuminaba cuando el reloj de la plaza empezó a anunciar por medio de sus campanadas que eran las siete en punto. Las tazas de ribeiro estaban servidas y, nunca como simple adorno, acompañadas por un buen queso de tetilla especialmente delicado para el paladar de ambos.

Andrés portaba una bolsa grande que contenía el dispendio de sus últimos ahorros. Dos pantalones, un jersey y una cazadora, todos ellos de color oscuro, adquiridos en la aledaña tienda de Zara. Es curioso como la climatología marca normas en el color de nuestras vestimentas y es por ello que, los habitantes del norte suelen vestir prendas de color más oscuro que los del sur.

Después de repasar, de forma breve pues ambos habían leído las crónicas en el periódico, la mala fortuna del Deportivo en el último partido la conversación giró sobre cuestiones más bien intrascendentes. Anxela reposó sus labios sobre la taza de ribeiro de una forma tan sensual que Andrés quiso entenderlo como si de una sugerencia se tratase máxime cuando, en ese mismo instante, entrecruzó sus piernas provocando que su ya menguada falda dejase al descubierto buena parte de sus esbeltos muslos.

- ¿Sabes?, el otro día leí unas colaboraciones por internet en las que diferentes personas explicaban y rememoraban el momento de su primer beso-

- ¿ Y eso que tiene de particular?, respondió Andrés.

- La verdad es que nada. Simplemente sentí curiosidad al denotar las diferencias de sensibilidad, según fuese un hombre o una mujer, quien las narraba. Anxela, repitió de nuevo el mismo gesto al volver a beber de su taza.

- Quizás, dijo Andrés, es que nosotros seamos más enrevesados, ¡ya me entiendes!, y queramos alardear de todo aquello que, generalmente, no hemos llegado a finalizar y por tanto conseguir-.

La conversación siguió, aportando Anxela multitud de detalles, cada vez más subidos de tono en lo que al primer beso se refería. A Andrés le resultaba difícil la concentración. Anxela, de vez en cuando, se mesaba sus cabellos introduciendo sus finos dedos sobre su larga melena, para deleite y al mismo tiempo excitación de Andrés. Queriendo interpretar que era una forma de seducirle tomó entre sus dedos unos de los trozos de queso sin darse cuenta que, el elegido, formaba parte de la parte final, esa que se asemeja a la tetilla y de ahí su denominación. Ensimismado en Anxela, paseó la pieza por sus labios sin mordisquearla y acercándose a ella le susurró al oído.

- Andrés, ¿estás de broma?, le respondió Anxela.

- No, si tú no lo estás. Andrés sorbió totalmente el contenido de su taza y miró fijamente a los ojos de Anxela no sin antes desviar, de nuevo, la vista hacia sus piernas.

- ¿ Son ya las ocho?, se preguntó a sí misma Anxela mirando su reloj. La señora de la limpieza habrá terminado, sentenció ella. Veamos hasta dónde llega tu broma.

Abonaron la cuenta y salieron juntos en dirección al despacho de Anxela. Efectivamente, se encontraban solos. Solo fue necesario encender la luz de una pequeña lamparita ubicada en una de las esquinas. Desalojaron todo lo innecesario, para ese momento, de la mesa de reuniones y allí mismo dieron rienda suelta a toda su expresividad corporal gozando al máximo de toda su sensualidad.

Anxela y Andrés se conocían desde niños habiendo compartido cursos completos de escolaridad y, posteriormente, en la Universidad de Santiago. Su longeva amistad no había sido impedimento para que cada uno encontrase, por separado, a su respectiva pareja. Anxela tenía un niño de ocho años y Andrés, a pesar de los adelantos médicos, todavía no había compartido fortuna con su mujer para obtener ese fruto.

Eran casi las diez cuando, cada uno por su lado, llegaron a sus hogares. A la mañana siguiente Anxela recibió un mensaje personal en el ordenador de la oficina.

“Gracias por todos estos años de amistad. Quizás debí hacerlo hace mucho más tiempo pero, a buen seguro, como ayer tú relatabas mi memoria no lo recordaría ni tampoco lo disfrutaría como ayer lo hice. Fue nuestro primer y último beso. Andrés”.

Anxela le respondió inmediatamente. “ Hoy, como todos los días, tomaremos nuestras habituales tazas. Te ruego, por favor, dejemos a un lado el queso de tetilla y el agradable recuerdo de ese primer beso. Anxela”.

viernes, 27 de noviembre de 2009

La confesión del carpintero.


Por José Manuel Beltrán.

