miércoles, 27 de mayo de 2009

El destino ( III Parte y final). Relato



Durante el resto del verano la joven pareja, amén de las obligaciones laborales de Rafael, disfrutó de un sinfín de horas para compartir ilusiones de futuro. El apasionamiento de Esther era tal que su familia se encontraba realmente preocupada por su falta de apetito, y no les faltaba razón, pues Esther había adelgazado bastante. Su madre, aún comprensiva con los sentimientos de su hija, le recriminaba tal actitud.
--¡Hija, es evidente que estás enamorada, pero ¿ no te parece que así no vas bien? –
-- Mamá, no estoy enamorada. Estoy loca de amor por él. Rafael es todo para mí, y yo pienso ser todo para él, pues no puede haber otro hombre en mi vida que me haga tan feliz--, le respondía Esther irradiándola con una apasionada mirada.

Rafael llevaba ya tiempo pensando cuando sería el mejor momento en comunicar la noticia. No quería dañar a Esther, pero creía que su futuro se desarrollaría mejor sin esa hipoteca. En uno de esos días, sucesivamente demorados, en los que debían de efectuar su inscripción en la Universidad para el próximo curso, Rafael la invitó a pasar el fin de semana en un apartamento prestado por un amigo. El lunes, desde allí mismo, saldrían a efectuar su inscripción. El apartamento disponía de un buen equipo de música y Rafael ya había previsto la compra de velas, cava, fresas y dulces así como de unas exquisitas ostras. Una vez en el apartamento, de una bolsa diferente, Rafael extrajo un paquete y llevando en brazos a Esther la depositó delicadamente sobre la cama. Del paquete extrajo un completo juego de cama de seda sobre el que, totalmente desnudos, pasaron a disfrutar de su cuerpo con tal apasionamiento que necesario era mitigar el calor, con mayor frecuencia, bajo la ducha. Ni este pequeño habitáculo se salvó de escenas que, a buen seguro, cualquier director cinematográfico –por supuesto extranjero- le hubiera gustado plasmar. Esther se sentía totalmente colmada de felicidad, en todos sus extremos.

Por supuesto no repararon en ese maldito aparato llamado despertador. Por la ventana de la habitación entraban unos rayos de sol, que ya a primera hora del lunes, denotaban que el día sería de un calor intenso. Esther, todavía en la cama, desplegó uno de sus brazos buscando el contacto con el cuerpo del hombre que le había hecho disfrutar con tamaña intensidad. Pero sólo encontró el contacto con la almohada colocada en sentido vertical a la pared. Sorprendida e intrigada cogió un sobre, cuidadosamente pinchado con un alfiler sobre la almohada, y comenzó con la lectura de la nota inserta. Sus maravillosos y enormes ojos se humedecían a más con cada una de las líneas.
La nota terminaba con un triste “… lo siento, te quiero mucho pero no he tenido valor para decírtelo en persona. Espero que dentro de poco puedas estar orgulloso de mí. Siempre te querré. “ Y, como firma, tan sólo “Tu Rafa”.

* * * * *

La noche estaba siendo gélida. Nunca había podido imaginar, y así lo había leído y estudiado, el por qué en el desierto se daba tanta diferencia de temperatura entre la mañana y el anochecer. Les habían encomendando una tarea de vigilancia en la que ya antes muchos compañeros habían perdido la vida. Los malditos “cara de chocolate”, como ellos de forma harto despectiva les denominaban eran sigilosos y diestros en el uso del cuchillo. El cabo primero Luque, se encontraba a cargo de un grupo de cinco soldados. El teniente, con una excusa tan falaz como miedosa, les había dejado en solitario. Sabía que nadie se atrevería a denunciarle.
--¡Luque, me ha parecido escuchar algo allí adelante, por la derecha!— casi gritó uno de los soldados.
-- Creo que llevas razón, a mí también me ha parecido ver un resplandor. Quizás de un cuchillo--, respondió el cabo primero. ¡Todos quietos, aquí!. Voy a echar un vistazo.

Cuando sólo se había alejado una decena de metros pudo escuchar como de su trinchera salían unos gritos
--Cabrón, hijo de puta! Le ha matado, está sangrando como un guarro--, a la vez que se escucharon tres disparos.

