miércoles, 30 de diciembre de 2009

¿Quién dijo que no podía?. Cuestión de pelotas.


Este es el relato publicado en el Bloguecedario el pasado 19 de Diciembre. La frase propuesta sobre el que se desarrolla el mismo fué: "Mi deporte favorito". El resultado es el que sigue.



Por José Manuel Beltrán.


Ya desde pequeño la manipulación de su cuerpo, sus apetencias e ideas se conformaban en relación a los deseos de sus progenitores. Si bien en determinados momentos las órdenes impuestas estaban cercanas a lo que quería, él no lograba centrarse en un aprendizaje que, cada día, era más riguroso y exigente. Al fin y al cabo solo quería divertirse y eso lo lograba en contadas ocasiones. A pesar de su corta edad su experiencia era ya amplia. Diversas habían sido las disciplinas practicadas producto, en su mayor parte, de los variados cambios de horario de las clases de apoyo, la catequesis, el inglés o, pues aquí también se producían, de los compromisos sociales de sus padres.


La edad es inexorable y llegó un momento en que debía decidirse –y aquí de nuevo sintió la presión familiar- por una determinada actividad. Destacaba en lo que hacía, eso era cierto, pero ninguno de los expertos ponía la mano en el fuego para certificar que ese progreso le llevase a cimas muy altas. Sólo su padre mantenía una fe ciega en él, aunque esa ceguera realmente era el deseo de convertirse él mismo en el padre de alguien famoso.


Pasaron los años y la frustración de su padre se hizo realidad cuando él decidió que no continuaría con ninguna de las actividades. Prefirió, al igual que otros muchos, que quería divertirse de otra forma sin que esto supusiese que, en ocasiones, no lo hubiese hecho antes. Pero todo se truncó por causa de una despedida de soltero en la que él, a regañadientes, había aceptado continuar con la juerga si bien debían desplazarse al pueblo vecino, distante tan solo doce kilómetros.


Por sus mejillas no cesaban de deslizarse infinidad de gotas segregadas de sus párpados. Su cabeza erguida y la mirada fija en un paño de tela, que graciosamente ondeaba por mor del viento reinante, compungía todo su corazón. Sus puños se encontraban fuertemente cerrados, esta vez no por la rabia que había sentido en otras ocasiones. Por el sitio en que le habían instalado, y del que necesitó de cierta ayuda para subir, se sentía transportado hacia el cielo. Quizás era allí dónde quería estar para poder mostrarle, a su padre, el orgullo que sentía. Su madre, defensora a ultranza de cualquiera de sus antaños deseos, lloraba desconsoladamente sin que pudiera ser calmada en esta actitud por ninguno de los otros familiares allí congregados.


Por los altavoces de estadio se hicieron escuchar, en varios idiomas, tanto su nombre como el de otras dos personas también próximas, aunque en nivel inferior de altura. Tuvo que inclinar la cabeza para, a la vez que saludar respetuosamente a quién le ofrecía la mano y le dedicaba unas emocionantes palabras, dejar que colgase sobre la misma una cinta de colores que se deslizaba por una pequeña argolla incrustada en un pedazo de metal. Sus párpados continuaron manando líquido cuando una música –a la que en otras muchas ocasiones había criticado como pachanguera- hacía ondear de entre las gradas multitud de banderas.


¡Cuántos sacrificios para poder conseguir todo esto! –pensaba y se decía a sí mismo., pero mi fuerza de voluntad lo ha logrado. En las pantallas de televisión, sobre un primer plano de su emocionada cara y el transfondo de la bandera nacional, apareció un rótulo: Medalla de oro y Campeón Paralímpico de 1.500 metros.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Mi primer cumpleaños

Gracias. Es así como quiero comenzar y, por supuesto, será así como me despida.

Hoy, 28 de diciembre - sí, ese día en el que una parte de vosotros publicareis temas en relación con los Santos Inocentes- este ciudadano tuvo la alocada idea de iniciar un blog. Ya ha pasado un año ¡madre mía, ni me lo podía imaginar! y este pequeño bebé ha engordado gracias, sobre todo, a vosotros: fieles seguidores.