- Ave María Purísima.
- Sin pecado concebida.
- Padre, yo confieso que he pecado.
- Dime, hijo.
- Pues verá, padre. Usted sabe que este mundo está lleno de tentaciones. No es que uno no intente evitarlas, que lo hace, pero en muchas ocasiones la presión que ejerce la sociedad en nosotros nos hace abocar hacia el pecado.
- Bueno hijo, si pudieras ser más concreto. No es que yo tenga mucho trabajo en estos últimos años –cada vez menos, es la verdad- pero en estos últimos días esta Iglesia cercana a la Carrera de San Jerónimo tiene más público. Así que abrevia, por favor.
- Padre, le juro por Dios que no era mi intención….
- Hijo, no menciones el nombre de Dios en vano.
- Lo siento Padre, es que estoy muy nervioso.
- Venga, tranquilízate que seguro que no es para tanto.
- Pues verá, Padre. Es que entre todos estamos en discusión con una Ley –del Gobierno, sabe- que según la Ley de Dios no se puede aplicar.
- Ah hijo, eso si que es grave. ¿Y de qué se trata?.
- De la Ley de regulación del embarazo, Padre. Porque la del aborto ya la aprobamos.
- Eso es pecado mortal. Pero bueno, ¿que tú has colaborado en esto?, ¿tienes hijos?.
- No, Padre.
- ¿Estás casado?
- Bueno Padre, si lo estoy.
- ¿Y tu mujer qué piensa?
- ¿Cuál de ellas, padre?
- ¿Cómo que cuál?.¿es que acaso tienes varias como los musulmanes?
- No, Padre. Ahora tengo una pero mantengo buena relación con las otras tres anteriores. Es que estoy divorciado. Legalmente, Padre, que también lo aprobamos por otra Ley del Gobierno. La cuestión, Padre, es que el portavoz de la Iglesia ha dicho que me van a excomulgar si voto esa Ley.
- No me extraña hijo. Eso es pecado mortal.
- Pero Padre, es que somos muchos dentro de mi partido y, al fin y al cabo, aunque no lo mencionen todos hemos tenido algún caso dentro de la familia sobre esta situación. Vaya que hemos tenido que hacer las maletas para ir a Londres o a otros sitios. Era caro pero, por suerte, nosotros éramos más pudientes y podíamos.
Bueno Padre, vengo aquí porque el señor portavoz de la Iglesia (en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo) ha rectificado un poquito y dice que si nos confesamos y lo declaramos, entonces, ya no nos excomulga. Y por eso vengo, Padre, a cumplir con la Iglesia.
- Mira hijo, dile al impresentable de tu portavoz –al que por cierto, tiene unos coloretes en las mejillas casi igual que los que tenía la fallecida madre de la reina de Inglaterra- que se meta su excomunión por dónde le quepa; que en África hay mucha miseria, que las lisonjas de las que disfruta son necesarias para ejercer el bien, que se preocupe por sus hermanos pederastas. Y a ti te digo, que me dejes en paz con tanto rollo y hagas lo que te salga del forro…. (aunque ya veo que por tus viajes a Londres ya lo has hecho, así como lo del divorcio). Y te digo esto porque ¡joder!, yo soy el carpintero que está aquí barnizando el confesionario. O es que aparte de estar en pecado mortal no tienes ni olfato.

Salud, ciudadanos y buen fin de semana.

jueves, 26 de noviembre de 2009

¿Quién está jodido, el árabe o yo?

Por José Manuel Beltrán


Mira que no ganamos para sustos. La verdad es que yo, hoy, he desayunado exactamente igual que ayer. Será porque la noticia económica del día me ha pillado inmerso en una vorágine de trabajo que no me daba para mayores distracciones. Pero, cuando el comentario ha llegado a mis oídos y, posteriormente, ha sido refrendado con la lectura de los diarios digitales el susto ha tomado mayor calado.


Dubai World, que no es el nombre de un parque de atracciones aunque ahora ya sí lo parezca, es un conglomerado de intereses económicos en el que está el 80% de los intereses públicos del Emirato de Dubai. Sí, ese que organizó el último Gran Premio de Fórmula 1 (para regocijo del bolsillo del señor Ecclestone, entre otros). Han anunciado y solicitado una moratoria en el pago de sus obligaciones ante sus inversores. O sea que, por falta de dinero, no pueden pagar los intereses de su deuda de la misma forma que cualquiera de los muchos ciudadanos de este país –y de otros muchos- se las están viendo canutas para pagar su préstamo hipotecario.


Los mercados bursátiles se han desplomado, salvo Nueva York que estaban de fiesta de acción de gracias. Ya verás tu mañana, cuando abra la bolsa –a golpe de campanilla- la gracias que les va a hacer. Como consecuencia de ello importantes bancos con fuertes inversiones en el Emirato de Dubai así como multitud de empresas e inversionistas se verán afectados en sus cuentas de resultados (en cristiano, en lo que ganan).


Leo que la Cámara de Comercio de Madrid invitó (tiene también gracia lo de la invitación) a empresas constructoras de primer nivel españolas a visitar el país para conseguir contratos. Otras como Dragados o Iberdrola se han presentado a concursos millonarios en Dubai. Pero ahora el árabe rico, que nunca ha sentido ninguna pena y congojo por nuestras incomodidades y problemáticas para poder pagar los recibos de la luz, del agua o de la casa por las que nos sentimos jodidos, ahora el árabe dice sentirse jodido y de paso me quiere también joder a mí.