A pesar del riesgo y de las directrices básicas de supervivencia, se puso en pie para llegar corriendo hacia el jeep que se encontraba en retaguardia. Encendió el motor y, con las luces encendidas, avanzó hacia sus compañeros. Quería desenmascarar la posición exacta del enemigo. Gracias a la luz artificial del vehículo pudo divisar a los “cara de chocolate”. Eran tres, cogió su cetme y bajando del vehículo disparó sobre ellos abatiéndoles. De repente vio como el vehículo, que había quedado en la cresta de la duna, descendía girando sobre si mismo. No lo pudo evitar quedando más de medio cuerpo atrapado por debajo de su chasis. El dolor era tremendo. Y hasta que llegó la patrulla de rescate, alertada por los disparos, sólo sabía decir: “ Hermano, ya estás vengado. A ti te mataron en esta arena y ahora ya no sólo tiene tu sangre”.

* * * * *


La familia de Esther, y en particular su padre, tomaron una decisión tan drástica como la iniciada por ella misma. La suponían una persona adulta y formada y, queriendo comprenderla, no podían admitir que en un futuro volviera a repetirse la misma situación. Lo mejor para la salud de Esther era un cambio radical de aires. La vieja casa de pueblo de los abuelos era el lugar apropiado. Allí, todos esperaban encontrar de nuevo la calma y el sosiego para hacerla ver que su proceder no había sido el adecuado.

Por suerte y, ¡bendita suerte!, el amigo de Rafael abrió la puerta de su apartamento para cambiarse e ir a trabajar. No lo pudo llevar a cabo pues, se encontró con una escena, que le llenó de zozobra y angustia. Las sábanas se encontraban completamente manchadas de sangre y sobre ellas, todo un cuerpo bello y desnudo presentaba dos enormes cortes sobre ambas muñecas. Por una de ellas todavía manaba fluido. Desenfundó los cubre-almohadas para hacer un torniquete sobre cada una de las muñecas de Esther. Evitó el ascensor y corriendo como pudo, con el cuerpo de Esther en sus brazos, salió a la calle pidiendo ayuda y un taxi. La gente, al principio, quedó extrañada al ver a una mujer desnuda en sus brazos. Pegó un fuerte grito y, de inmediato, salió un joven aprendiz de la peluquería. Julián, le gritó: “ ¡Rápido, coge las llaves de mi coche. Rápido, rápido! “.

Por fortuna el hospital no estaba más allá de diez minutos. Esther había perdido mucha sangre pero los médicos pudieron estabilizarla y, ya en planta, el psicólogo se enfrentó a un arduo trabajo. Esther solo sabía repetir: “Yo sin él no quiero vivir”.

* * * * *


Las colas, incluso antes de la hora oficial de apertura de los colegios electorales, eran enormes. Después de tantos años, serían muchos los que, por primera vez, ejercerían su voto en plena libertad. Sabían, de alguna forma, que estaban contribuyendo a la historia reciente del país. Los numerosos corresponsales extranjeros se sorprendían de esa respuesta. Para ellos era algo normal en sus países pues, al fin y al cabo, ya estaban acostumbrados y no les resultaba de novedad el hecho.

El padre de Esther había participado en la campaña de forma activa. Habían pasado ya años desde el incidente de su hija y, aún cuando todavía vivían en el pueblo, no habían notificado ese cambio al padrón por lo que toda la familia debía depositar el voto en Madrid. Cuando les faltaba poco para su turno, ya dentro del propia aula dónde podían admirar la “belleza política” de una simple urna, se armó un enorme revuelo. Estaba próxima la entrada de Adolfo Suárez y, los agentes de seguridad, se habían anticipado para efectuar la última revisión a la sala. En el mismo momento en que Esther iba a depositar el sobre que contenía su voto, guardado celosamente en un libro del que no se separaba nunca, entró Adolfo Suárez. Con un gesto educado y pidiendo perdón por colarse, dadas las razones de seguridad, procedió al acto electoral ante el revuelo de cámaras de televisión y fotógrafos. Esther, aún a poca distancia, no podía ver nada con tanta densidad de gente. Se preocupó porque ella ya había entregado su carnet de identidad a uno de los componentes de la mesa.

Una vez que la marabunta se evaporó al exterior del aula, se escuchó en voz, si cabe más alta de lo normal pues todavía el murmullo de los periodistas lo requería, su nombre y apellidos.
-- Esther Ramírez Entraña, Vota.--, enfatizó el miembro de la mesa.
El Presidente de la mesa, encargado de recoger el sobre que contenía el voto, al escuchar tal nombre desplazó hacia atrás la silla de ruedas en la que, obligatoriamente, se ubicaba y mirando fijamente a Esther quiso ponerse de pie.