Pretendía, mediante mi ventana y desde la ciudad donde vivo, dar luz pública a mis sentimientos, a mis incongruencias, a mi rabia o impotencia y, por supuesto, a mi felicidad.

Reflexionar intentando comprender todas las posturas, respetarlas sin estar de acuerdo con algunas, criticarlas cuando mi corazón y cerebro estuviesen a punto de explotar y deleitarme con vuestros comentarios. Sois muchos los que han pasado por aquí, dando cabida a muchos puntos de vista. No os puedo mencionar a todos -que conste que he intentado exponer un corazón muy grande con cada una de vuestras fotos (lo siento Lourdes tú lo hiciste muy bien pero yo soy muy torpe). Pero todos, CIUDADANOS y CIUDADANAS, estáis en mi corazón.

Desde un tiempo a esta parte este blog da cabida a eso que yo llamo -pretenciosamente- relatos breves literarios. Es verdad que me gusta hacerlos. Es verdad que me gusta escribir. Es verdad que, mi fantasía, me lleva a alejarme de la diaria actualidad. Pero, no me importa, porque vosotros estáis ahí.

Alguien, ya hace bastante tiempo, me preguntó el por qué de la palabra ciudadano en cada una de mis publicaciones y de las contestaciones. Es una palabra que me gusta. Es una palabra solidaria. Es una palabra que une y que nos coloca a todos en el mismo nivel. Para mí es un orgullo emplearla, sobre todo porque está dedicada muy especialmente a mi suegro Carlos. Él la empleaba muy a menudo y de él aprendí mucho. Otro ciudadano del que me siento orgulloso se llamaba Jenaro: un camarada honesto, un luchador por los derechos de los más débiles, un defensor de la democracia desde las filas de los perseguidos. Era (es y será) mi padre. Yo intento, también como ciudadano, llegar aunque sea mínimamente a la altura que ellos tuvieron y no cejaré, por medio de estas líneas, en defender la igualdad, la libertad y la justicia porque defendiéndolas TODOS nos podremos sentir plenamente CIUDADANOS DEL MUNDO.

Salud y libertad y como os anuncie al principio, de nuevo, GRACIAS CIUDADANOS.

JOSE MANUEL BELTRAN

P.D.- El relato que normalmente publico los lunes será editado el próximo miércoles.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Observaciones ciegas

Hoy hace un "dia de perros" en toda nuestra geografía nacional. Quizás, sea el momento oportuno para deleitarse con la música o la lectura. Si os decidís por esta última aquí os dejo el relato publicado en el Bloguecedario el sábado 12 de Diciembre. La frase propuesta era: En ocasiones veo.....
Por José Manuel Beltrán
Instantes antes gritó: ¡Me has arruinado la vida!. Le observé y, al final, se lanzó al vacío. En todo el remolino de gente, dos mujeres se afanaban con gran sutileza en apropiarse de las carteras de algunos de los allí reunidos. Unos niños, ajenos a la escena, jugueteaban ante la despistada mirada de sus madres. El mayor imponía su fuerza física ante los otros para conseguir ser él quien ganase el juego, por supuesto, alejado de todo tipo de reglas.

El barrendero y otro ayudante -el cual no era necesario- deslizaba su cepillo por la calle, a lo sumo en tres ocasiones seguidas, para inmediatamente interrumpir su tarea y fumarse un nuevo cigarrillo. El ayudante le reía las gracias. A simple vista parecían una pareja bien avenida pero, según iba subiendo el tono de la discusión, los gestos de él denotaban un acusado machismo.

Pasó muy cerca de mí. Seguía vistiendo con la sotana tradicional pero ese disfraz se volatilizó cuando un mendigo le solicitó una pequeña limosna. En el metro, unos jóvenes increpaban y manoseaban a una asustada chica aparentemente de origen africano. Nadie se preocupaba por ella. Al cambiar de vagón, todos los asientos estaban ocupados. Dos ancianos se esforzaban, como podían, en no perder el equilibrio una vez puesto el tren en marcha. Los asientos continuaron ocupados por las mismas personas, todas ellas de menor edad.