No quiero escuchar ni a los políticos (sean del bando que sea), ni a los expertos economistas, ni a los asesores económicos, ni a la madre que parió a Paneque –que vete tú a saber quién era, pero que queda muy bien nombrarlo-.


Así que, el árabe, puede empezar a ahorrar. Se puede ir al desierto a apagar las luces del circuito; a su harén, a prejubilar a todas “sus mujeres” explotadas en el islamismo suní; y buscar a Pedro Picapiedra para que intente trabajar más en busca de los petrodólares que le permitan pagar su factura. Lo consiga o no, me seguiré preguntando: ¿quién está jodido, el árabe o yo?.


Salud ciudadanos, siempre salud.

martes, 24 de noviembre de 2009

Tío, te llamo de tú o de usted?


Por José Manuel Beltrán


Distinción, distancia, protocolo, educación, sutileza, formalidad, vulgaridad, amistad, familiaridad, confianza o respeto. No quisiera causar cansancio con más conceptos pues es seguro que, a vosotros o ustedes (no quiero ser yo el primero en caer en mi propia trampa), los ya mencionados les parezcan ya excesivos.


El caso es que los lingüistas, estudiosos de las muy diversas lenguas de nuestro planeta, aprecian en ellas tratamientos diferenciadores en el uso del “tú” o el “usted” o, ampliándolo más, en el uso del nombre o del apellido. Digo esto porque según estemos utilizando el español, en España o Hispanoamérica; el inglés; el japonés, coreano o tailandés; el polaco o, de nuevo sin querer extenderme más, hasta ciertas lenguas ubicadas en el continente australiano el uso de estos vocablos tendrá significados diferentes para quien los reciba.


Por lo que respecta al lenguaje aquí usado, el español, algunos dicen que influye hasta la edad de los interlocutores. Es así que es habitual dirigirnos a una persona joven –nunca sé yo cuando uno deja de ser joven para pasar a otro estado- en forma de tuteo. Por el contrario, si el interlocutor es una persona de avanzada edad emplearemos el usted. Podemos unir a esto la, para mí mal llamada, condición social o el conocimiento que tenemos de la persona. Pensamos que si ya tenemos un cierto conocimiento o cercanía de la persona podemos tutearla pero esto no sucede, repito, con los niños. Los conozcamos o no, siempre los tutearemos.


Un servidor se puede decir que, en este aspecto, está más cerca de lo tradicionalmente aprendido pero reconozco que también cometo errores. He tuteado, hasta que he podido hacerlo, a mis abuelos pero nunca lo he hecho con otros sino es que ellos me lo han solicitado. Profesionalmente, adopto el usted como señal de saludo al igual que en la mayor parte de las ocasiones cuando, bien por parte de mi introductor o por aquiescencia de a quien me dirijo, no me indique lo contrario. Sin embargo, aprecio mucho, pues importante me parece, la entonación de ese usted o de ese tú.

Si esa entonación es la correcta no me importa que me tuteen. No significa para mí ninguna falta de respeto pero si me desagrada que, sin venir a cuento, ese que se puede considerar “superior” utilice hacia mí el tuteo y se incomode si yo hago lo mismo (algunos de nuestros “jefes” están incluidos en este apartado).

Mención aparte merece, y no es que yo quiera ser tan específico, el uso realizado por los jóvenes. Dicen que somos un país con bajo nivel de idiomas en nuestra población. No es cierto. Generalizando, que ya es cometer error, nuestros jóvenes aplican y se expresan perfectamente en inglés. En esta lengua el tú y el usted se aplica de la misma forma y es así como digo que nuestros jóvenes saben inglés “por un tubo”. Salvo algunos, claro, que no les ha dado tiempo de estudiar la “royal language”. Esos, directamente, te llaman “tío”.


Salud, ciudadanos.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Tajante convicción. Relato corto


Soy un animal de costumbres. Es así que todo los lunes reproduzo aquí el relato publicado en el Bloguecedario, esta vez el pasado 13 de noviembre. La frase propuesta era: Un día en tu vida. Espero que os guste.

Por José Manuel Beltrán

Esta vez no fue necesario que el despertador cumpliese con su función diaria, esa que inexorablemente salvo por fallo lógico del artilugio, da pauta a una sucesión de rutinas para, en demasiadas ocasiones, provocar aburrimiento. Como de costumbre, la persiana no había efectuado su total recorrido y dejaba que los rayos del sol fuesen calentando el lecho, nunca de forma tan extrema a como los dos cuerpos que sobre él yacían lo habían hecho durante buena parte de la noche.

Adrianne, con sumo cuidado, deslizó su desnudo cuerpo sobre la sábana de seda y se fue directamente a la ducha aunque antes, sin poder resistir la tentación, depositó suavemente un beso sobre su mejilla. - “Te quiero amor y no sabes lo feliz que me haces”. Apresuradamente, pues ya se le hacía tarde, se aplicó la crema suavizante incidiendo más en las piernas y, sin hacer apenas ruido, se puso su vestido más femenino. Antes de salir dejó una nota sobre la mesilla de su acompañante. “Nos vemos en el Juzgado. Me siento exultante ya tan solo por poder compartirte”.