Esther, con lágrimas en sus ojos, abrió su libro y entregó dos sobres al Presidente. Uno de ellos cayó en la urna, pues ese era su destino, el otro en las manos temblorosas del Presidente de la mesa una vez abierto decía:
“ Quién está aquí delante de ti es el resultado de tu inversión para el futuro.”

En el interior del sobre que contenía la nota se podían ver dos cosas: Una rosa seca y un billete de veinticinco pesetas.
F I N

martes, 26 de mayo de 2009

El destino ( II Parte ). Relato.



El curso no comenzó hasta bien avanzado Septiembre. No hubo presentaciones ni ningún otro prolegómeno que hiciese retardar el contenido de las materias, pues ya no se encontraban en edades escolares. El catedrático de Física hizo su entrada al aula vestido con una bata blanca. Fueron muchos los que dudaron si realmente estaban en la clase correcta. Esther se encontraba en la segunda fila y, por más que giraba su cabeza a todos los lados, menos al frente, no lograba encontrar a Rafael. Durante todos esos días había reforzado no solo su visión sino también sus sentimientos, hacia ese espigado muchacho. Si de un deber de confesión se tratara, no tendría más remedio que reconocerlo, pues su corazón sentía un hormigueo como nunca antes le había ocurrido. Pasaban ya más de diez minutos desde que la clase había comenzado cuando la puerta del aula se abrió dando entrada a Rafael y otra alumna. Ambos venían jadeando de tal manera que fue difícil acertar a escuchar correctamente la disculpa hacia el profesor. Pero éste, impasible, les cortó todavía más la respiración al escuchar lo que ya parecía una sentencia.
-- Señorita y caballero. Si ustedes no son capaces de mostrar interés por los diez primeros minutos de su curso ¿qué puedo esperar del resto del año?.
-- Disculpe, señor, no nos queda más remedio que esperar al examen final para tener la solución--, le respondió Rafael.
La clase, incluida Esther, soltó una carcajada que en nada satisfizo al profesor pues su respuesta fue la de rellenar el encerado con tal magnitud de fórmulas que cortó de raíz el murmullo generalizado.

No fue hasta la salida de la última clase cuando ambos pudieron coincidir. Tenían que tomar el mismo autobús para el regreso al domicilio familiar, aún cuando Esther agotaba hasta su final el recorrido. Fue en ese autobús cuando ella le recordó que tenía una deuda pendiente. Rafael no le quiso aceptar el dinero, aún cuando formaba parte de sus escuálidos ahorros, lanzándole otro ofrecimiento. Sería ella quién decidiera, cuándo y cómo se gastarían ambos las veinticinco pesetas, en cualquier fin de semana. Esther no salía de su asombro y antes que llegara la parada de Rafael le preguntó: ¿Me estás pidiendo una cita?. Rafael, le sonrió y sin que ella pudiera, ni realmente quisiera, evitarlo recibió un beso en su mejilla mientras le dijo al oído: No, no es una cita. Es una inversión para mi futuro y estoy seguro que tú sabrás administrarla bien. Nada más llegar a casa, Esther, se disculpó con su madre evitando la cena. En su habitación, abrió su libro preferido y junto con una rosa seca que ya llevaba mucho tiempo aprisionada entre los pliegues de las hojas, depositó el billete de veinticinco pesetas no sin antes darle un profundo beso.

Faltaban ya pocos días para las vacaciones de Navidad. Por las paredes exteriores del instituto aparecieron multitud de carteles, en nada profesionales pues se notaba que habían sido confeccionados manualmente, en los que se invitaba a la asistencia de un guateque. Habría bebidas y música, aunque para este último menester se solicitaba la colaboración de todos, con una indicación tan clara como expresiva: “Por favor, cuanta más lenta mejor”. Esther y Rafael habían pasado ya muchos momentos juntos, incluso compartían grupo de estudio, pero no fue hasta el día previo al guateque cuando Rafael le propuso acompañarle. El local, adornado muy modestamente, disponía de poca luz natural. Se acomodaron en uno de los rincones y no tardaron mucho en reunir sus cuerpos acompañados de una música intimista. Fue ella quien entrecruzó sus brazos por detrás de la nuca de Rafael haciéndole sentir un ligero roce de su cuerpo contra su pecho. Rafael deslizó una de sus manos traspasando la horizontal de la cintura de Esther ejerciendo una delicada presión. Los dos cuerpos se dejaron llevar como si de uno solo se tratara. Y así estuvieron, casi sin gastar dinero en bebida, hasta el final de la tarde sin que mediaran muchas palabras, que sí provocadoras miradas.