Estaba a punto de atravesar el paso de cebra junto a otros muchos transeúntes que aguardaban el cambio del semáforo. Allí mismo se quejó de un fuerte dolor en el pecho, cayendo al suelo. Rogó, por favor, que de uno de sus bolsillos sacaran unas pastillas para colocárselas debajo de la lengua. El semáforo cambió y todos los transeúntes siguieron su camino. La cola, para la demanda del puesto de trabajo, era larga. Le pidieron el curriculum y dijo no tener ninguno. Solo portaba una excelente carta de recomendación del director de la prisión. La respuesta fue inmediata. Su carta no fue admitida y el puesto de trabajo quedó para otro.

Ahora, ya no puedo contar más. Son muchas más las observaciones de situaciones tan o más desagradables como las relatadas. Nos llaman a la consulta con excesivo retraso sobre la hora prefijada. Es extraño pues es una clínica privada. La enfermera, descuidadamente, no ha terminado de abrocharse todos los botones que resguardan su apreciada pechera. Su pelo también está alborotado. El doctor está mostrando las pruebas y yo le escucho claro y atento. Sin poder llegar al final mi madre se pone a llorar. -No te preocupes, mamá. Yo ya he visto lo suficiente-.

-Señora, su hijo nacerá ciego. Lo siento mucho.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

La gula.... del Norte


Por José Manuel Beltrán


No me atrevo yo, aunque algunos de los más cercanos a mí dicen que en parte soy un experto, a hablar de forma directa de los Pecados Capitales. En primer lugar porque eso de los “pecados” es algo que queda en la subjetividad. Lo que para mí puede no serlo, para ti seguro que lo es, y así sucesivamente. Nos enseñaron, ya de pequeñitos, que eran tan solo siete. Yo, la verdad, creo que son mucho más de siete las distintas incongruencias que demostramos a lo largo de nuestra existencia, algunas sobre nosotros mismos y, lo más grave, las que demostramos a los ajenos.


Las fechas próximas, cargadas de tradición a veces exasperante, nos incitan a la degustación e ingesta de tal cantidad de alimentos que hace inevitable, pasadas las celebraciones, tomar número para aceptar la sugerencia de participación en el gimnasio de turno. Entremeses, sopa, carne y pescado, postre y buenos caldos –por supuesto aperitivo, blanco, tinto- y terminaremos con cava, sidra para los más melindrosos, para a continuación dar rienda suelta a eso que llaman “copas”, que vete tú a saber como se llama lo anterior.


Lejos han quedado las vacaciones, en esas en que puestos a no dar demasiado dispendio de nuestros ahorros, buscamos y rebuscamos los mejores menús del día a los precios más económicos. En casa, de forma habitual, disfrutaremos muy a menudo de una buena tortilla de patatas, sándwiches variados, ensaladitas y platitos “de cuchara”, de los también tradicionales pero más caseros. Algunas veces, sea por las prisas o porque no son fechas de tradición, las latas de conservas –haciendo honor a su nombre- realizan perfectamente su función.


Por tanto da lo mismo que nos encontremos al Oeste, Sur, Este o en el Norte. Pecaremos, seguro. Yo lo haré, aunque mi problema mayor será convencerme a mí mismo que después de unas buenas gulas del Norte me tendré que comer el jodido polvorón.


Salud, ciudadanos.

lunes, 14 de diciembre de 2009

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo


El pasado lunes os propuse un sencillo juego en lugar del tradicional relato. Hoy retomo mi tradicional hábito y os dejo con el relato corto publicado en el Bloguecedario el pasado día 5. La frase propuesta era: Yo confieso.., y el resultado es el que sigue. Vosotros, como siempre, sois los dueños de vuestra opinión.