Minutos antes de las once del mediodía, la puerta de la secretaria del Juzgado se abrió para anunciar sus nombres. Con evidente nerviosismo se adentraron en la nada lujosa estancia acomodándose en unas envejecidas sillas. La secretaria revisó toda la documentación en la que se incluían todo tipo de informes y de dictámenes. Los desordenó y volvió a ordenarlos sabedora de cómo a su señoría le gustaría encontrárselos. Tras unas simples preguntas, que no hicieron más que corroborar lo ya escrito, les indicó que volviesen media hora pasado el mediodía pues el juez había avisado de su retraso.

Salieron con sus manos unidas y entrecruzados los dedos. Ya en el exterior, con un sol radiante poco usual en París y ante la mirada atónita de muchas de las personas que por allí pululaban, sus labios se fundieron en tan apasionado beso que, por largo e intenso, parecía anunciar el inicio del acto sexual. Abrazos y multitud de gestos que llegaron a causar comentarios despectivos de los transeúntes aún cuando otros se mostraban indiferentes. Cierto es que esta vez lo era de forma más efusiva pero ese era su comportamiento normal en la calle, al igual que lo hacían buena parte del resto de las parejas.

Sin darse cuenta del tiempo transcurrido, de nuevo, se vieron en la sala del juzgado pero ahora ante el magistrado Guirod, cuestión que no les agradó en absoluto pues ya conocían de sus ideales. El juez, de forma parsimoniosa, repasó todo el expediente sin encontrar ningún “fallo técnico”, según sus palabras y remarcando además, como muy positivo, la madurez de su decisión. Les indicó que la reglamentación les amparaba “en parte”, enfatizando el apostillado de la frase y que, a pesar de su convicción personal en contra de lo que pretendían, su fallo sería favorable siempre y cuando firmasen un documento en el que confirmasen que no se encontraban bajo la relación y conducta ….. Antes que el magistrado pudiese acabar la frase, Adrianne, haciendo uso de su dulce voz pero con una firmeza avalada por el beso de Camile, le contestó.
- En absoluto, magistrado Guirod. Camile y yo nos queremos, hacemos vida en pareja desde hace once años y bajo ningún concepto renegaremos de nuestra libre homosexualidad y es por ello que, aunque nosotras queríamos que hoy no fuese un día cualquiera de nuestra vida, usted por inducción y el Presidente de la República representado aquí por el fiscal, no conseguirán que renunciemos a ello máxime cuando de lo que se trata es de volcar nuestro amor en el hijo que pretendemos adoptar.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Una íntima conversación. Relato corto


Aquí os dejo, como es habitual todos los lunes, con el relato que publiqué en el Bloguecedario el sábado 7 de noviembre. Esta vez la frase propuesta era: "Estaremos muertos.." Cada uno que saque sus propias conclusiones.

Por José Manuel Beltrán

La carta reposaba plácidamente sobre el alféizar de la ventana. No fue necesario extenderse mucho en su lectura pues, después de una necesaria pero breve introducción, lo descrito era absolutamente elocuente. En el fondo era conocedor de la intención de la misma, ya que muchas habían sido las jornadas sobre el mismo tema de conversación, pero aún así el sentimiento de rabia era superior al de la tristeza. De todas formas Julio avisó inmediatamente al notario, en cumplimiento del pacto acordado, y dio gracias a que el descubrimiento de la misiva lo hiciese conjuntamente con la enfermera jefe, pues ambos habían entrado a la habitación al mismo tiempo. A él, consecuencia de las secuelas del accidente, le era imposible realizarlo solo.


Faltaban pocos meses para que se cumpliesen diez años del accidente. Poco recordaba del mismo, dado el alto grado de alcohol que su cuerpo transportaba, salvo que lo fue a la vuelta de la celebración de su fiesta de graduación. La llamada al domicilio familiar, ya una vez en el hospital, tuvo una nueva respuesta trágica. Sus padres, asustados por la noticia, no dieron ninguna importancia al parte meteorológico y emprendieron una marcha, tan rauda como imprudente, hacia el origen de la llamada. Sus cuerpos y parte de su mente llegaron al mismo hospital horas más tarde.


En todos esos diez años, ambos ocuparon la misma habitación. Por su expreso deseo, salvo cuando era necesario para las labores de higiene u otras asistenciales, las camas se encontraban unidas como si del lecho conyugal se tratase. Las lesiones en el cerebro habían cercenado toda comunicación con el exterior, salvo la de emitir lágrimas por sus ya envejecidos ojos así como el movimiento lento y parsimonioso de dos de los dedos de una de las manos, en el caso de él, y solo uno, el meñique, en el de su esposa. Pero los médicos habían comprobado, en ambos casos, que eran capaces de escuchar y comprender todo lo que se les proponía. En consecuencia, eran lúcidos.