* * * * * *

Allá por 1.976, los españoles estaban viviendo uno de los momentos más añorados de su reciente historia. Después de más de cuarenta años de dictadura las puertas de la democracia se abrirían, de par en par, una vez conocidos los resultados electorales de las primeras elecciones democráticas después de la República. Todos los colegios se encontraban custodiados por las fuerzas de seguridad. Dentro de ellos miles y miles de papeletas, incluidas las del Partido Comunista, estaban dispuestas para ser introducidas en urnas que, una vez abiertas al final de la jornada electoral, darían un resultado que se podría definir, fuese cual fuese, ilusionante para todos.

La muerte de Franco, tan solo diecinueve meses antes de esa fecha, había puesto el punto final a muchas locuras del régimen. Una de las últimas había sido poner en estado de alerta a todo el conglomerado militar ante lo que se denominó “La marcha verde”. Miles y miles de soldados fueron desplazados para contener la marea de gente que, del lado marroquí, intentaban reivindicar posesiones que a criterio de su Rey les pertenecían. Como ayudante de uno de los generales figuraba un capitán que había ganado ya alguna recompensa militar por heroicos actos. Su apellido, Luque. De nombre, Rafael. Ahora, retirado del servicio por su propia iniciativa, había sido encargado por causa del sorteo celebrado en el Ayuntamiento, Presidente de la mesa electoral de una de las mesas. Realmente no había sido un sorteo casual. En esa mesa debía efectuar su derecho al voto, y seguro que lo haría, el que aparentemente daban como ganador de las elecciones. Ni más ni menos que Adolfo Suárez. Es por ello que se consideró adecuado que una persona, con supuesta mayor solvencia que cualquier ciudadano normal, fuese el presidente de esa mesa.

* * * * * * *

Esther y Rafael decidieron dar un paso adelante en su relación. El curso había finalizado y ambos habían conseguido, con suficiencia, su derecho a entrar en la Universidad. Rafael quería ser ingeniero y, después de tener en su mano todas las calificaciones, se fue al despacho del profesor de Física para agradecerle las enseñanzas recibidas durante todo el año. El profesor le felicitó a la vez que le dijo: “Luque, procure usted el próximo año no perderse los primeros diez minutos de mi clase”. Esther ya tenía decidido, desde hacía mucho tiempo, que su vocación era la de ser médico. Lo celebraron a lo grande, pero en la intimidad. Rafael había reservado una habitación en un hotel de las afueras y allí, al igual que en las películas, colocaron el cartel de “No molesten” para disfrutar de una velada desenfrenada de sexo.

( Continuará ….. Parte III y final)

lunes, 25 de mayo de 2009

El destino ( I Parte). Relato.



Por José Manuel Beltrán

Su larga melena, rubia y rígidamente alisada, había sido siempre un gran obstáculo cuando, de tarde en tarde, decidía acudir a la peluquería. Tenía por costumbre, ya desde niño, acudir siempre a la misma para ser atendido, aún cuando tuviese que dejar pasar algún turno, por Julián. Los comentarios, mientras las tijeras hacían su trabajo, no llegaban a tener la importancia de una conversación. Los clásicos tópicos acerca del tiempo, del trabajo, del fútbol y cualquier otra nimiedad que, al hilo de la conversación del vecino de butaca, pudiese surgir. Lo que resultaba inevitable, a pesar de tantos y tantos años, era el calificativo de la consistencia y dureza de su cabello. Julián, siempre le ponía como ejemplo, antes de sentenciar: “Desde luego, con este cabello nunca te podrás quedar calvo. Es duro e indomable a la vez que agradecido para el corte”.