Por José Manuel Beltrán


Los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia, de forma descarnada, poco después de descubrirse el paradero del cuerpo. Hasta entonces, y aún a pesar de la poca edad de Alicia, el tratamiento del suceso había sido el habitual, es decir, unas pocas líneas.


Alicia, de tan solo seis años de edad, fue vista por última vez a eso de las seis de la tarde. Jugaba con otras amigas en el parque cercano a su casa al supuesto cuidado de su abuelo, quién aparecía más entretenido en la partida de ajedrez que, de forma habitual, disputaba con su amigo Ramón en uno de los bancos del parque. Las amigas de Alicia solo recordaban que ella fue quien se decidió a cruzar el seto para recoger la pelota, torpemente lanzada por una de ellas, y que se alejó de la zona demarcada de juego. Alicia no volvió y es allí donde la tragedia empezó a fraguarse.


Es verdad que J.R.C., a esas horas, se encontraba en esa misma zona como también es verdad que fue él quien ayudó a Alicia a sacar la pelota de un pequeño zarzal ubicado al otro lado del seto. Pero, por mucho empeño que puso su abogado ante el juez especialmente nombrado, con hincapié en la inexistencia de pruebas fehacientes el veredicto fue de culpabilidad. Valieron más las presiones de los medios de comunicación, así como la de los familiares –éstas de por sí lógicas por su dolor- que se veían incrementadas por las de los curiosos, vecinos y todos aquellos que se dejaban manipular por la pasión y no por la razón. El cuerpo de Alicia apareció salvajemente golpeado y el dictamen del forense detallaba que también había sido objeto de abuso sexual con penetración.


Doce años y cuatro meses. Ese era el tiempo que hacía desde que ocurrieron los hechos. El mismo tiempo que JRC, primero en prisión provisional durante año y medio, y después con condena firme llevaba recluido en la cárcel de Guadalajara. La cárcel es ya de por sí un suplicio pero para un violador lo es mucho más: es un peligro superior al del exterior. JRC siempre afirmó de su inocencia aunque este detalle era superficial: todos los condenados dicen que son inocentes, por lo que podría seguir anunciándolo durante otros doce años más hasta completar su condena. Toda una vida por delante, toda una vida perdida entre rejas sabedor él que no tuvo nada que ver con el asunto.


El abogado de JRC, fiel a su convicción profesional así como a la personal con su cliente, no cejó ni un instante durante todo este tiempo. Sí, lo logró. Ahora se trataba de darle la misma o mayor publicidad que la que tuvo en su día. Fue él quién convocó a todos los medios que, por supuesto, se hicieron eco de la sorprendente noticia.


La pequeña ventana del confesionario se abrió. Una voz lánguida susurró: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.


- Padre, yo me confieso.

- Dime, hijo.

- No sé hasta que punto la presión social fue superior a mi conciencia como profesional. Cometí un grave error que ahora quiero reparar ante Dios.


La confesión se hizo extensa pues así lo necesitaba quién, arrodillado, no sabía como exculparse. Al final cumplió con la penitencia impuesta. Tres Padre Nuestro y dos Ave María. Después de ese deber se dirigió hacia la salida. Allí, las cámaras de televisión y el resto de los periodistas y fotógrafos asediaron al penitente.


- Juez, ¿es verdad que ha quedado demostrado que JRC, a quién usted condenó por violación, es inocente?


El juez solo les dio una respuesta.


- Yo ya me confesado ante Dios y ya he cumplido con mi penitencia.


Han pasado dos años desde que JRC salió de la cárcel. Todavía sigue pensando que la sociedad no terminará nunca de pagar la deuda que mantiene con él, sobre todo porque él también confesó en su día, lo que ocurre es que él decía la verdad.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Premios recibidos (con el dichoso meme)

Me otorgan este premio que lleva un dichoso meme, que es lo mismo que cumplir determinadas reglas, una persona maravillosa. Ahora que dentro de poco, el día 28 de diciembre para ser más exactos, esta ventana cumplirá su primer cumpleaños, ahora digo, la Navidad se me adelanta y Papá Noel ya ha entrado en casa. Muchas gracias por acordaros de mí, este humilde ciudadano.