Por medio de un sofisticado sistema de pantallas los dedos hábiles manejaban una especie de “ratón” de ordenador por el que se comunicaban con Julio y los doctores. Julio pacientemente, y no por culpa del sistema, aguardaba el tiempo necesario para que los dedos de sus padres completasen las frases que daban paso a su única preocupación. Querían que su hijo, a pesar de las graves secuelas que seguían siendo evidentes para su visión, pudiese rehacer su vida sin que ellos fueran impedimento alguno. Para ello, con la disconformidad total de los doctores y las, al principio y durante mucho tiempo serias dudas de su hijo, era necesaria la aceptación de sus deseos. Todos los informes, incluso los de los galenos especialistas provenientes del extranjero, eran concordantes: la situación de ambos cónyuges era irreversible.


Los padres de Julio se preguntaban ¿por qué esperar más?. ¿Qué clase de vida era la que disfrutaban? Ellos se sentían muertos y querían romper con esa hipócrita mortalidad en vida. ¿Cuándo estaremos más muertos que ahora? Ahora, podemos hablar de la muerte en vida y nosotros, no ustedes doctores, -les suplicaban a ellos, en su continua alocución diaria- ustedes, si eso es posible, podrán hablar de la vida una vez muertos. Si acaso tienen alguna duda de que esto último, por irracional, sea posible, dejen que seamos nosotros los que lo experimentemos .¡Déjennos morir, por favor!.


El notario llegó y, junto a Julio y la enfermera jefe, corroboró la muerte de la pareja así como el contenido de la carta. La policía y el juez instructor no consiguieron pruebas definitivas de cómo se había llegado a ese último extremo. Julio, siempre acompañado de una silla de ruedas y otras asistencias complementarias, rehizo su vida. Nunca podrá expulsar de su corazón el ingrato recuerdo de su graduación pero, todos y cada uno de los días, en la misma pantalla y con el mismo “ratón” de ordenador que ellos usaron, tomándose el mismo tiempo que ellos se tomaban…….. entabla una íntima conversación con sus padres.



miércoles, 11 de noviembre de 2009

El porrón, la bota y el botijo

Por José Manuel Beltrán

Que en este país somos, en muchas ocasiones, sencillamente geniales no creo que lo vaya a poner en duda nadie y, si así llegara el caso, un servidor estaría enarbolando la bandera del orgullo patrio para defenderse de cualquier ofensa proveniente del exterior que, por injusta, a mí me pareciera.

No quiero yo quitar ningún mérito a otra serie de inventos extranjeros, la verdad es que no se lo quitaría a ninguno excepto a los que, por su mala utilización, han causado grandes desastres y tragedias. Pero claro, no tienen la culpa quiénes inventaron la pólvora o la bomba atómica –aunque más vale decir que la descubrieron- sino quienes por su manipulación en contra de otros han degradado el “invento” a la categoría de deleznable y peligrosa.

Aquí con un grado más picaresco, al estilo de Góngora y Quevedo, sabemos sacar más partido popular de nuestros inventos y, sobre todo, si éstos nos ayudan a saciar nuestra sed después de una buena ingesta de alimentos o de cualquier otro sobreesfuerzo, sea realizado éste con agrado o no.

El protocolo, entre otras cosas, regula que una mesa bien colocada debe contener una copa específica para el aperitivo; otra para el agua; diferentes según sea vino blanco o tinto; champagne o cava y, por supuesto, la de los licores. Pero en Minglanilla de Abajo - nombre de pueblo totalmente inventado en este momento y que, como ejemplo que es, no pienso recurrir al atlas para saber si existe o no – con los mismos suculentos manjares que los servidos en la mesa protocolaria ¿o quizá más?, los cuencos para absorber líquidos se reducen al porrón, la bota y el botijo. ¡Bueno también es cierto que para los más torpes en su utilización, se ha colocado unos simples vasos de duralex!.

Una tripa de cuero, curtido y ensamblado de tan elegante forma, da paso por medio de una agradable y hasta erótica presión, al líquido elemento que fluye delicada y rítmicamente haciendo que nuestras papilas gustativas despierten de inmediato. Cerrada herméticamente es transportable sobre el hombro a la vez que irrompible y con gran capacidad de regeneración. Su nombre es la bota, parecida a una “b” minúscula como la ahora representada.

Como somos un pueblo amante de las letras, la réplica hacia la bota la efectuamos desvirtuando ligeramente el gráfico de la “v” y así es como engordando su forma gráfica, gracias al artístico soplido que se formula sobre el cristal, conseguimos otra maravilla de arte que no es otra, que el porrón. Nos permite, como regla básica para tomar el vino, escanciar el líquido para que “rompa” contra sus paredes y haga despertar su olor y sabor. Y, tras una ligera inclinación y a una sola mano, desde la tierra elevaremos el mismo para conseguir un maravilloso efecto: sentir el deleite de su contenido con la mirada siempre puesta al cielo. ¡Que mayor homenaje a la sensibilidad y la naturaleza!.