Quizás esa melena que coronaba un cuerpo juvenil y atlético, de poco más de 180 centímetros, era una visión agradable para el sexo contrario. Se aunaba también un carácter extrovertido y desenfadado considerándose él mismo como amigo de sus amigos. Las circunstancias familiares, así como la educación recibida en casa, le hacían parecer una persona más madura de lo que debería ser para su edad. Realmente lo era, pues ya desde hacía dos años cursaba estudios nocturnos después de una larga jornada de trabajo. El destino quiso que, consecuencia de la matriculación para el próximo curso de orientación universitaria, se fijase en una chica que aguardaba, un tanto despistada, la misma cola ante la ventanilla de turno del Instituto. Una inesperada llamada telefónica le hizo cambiar, de forma radical, los planes iniciales. Explicó al resto de compañeros de clase, pues todos juntos habían decidido efectuar la matrícula en el mismo sitio, que tenían la posibilidad de matricularse en otro Instituto dónde gozarían de un profesorado de mayor nivel, y a buen seguro exigencia, pues todos ellos eran catedráticos de la Universidad a la que, en las distintas ramas, accederían al año siguiente. La llamada procedía de D. Manuel Millán, persona perfectamente conocida por todos, pues unía su condición en el curso pasado de profesor de F.E.N. (Fundación del Espíritu Nacional) con la de una buena persona. Él, también se trasladaba a ese nuevo Instituto.

Rafael, no se lo pensó. Mediante una especie de arenga, no sin explicar detalladamente los motivos por los que él creía era conveniente el traslado, convenció al resto de sus compañeros. Una vez conseguido, no lo dudó un instante. Se acercó a aquella joven, de la que ya llevaba bastante tiempo absorto, y tras preguntarle su nombre le invitó a proseguir el mismo camino. Su sorpresa fue mayúscula cuando Esther, pues ese era su nombre, abandonó de inmediato la cola y se dispuso a acompañarles en lo que para ella era el inicio de una aventura. Realmente, Esther, no había perdido ojo en ningún momento a Rafael, desde que hizo su aparición en el vestíbulo del Instituto. Detrás de unas grandes gafas se resguardaban unos preciosos ojos negros que competían en intensidad con el color de su cabello. Sus labios, delicadamente carnosos, circundaban una boca que, a pesar de su aparente timidez, esbozaba una sonrisa en todas y cada una de sus expresiones. Su vestimenta, un tanto infantil, escondía un cuerpo ya formado que, en sus partes visibles, lucía un esplendoroso bronceado.

A la mañana siguiente el mismo grupo de jóvenes se encontraba, de nuevo, esperando la apertura de la ventanilla de inscripción del nuevo Instituto. A simple vista, el contenido de la arenga de Rafael era coincidente con el impacto visual que se les ofrecía. Unas instalaciones modernas con amplias aulas y una demostrada amabilidad por parte de los funcionarios y profesores que por allí pululaban. Esther mantuvo una animada charla con una señora que le seguía a ella en su turno de cola. Su mirada se perdía en la distancia, no por el hecho de la novedad del lugar, sino buscando entre los presentes la visión de Rafael. Momentos antes que llegase su turno de presentación ante la ventanilla, tuvo un momento de gran duda. Quizás Rafael le hubiese gastado una broma y ahora, después de convencerla –no sin mucho esfuerzo, pues ella enseguida aceptó- hubiese decidido no matricularse. No pudo seguir con sus malos pensamientos pues una voz que procedía del interior de un ventanuco le requirió: “Tus papeles, por favor. Y también el importe de las tasas. Son 75 pesetas”. Los papeles estaban en regla, no podía ser de otra forma pues habían sido meticulosamente repasados más de una decena de veces. Pero al echar mano del monedero, Esther agrandó tanto sus bellos ojos que no podía salir de su asombro.
-- ¡ No, por favor ¡-, exclamó.
-- ¿Qué te sucede, hija? -, le preguntó la amable señora a la que ella precedía.
-- ¡Me he olvidado parte del dinero. Me faltan 25 pesetas! -.
-- No te preocupes -, le contestó la señora. Y, alargando su mano derecha sobre el bolso que descolgaba sobre su otro brazo, le entregó un billete con el que pudo, al fin, dar por finalizado el trámite de su matrícula.

Esther aguardó, entre sonrojada y agradecida, a que la señora acabara con su proceder. Una vez realizado, se deshacía en disculpas y agradecimiento a la vez que se repetía.
- Pero, ¿si usted no me conoce de nada? -.
- No te preocupes, hija, a todas nos puede pasar. Además, mi hijo está matriculado en tu mismo curso. Se llama Rafael Luque. Mañana o cuando comencéis las clases, tú misma, le entregas el dinero y ¡ya está!. Él no ha podido venir, pues está trabajando -.