1. Darle las gracias al que te lo otorgó: Muchísimas gracias, Azu. Ella dice de sí misma y yo lo comparto y os invito a comprobarlo, que es una persona vital, positiva, sensible, humilde y con mucha paciencia. Yo añado, es una buena persona y una persona buena.

2. Decir el Autor que te encanta: Esta vez diré: Julio Verne.
3. Nombrar al Autor que más Detestas: Me gusta o no me gusta, pero no debo detestar.
4. El Librito que más te encanta: Son muchos, pero ahora también diré uno: Los cipreses creen en Dios, de José María Gironella.
5. Que te emociona siempre: Aunque no lo creáis soy una persona muy sensible y mi emoción, en muchas ocasiones, suele estar por las nubes. Pero si tengo que elegir: La mirada de la mujer a la que quiero y la sonrisa de mi nieto.
6. Algo que odies MUCHO: No es la palabra odio la correcta pero la injusticia y la maldad estarían en ese camino.
7. Pasarle el premio a 7 blogs:



El siguiente premio (creo yo que tengo otro por ahí y ya estoy empezando a pedir disculpas por no haberlo publicado, así como retroceder en los post para recuperarlo) me lo otorga otra persona encantadora.

Ella no dice nada de sí en su perfil, así que (con permiso del husband) yo le digo que es encantadora, simpática, de armas tomar -a veces-, pero una madraza que lleva babero eterno cuando habla de sus niñas. Gracias, cielo. Llevas razón al elegir el nombre de tu blog: Alma máter.

Y dicen las reglas:

Paso 1 (Agradecimientos): ¡¡Otra vez!, si ya te lo he agradecido antes.
Paso 2: Contestar a las cuestiones más sonrientes:)
1. ¿Qué es aquello que siempre logra robarte una sonrisa?. La magia
2. La persona con la sonrisa más bonita del mundo es… Por eliminación, ahora, mi nieto.
3. La última vez que te quedaste sonriendo embobad@ fue… Ahora mismo.
4.- Que canción tiene un efecto mágico en tu sonrisa... Only You (Platters)
5.- Regálanos una imagen que te guste paa que podamos sonreir todos.... Estoy seguro que podréis sonreir por vosotros mismos sin necesidad de imagen alguna.
Paso 3.
Seleccionar 5 blogs (notificarles que les distes el premio yles enviaste una sonrisa enorme).


Pues ya está..... mira que tiene esto trabajo, ¡leñe!.. pero yo he cumplido. Ahhhh, se me olvidaba, hasta que nos leamos el lunes con el tradicional relato, a todos: Salud, ciudadanos.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Puzzle cinematográfico

Esta vez me salté un poco las reglas. Mi colaboración en el Bloguecedario, que siempre traslado aquí todos los lunes, lo ha sido hasta la fecha por medio de un relato. La frase propuesta era: El cine. Debe ser que no estaba yo lo suficientemente inspirado ese día (si es que acaso lo estoy alguna vez) así que propuse este juego. ¡Venga! a completarlo que es muy facilito.


Por José Manuel Beltrán


Se dice que el cine es un pasatiempo. De hecho si tomamos un periódico podremos leer la cartelera muy cerca de las páginas del horóscopo, el tiempo, los números de la lotería y del crucigrama.


Esto, que es como un tabloide pero en plan digital, no podía ser menos. Así que, esta vez, en vez del clásico relato de los lunes –y sin que sirva de precedente- os propongo el siguiente puzzle cinematográfico.


Estas son las frases:


1.- Volveré.

2.- De todos los bares de ginebra de todas las ciudades del mundo, va y entra en el mio.

3.- Todos nos volvemos locos alguna vez

4.- Cuando un hombre atisva su fin quiere saber que su vida ha tenido algún sentido

5.- ¡Soy el rey del mundo!

6.- Al fin y al cabo, mañana será otro día.