Unos le consideran el hermano menor de la familia, más torpón, pesado y, generalmente, transmisor de una sola variedad de líquido sin sabor. Su figura geométrica se asimila más a un “8”, que en su mitad gráfica superior contiene una nariz y una oreja, siempre bajo un espectacular arco. De barro cocido, ha servido de acompañante a los alféizares de las ventanas buscando siempre cobijo en la sombra, dónde reposaba encima de un plato que recogía su exudación. Fiel compañero rural recoge en su interior unas bolitas de anís que refrescan al agua portada. Pero ahora, casi olvidado, solo puede ser apreciado en ¡quizás!, alguna horchatería o heladería. ¡Ay, botijo de mi alma!, cuán embarazado pareces para dar a luz tan elemental elemento.

Botijo, porrón y bota, todos ellos, tienen en común otra norma muy alejada del protocolo pero que les realza en solidaridad. El mismo de cada uno de estos sublimes elementos puede ser utilizado por muchas personas a la vez, bebiendo del mismo líquido, pero sin compartir babas con los demás. Lógicamente se ha de efectuar un mínimo aprendizaje al estar totalmente prohibido tomar contacto de la boca con el orificio por dónde fluye el líquido. Pero esto, es cuestión de costumbre. Y es así que, fuera de protocolo, yo reitero mi afirmación del principio: En este país somos, en muchas ocasiones, sencillamente geniales. Salud, ciudadanos.

martes, 10 de noviembre de 2009

Premio recibido. Sin imagen, al principio; con imagen al final

Mi querido amigo Alijodos en su renovado blog, tanto de aspecto como de contenido, ha tenido la gentileza de acordarse de este ciudadano -al igual que a otros 9 blogueros- y otorgarle un premio, que él llama: Premio a la honestidad.

Al referise a mí, menciona que es por su honesta seriedad y sus relatos. En lo de honesto y lo de los relatos se lo admito, en lo de la seriedad ..... ejem que quiere aplicarme un "san benito" que yo no comparto del todo ¡leñe! y eso que ya me conoce un poquito. Pero como se que lo hace de buen corazón (que lo tiene, de verdad) pues venga, vale.... también lo admito.

Realmente es un "meme", cosa que a un servidor no es de los que comulgue con ellos pero, repito, para mí su intención es la que vale. Así que, como las reglas del dichoso "meme" (podéis comprobarlo por vosotros mismos: no miento) es ... "poner 10 cosas honestas de uno", yo que soy disciplinado lo hago. Y ahí va: "poner 10 cosas honestas de uno". Lo veis, ya lo he puesto. Literalmente, que no haya dudas.

Dice también: " y otorgarlo a 9 blogs". No me voy a reiterar así que como sois muchos está a vuestra disposición...... pues, entre todos, sois más de 9.

Y ahora os preguntaréis porque no está la imagen del premio. Pues porque mi querido amigo Alijodos en la imagen del mismo publicada en su blog, no permite copiarla y trasladarla aquí. Si lo intentas te sale un mensaje que dice: " Ehh no me copies". A mí me parece muy bien esto de la propiedad intelectual y demás leñes, pero ya me contarás tú como tomo algo que me es imposible. En fin, menos mal que soy honesto. Así que cuando me des las claves del tesoro podré publicarlo.

Y es aquí, cuando recibidas las llaves del tesoro - osease las instrucciones pertinentes para la publicación de la imagen, el honesto ciudadano -cumplidor siempre de su palabra- hace pública sus excusas por lo dicho anteriormente y, ¡por fin!, puede publicar la imagen del premio recibido.


Gracias querido Alijodos por este detalle. Salud ciudadano, para tí y para todos.

lunes, 9 de noviembre de 2009

¿ Acaso esto no es magia ?. Relato breve


Todos los lunes tengo por costumbre publicar aquí el relato escrito para el Bloguecedario, dónde también colaboro. Esta vez, la palabra sugerida era: Magia. Espero que os guste y, ¡por favor! aguantar hasta el final y, desde el principio. No me hagáis trampa.

Por José Manuel Beltrán


La gran mayoría de la clase llevaba varias semanas tremendamente inquieta máxime desde que, la profesora recién llegada al centro, les había anunciado una excursión relacionada con la naturaleza. A pesar de los llantos de los primeros días, pues cada comienzo de curso se asimila más a una tragedia que a una obligación, la relajación en el aula se había conseguido en buen grado consecuencia de la simpatía que emanaba la nueva profesora. Alicia, pues ese era su nombre, trataba a los niños de una forma especial por lo que le resultaba muy fácil ganarse rápidamente su confianza. Había observado que muchos de ellos, y en mayor grado los niños y ya desde tan pequeños, tenían unas normas de convivencia y también de expresividad excesivamente rígidas. Era consciente que había podido entrar en ese centro, catalogado como el de mejor estatus de toda la ciudad, por su excelente historial académico así como por la recomendación expresa de varios miembros de la alta sociedad de la que, parte de su familia, formaba parte.

