viernes, 29 de mayo de 2015

Pagar muertos.


por José Manuel Beltrán.

La pasada semana escuchaba con la atención debida -no podía ser de otra forma- a una jubilada de 76 años. Una persona de esas ya consideradas "mayor de edad"; esposa, madre, abuela y bisabuela. Era esta una conversación plácida, refugiados en la sutil sombra que nos proporcionaba un incipiente árbol de uno de los parques mas queridos de nuestra ciudad: el de la Constitución. Los turnos de palabra -más bien escasos en mi favor, pues me interesaba más escuchar que intervenir- se sucedían con el mayor de los respetos y, sobre todo, con admiración por la escasa retórica de sus contenidos. La SEÑORA Adela (discúlpenme que utilice las mayúsculas pero creo sinceramente que se las merece) me comentaba que, de nuevo y junto a su marido, siguen siendo el soporte fundamental de la familia, máxime en lo que se refiere al sustento.

Dos escasísimas pensiones -una de ellas mínima, la de Adela- merman en cuantía una vez que, paulatinamente, se afrontan los gastos de sencillas viandas; de la luz, el agua y los más que mínimos indispensables. A ello se le añade la situación de paro prolongado de uno de sus hijos -a quien ayuda con 200€ mensuales- y dos detalles -para ella tan importantes como los anteriores, si no más- como son: un pequeño regalo de cumpleaños para sus nietos y biznieto ¡son niños -me dice- y ellos no tienen culpa de nada!, y .... pagar los muertos.

Nunca dejará de sorprenderme esta actitud, lo reconozco, aún a pesar de formar parte de esa "otra" intimidad de las personas, y de la que poco se habla: el derecho a morir dignamente. Sin embargo, la señora Adela me desconcertó con una simple argumentación que desde ese mismo momento aplaudo. "Esto no debiera pagarlo yo, ni nadie, si también estuviese cubierto por la Seguridad Social". Mira, hijo -continuó Adela-, el mayor derecho y reconocimiento que tiene una persona, ya mayor como yo, es que por lo menos pueda ser enterrada dignamente. Y la única forma de saber que eso ocurrirá en mi caso, es que yo me lo pague.

    -Ya, pero señora Adela -intervine yo. La Seguridad Social ¿por qué?, si ya casi no llega para pagar las pensiones y están echando mano del Fondo de Reserva (ese que ZP dejó con 70.000 millones y que vete tu a saber cuanto queda).
    -Pues muy sencillo, hijo. Los dineros hay que gastarlos para el disfrute de las personas en vida, estoy de acuerdo. Pero también es verdad que, cuando nacemos, la Seguridad Social te cubre esa asistencia sin distinción de la persona, ni de su poder adquisitivo.  Entonces, ¿por qué no hacerlo igual cuando morimos?. No necesito lujos, ni carromatos, ni salvas de honor. Solo necesito, porque lamentablemente es de imperiosa necesidad, ayudar más a mi hijo; a mis nietos y biznieto por sus cumpleaños; a mi marido, a mi familia. Poco es lo que pido para mí; tan solo....no pagar los muertos.

Buscaré con mayor asiduidad la sombra de ese banco en el parque; buscaré a la señora Adela para, con todo mi respeto y cariño, solicitarle su permiso al darle dos besos; ansiaré que quede lejos ese momento en el que ya no podamos conversar. Ella, ni nadie, se merece pagar los muertos.

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