7.- Voy a hacerle una oferta que no podrá rechazar.

8.- Mi mamá dice que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar.

9.- El amor significa nunca tener que decir que lo sientes.

10.- Hakuna matata.


Estas son las películas:


1.- Lo que el viento se llevó

2.- El rey León

3.- Terminator

4.- El padrino

5.- Love Story

6.- Gladiator

7.- Casablanca

8.- Psicosis

9.- Titanic

10.- Forrest Gump


Ahora, el que quiera entretenerse lo completa; el que no quiera o no le interese se puede leer un relato, pero la próxima vez que no me pregunte: ¿Vamos al cine?


Mientras que llega la solución un deseo para todos: Salud, ciudadanos.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Gutiérrez sin título

Por José Manuel Beltrán


Andrés se encontraba tranquilamente leyendo el periódico cuando el sonido del teléfono vino a distorsionar su atención sobre el artículo insertado en la página nueve. Lo hacía en una postura de sosiego, acomodado siempre en el mismo lugar del sofá y, por supuesto, acompañado de una lata de cerveza. Había llegado a casa, después de una dura jornada de trabajo, y tras desvestirse y vestirse de nuevo con ropa más cómoda se sentía preparado para buscar el solaz descanso.


No le dio tiempo a coger el teléfono, tampoco es que le apeteciese mucho, pues su mujer se adelantó. La comodidad de contar con un aparato inalámbrico tenía la desventaja de no saber con quién hablaba su mujer y, por supuesto, del tema que estaban tratando ya que ella, al ver el número indicado en el visor, desapareció del salón. La verdad es que Andrés tampoco se inmutó.


Tiempo harto suficiente después, María entró en el salón para, dirigiéndose a Andrés, decirle:

- Cariño, mamá no se encuentra bien así que, si no te parece mal, este puente voy a visitarla. No te preocupes, me llevo a Ricardo – a la sazón hijo de ambos- y como hoy he comprado tienes suficientes ingredientes en la nevera. Eso sí, por favor, no me dio tiempo a poner la colada. Hazlo tú, por favor.

- En serio no quieres que te acompañe, le respondió Andrés, sin desviar la vista del periódico.

- No, no es necesario. Cogemos el tren y así tú descansas.


No se habló más. A la mañana siguiente Andrés les acercó a la estación y esperó, como mucha gente hace, a que la silueta de su esposa e hijo desapareciese de los ventanales del vagón que ocupaban. Compró la prensa y regresó a casa.


El periódico era más abultado de lo normal pues, además, se incluía en él la clásica revista de fin de semana. Se lo pensó dos veces pero al final tomó una nueva cerveza, aún cuando la hora no era del todo la más apropiada, y comenzó la lectura del mismo esta vez sabedor que se encontraba solo.


¡Joder, son ya las tres!, exclamó Andrés sobresaltándose. Abrió la nevera y confirmó sus temores. El paquete de espinacas seguía allí, arrinconado en el congelador, pues había olvidado sacarlo para acompañamiento del filete. Leyó las instrucciones del mismo sin que pudiese entender mucho de lo que, en español, allí decía. Lo más entendible era: “Hacer al vapor en 5 minutos”. Al vapor, al vapor, se repetía Andrés. Esto debe ser lo del “baño maría”. Bueno si son cinco minutos, mientras preparo el filete. La conversación consigo mismo que ya iba manteniendo se iba a ampliar en un momento. Asió la sartén, la primera que encontró, y roció un chorro de aceite. Se quedó en la duda de si había echado mucho o poco pero tampoco le dio mucha importancia. Ahora bien, cuando en la placa de la cocina encontró cuatro redondeles pintados, se preguntó: ¿En cuál pongo la sartén?. Echó un vistazo a los mandos. Los puso en marcha, uno a uno, para interesarse por si se encendía el mismo sobre el que descansaba la sartén. Al final lo logró y, directamente, echó el filete. Tuvo que retirar rápidamente la mano pues el salpicado del aceite hizo mella en su piel.