Las materias impartidas, sin que ella pudiese discutir que no fuesen beneficiosas para la formación de los alumnos, le resultaban demasiado serias para alumnos que, en muchos casos, no depositaban sus pies sobre el suelo cuando de sentarse en un sofá se trataba. El estudio de la música, los idiomas –mínimo tres-, la equitación, el protocolo, la forma de comportarse en una mesa, así como el correcto uso postural y de los cubiertos, el aprendizaje y uso de las nuevas tecnologías, unido a un continuo uso de los apellidos cuando de dirigirse a alguien se trataba –por supuesto anteponiendo el señor o señorita- haría de estos niños, con el tiempo, unos miembros más consolidados de esa clase alta a la que ya pertenecían.

¡Por fin!, llegó el día tan esperado de la excursión. El autobús se encontraba preparado para la marcha. Diligentemente, todos y cada uno de los viajeros tomaron ocupación de su asiento, ya previamente asignado y Alicia, tras el recuento obligatorio previo, dio al conductor la orden de partida. De cara a la dirección del centro el destino programado era el Museo de Ciencias Naturales pero Alicia tenía otros planes, que no desveló a nadie salvo al conductor a quién ya previamente había advertido, en total complicidad, del destino final.

Días antes, y de su propio peculio, había efectuado la compra de un total de quince camisetas, pantalones cortos, calcetines y zapatillas más apropiadas para el lugar a dónde se encaminarían. Los alumnos creyeron que se trataba de otro de los divertidos e innovadores juegos con los que Alicia les tenía acostumbrados. Dentro del mismo autobús ordenó primero que las niñas ocupasen los últimos asientos del mismo, dejando una separación de más de cinco filas con el que ocupaban los niños. Desplegó una sábana, también adquirida por ella misma, que evitaba la visión entre ambos ambientes. Y así es como, primero las niñas y después los niños, utilizando el mismo método cambiaron totalmente su vestimenta.

El autobús, bajo una atmósfera más acorde con la edad de sus componentes, hizo su entrada en el lugar pactado por Alicia notándose ya que el piso asfaltado por el que antes transitaba había modificado su aspecto por el de la tierra y la hierba. Aún cuando, en un principio, los niños parecían un poco asustados Alicia les reconfortó con unas suaves palabras. Les propuso disfrutar al máximo de esta aventura y compartirla con otro grupo de jóvenes que, en iguales circunstancias de vestimenta, habían llegado minutos antes.
La jornada, por intensa de emociones y vivencias, fue larga. Las caras de felicidad, nada habituales en un regreso que se asimilan más al cansancio, eran ilustrativas de que el objetivo que Alicia se había impuesto en total complicidad con el conductor había dado sus frutos. Sabía que un buen número de padres y madres estarían esperándoles a la llegada al centro, pues ese detalle había sido especialmente solicitado por ella. El autobús llegó con puntualidad. Al bajar del mismo, todavía con la misma vestimenta que habían utilizado en su destino, las caras de sorpresa de los familiares iba en aumento. Alicia ordenó a los niños que formaran un semicírculo para que cualquiera de ellos pudiera responder a las preguntas que, a buen seguro, les efectuarían sus padres. Efectivamente así fue y, como era de esperar, la pregunta fue unánime:

- ¿Pero hijos, de dónde venís?.

Sin que nada de ello estuviese pactado, Alicia se mostró más que satisfecha con la respuesta que, al igual que la pregunta, también fue unánime.

- Papá, mamá. Hemos visto y ayudado a nacer a un cordero; hemos ordeñado a una vaca cuyo líquido hemos bebido y estaba mucho más rico que la leche; hemos cogido unos huevos de unas gallinas que después nos hemos comido de forma diferente a como lo habíamos hecho antes; hemos visto también pollos que se movían continuamente y que eran distintos a los de Mc.Donald; hemos extraído espárragos de la tierra….. y así sucesivamente.

Pero la respuesta que más le agradó a Alicia fue la de Inés, pues siendo la misma que la de sus compañeros, solo tenía una frase añadida: Papá, mamá, yo hoy he visto MAGIA.

martes, 3 de noviembre de 2009

Mi querida señorita

Por José Manuel Beltrán

Reconozco que esta no es la forma más adecuada de hacerlo, es más, normalmente siempre me he mostrado en contra de los homenajes a “toro pasado” dado que me resultan estériles. La razón es simple, ya no podemos llegar al sentimiento del homenajeado pues éste no se encuentra entre nosotros: “El vivo al bollo y el muerto al hoyo” dirían los de mi pueblo y, efectivamente no les falta razón.


Sin embargo, será por los momentos tan especiales que me ha hecho disfrutar, tengo que romper esta regla y dedicarle unas pocas letras que ya no podrá leer y que, con mucha certeza, tampoco habría leído –por la poca calidad de las mismas- si todavía se encontrase entre nosotros.


Fue en el verano de 1.972, en un cine al aire libre de Cullera, con un piso de tierra previamente regado para que el polvo no se levantara y acomodado en unas simples sillas plegables de madera –de esas de bar y de terraza, a la antigua usanza- que mostraban al inicio de la sesión una impecable alineación para poco después representar tal revoltijo, fue en una de esas incómodas sillas dónde disfruté de la que, a mi gusto, es una de las mejores películas, por arriesgada dada la época, de José Luis López Vázquez.


Su director, Jaime de Armiñán, se atrevió a travestirlo para representar el papel de una mujer madura llena de ternura y sensibilidad y que, en muchos pasajes de la película por el dramatismo del personaje, llevaba a contener las lágrimas del espectador. Aún así, recuerdo que esta sensación no era compartida por muchos de los presentes en esa proyección, pues las carcajadas por su vestuario y los comentarios insultantes de los “pueblerinos” allí presentes (lo de pueblerinos, en este caso, no viene como descalificativo hacia ningún origen sino más bien a la idea preconcebida y malintencionada del travestismo) me provocaban sensaciones desagradables pues no podía entender como no daban aprecio a tan genial interpretación.


Otros recordarán como más célebre el pasaje televisivo de “La cabina”, extraordinaria plasmación de un surrealismo que indujo a medios extranjeros a afirmar que era una de las mayores críticas que se había efectuado desde dentro. O “Patrimonio Nacional”, de Berlanga; “Peppermint Frappé”, de Saura cuya maravillosa interpretación alentó el interés del mismo Chaplin. O, cualquiera de las innumerables “españoladas”.


Reconozco, ¡a buenas horas!, que he sido un ferviente admirador de José Luis y que es justo reconocer que ese Goya de Honor otorgado en 2.005, hoy, se hace más grande.


Gracias, ciudadano López Vázquez, por los buenos momentos que me has hecho pasar.



lunes, 2 de noviembre de 2009

Carta de amor. Relato breve

Como cada lunes, os dejo aquí el relato publicado en el Bloguecedario, el pasado 24 de octubre. Esta vez, la palabra propuesta era: Retos...

Por José Manuel Beltrán

No recuerdo cuántas veces hemos entrelazado los dedos de nuestros manos, aunque sí es cierto que cuán los años van pasando y a pesar de haber perdido la innata frescura de nuestra piel, el sentimiento de fortaleza y acogimiento con el que disfruto ahora no tiene punto de comparación.

Rememoro, ¡y de que manera!, cada una de tus sonrisas cuando, llegado el sábado a la hora ya previamente determinada, nos encontrábamos para envidia de algunas de tus amigas. Nuestras charlas, entrecortadas en muchas ocasiones con una mirada cómplice que daba paso a un tierno beso, máxime si eran otros extraños los que nos observaban, se fueron convirtiendo en algo más que palabras. Disfrutamos de una parte de nuestra juventud apoyándonos uno al otro, consintiéndonos y aceptando –si bien es cierto que algunas veces no con demasiado agrado- la opinión del otro. Nuestro mutuo respeto, y sobre todo el respeto que tú merecías en ese momento, me fortalecía pues siempre he sido sabedor de tus grandes dotes de paciencia así como de tu inmensa sabiduría; algo de lo que yo, seguro que por cabezota, no sabía reconocer al primer instante.

Las circunstancias han provocado que nuestra vida en común haya tenido altibajos, de la misma forma que las gotas de agua suben hasta la cresta de la ola para posteriormente descender. Pero nosotros, como gotas individuales, hemos encontrado el remanso de paz una vez que, como ocurre con todas las olas, plácidamente nos depositábamos en la arena de la playa. Estando perdido nunca he necesitado ningún faro para encontrarte pues tú, mi sirena, has alumbrado mi alma cuando ésta se empeñaba en buscar la oscuridad.

Dentro de tu vientre has engendrado tres maravillosas obras de arte y que, con grandes esfuerzos y sacrificios, hemos ido moldeando para solaz disfrute de nuestra existencia. En cada uno de esos momentos, ahora tan lejanos, he disfrutado con tu belleza pues, al igual que ahora, sabes que no existe nada más bonito en este mundo que visualizar a una mujer en tan feliz estado.

Lágrimas y risas; dolor y éxtasis; preocupaciones y felicidad; desconsuelo y abrazos; dudas y fortaleza; rabia y amor y tantas y tantas sensaciones compartidas durante todos estos años que, hoy, cumplidos ya treinta y cinco años desde que decidimos plasmar en un papel lo que los leguleyos consideran acta de compromiso, hoy repito, solo nos queda un único reto y que, a buen seguro, cumpliremos los dos.

Quiero estar contigo siempre. Mi corazón no podría soportar que eso no fuera así pues yo sin ti no soy nada. Quiero que nuestros dedos sigan entrelazados al pasear por la playa; quiero deslizar mi brazo por tu hombro estrechándote hacia mí con suavidad; quiero disfrutar con la misma pasión, aunque quizás con menor intensidad, de tu cuerpo desnudo; quiero que tus lágrimas encuentren cobijo en mi pecho; quiero ver tu sonrisa cuando a la mañana temprano me despierte; quiero reír; quiero llorar; quiero amarte. Y todo esto, así de simple, es mi reto. Te invito a compartirlo, a sabiendas que lo aceptarás de buen grado, pues ya cerca estamos de esa cifra mágica que nos anuncia nuestras bodas de oro. Te quiero, amor.