El contenido del paquete de espinacas, al estilo “baño maría” de Andrés seguía en el mismo estado original, es decir helado. Andrés decidió dejarlas a un lado y suponer que para la noche ya se habrían deshelado. Echó un vistazo al filete y, sorprendido, observó como la sartén se había deformado drásticamente sin saber por qué. La retiró, junto con el filete, y se acordó que en la última Feria de Muestras, María le dijo algo de comprar unas sartenes de inducción. La verdad es que ya era tarde. El postre no tuvo mayor dificultad. Cogió el primer flan envasado y lo disfrutó como un niño a la vez que mordisqueaba un trozo de la barra de pan que también continuaba congelado pues lo había sacado del mismo compartimento que las espinacas.


No quiso enfadarse consigo mismo así que colocó, casi hasta rebosar, el café en la cafetera depositándola sobre el fuego. Encendió un cigarro y esperó tranquilamente a disfrutar del olor que anunciaba que el café estaba listo. No fue así, sino todo lo contrario. El olor era de algo que se quemaba. ¡Dios, no he puesto el agua!.


Tras la siesta y antes de salir a dar un paseo se acordó de la solicitud de María. ¡La colada!. Separó la ropa por colores, se fijó en las etiquetas de las mismas, todas ellas con muchos signos pero solo reconociendo uno en el que se dibujaba una plancha cruzada con un aspa. Intentó hacer montones en el que las etiquetas se asemejasen lo máximo posible e introdujo uno de ellos en la lavadora. Cerró la puerta y su vista se centró en el frontal del aparato. Tres botones iguales, otro botón mayor que los otros, todos ellos con unos signos en su parte superior que nada le decían. Al lado, dos ruedecitas. Sobre una de ellas aparecían unos números que creía entender serían las temperaturas. Sobre la otra tal cantidad de letras que casi se podía completar el abecedario. ¿Y esto cómo funciona?, se preguntó. Pulsó los botones sin orden o criterio alguno así como una de las ruedecitas. ¡Coño, sale agua, esto va bien!. Sin embargo la ropa no se movía. Un nuevo sobresalto le vino a la cabeza. ¡El detergente, no he echado el detergente!. Abrió la puerta de la lavadora y es así como buena parte del agua rebosó hasta mojar sus pies y, por supuesto, todo el suelo. Se armó de paciencia y lo recogió todo, eso sí, desistiendo de volver a empezar.


Al volver al salón observó como en una esquina María había dejado, sobre la tabla de la plancha, la ropa recogida del tendal. Tomó la plancha con su mano, miró los signos del único botón que ésta contenía y, tras proferir otro improperio, desistió de ella dejándola en el mismo sitio.


El malestar de la madre de María, por suerte, no revestía de especial gravedad. Eran las siete de la tarde del domingo y el partido televisado estaba a punto de empezar pero Andrés, a esa hora, se encontraba en la estación para recoger a María y Ricardo a su regreso a casa. Ya en el coche, a María le extrañó mucho la pregunta que le hizo Andrés a su hijo.

- Ricardo hijo, aparte de Matemáticas y todo eso, ¿Qué otras cosas os enseñan en el colegio?.

- No te entiendo papá, ¿a qué te refieres?

- Pues no sé hijo. Si existen otras materias que sean más provechosas, que no digo yo que esas no lo sean. Por ejemplo, de la naturaleza, de la vida…..

- Andrés, ¿te pasa algo?, yo tampoco entiendo tu pregunta que ya, por interesarte en las materias de tu hijo, es novedoso.

- Pues hijo, intervino de nuevo Andrés, que si por ejemplo te enseñan a cocinar, a poner una lavadora, a planchar. No sé, cosas útiles.

- Pues no papá eso no me lo enseñan en el colegio, pero yo si sé hacerlo porque mamá me está enseñando y a mí me gusta aprenderlo.

- Gracias, hijo. Ya estoy seguro que, de mayor, serás un hombre de provecho. Cuando quieras yo también te enseño cómo funciona el mando de la tele.