( Continuará …… )

domingo, 24 de mayo de 2009

El movimiento de las Ideas

por José Manuel Beltrán

Reconozco que el enfoque con el que se va a desarrollar este artículo ha partido de una simple y mera observación. Esta tarde tranquilamente sentado, a la vez que disfrutando de un “cosmopolitan” (célebre cóctel, considerado afrodisíaco y creado en New York allá por 1.980), observaba –nunca de forma descarada- como una joven de la mesa de al lado en un diálogo compartido con otras dos personas gesticulaba con sus manos, al mismo tiempo que tenía el uso de la palabra. Por quienes me conocen se me acusa del mismo acto y yo, no sin querer reconocerlo, me defiendo aduciendo que es otra forma, si cabe, de dar más énfasis a lo que en ese momento se dice.

jueves, 21 de mayo de 2009

Angeles y demonios


por José Manuel Beltrán

De nuevo los cinéfilos se sienten amenazados por lo que es su gran pasión: el cine o, mejor dicho, las películas. Ha llegado a las pantallas españolas el estreno de la última película protagonizada por el incansable Tom Hanks. Como ahora lo moderno, quiero decir lo comercial, es fomentar las sagas ¡hete aquí! que el actor y productor no ha tenido ningún inconveniente en volver a recrear las aventuras, al estilo Indiana Jones, del estudioso profesor de simbología, Robert Langdon. Por cierto, se me olvidaba, aunque ya muchos sabrán que estoy hablando de Angeles y Demonios, adptación cimematográfica del nuevo libro, en plan best-seller, de Dan Brown.

lunes, 18 de mayo de 2009

La vida es sueño


por José Manuel Beltrán


¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.



Como ya conoceis son los versos finales del monólogo final del Soliloquio de Segismundo y que dan, al criterio del insigne autor, a la sazón D. Pedro Calderón de la Barca, el título de su extraordinaria obra "La vida es sueño".


Es un canto a la libertad frente al destino, y sin yo querer desvirtuar, en absoluto, la idea original del autor me voy a permitir la arrogante licencia de extrapolar esos magníficos versos para otras reflexiones, a las que como siempre os invito a participar.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Trasplante de cerebro


por José Manuel Beltrán

Que sí, que mi cuerpo ya no anda para tantos trotes. Desde un tiempo a esta parte mi actividad física deportiva ha disminuido mucho más de lo que yo realmente quisiera. El deporte, en cualquiera de sus apartados, ha sido una droga consustancial con mi persona. Practicarlo suponía, y supone, desterrar por un tiempo todas las ansiedades de mi mente; fortalecer mi estado mental así como todo el aparato motriz que hace que el cuerpo, dónde mi mente habita temporalmente, genere y a su vez gaste energía, siempre beneficiosa.

sábado, 9 de mayo de 2009

La Universidad y "El Cachuli"

Por José Manuel Beltrán

Popularmente se dice que no hay mejor formación, incluida la universitaria, que nuestra propia vida. Es cierto pues, a lo largo de ella, se acumulan experiencias que van modificando nuestros pensamientos y actos según pasan los años. Existen unos valores que, inculcados desde la infancia, se desarrollan acorde a la educación recibida pero esta educación hay que complementarla con nuevos conocimientos, y por ende con nuevas experiencias.

La Universidad es el ente que, de forma mayoritaria, acoge a nuestros jóvenes para que después de unos ¡ no sabría definir cuántos ! años desarrollen su vida acorde a la sabiduría inculcada. Por supuesto que necesitan de su propio esfuerzo pero también de docentes que sepan irradiar a sus alumnos no sólo la esencia de la materia sino también su aplicación. Es por ello por lo que la Universidad celebra conferencias y cursillos en los que otros invitados ajenos al centro puedan dar puntos de vista, si cabe diferentes, a los del catedrático evaluador. Ponentes e invitados a los que se considera tener alto conocimiento de la materia a exponer.

jueves, 7 de mayo de 2009

La vergüenza. Relato corto

Por José Manuel Beltrán

Llevaba más de cuatro semanas vagando sin rumbo por la gran ciudad. Había elegido una zona en la que creía encontrarse seguro. Nadie le reconocería pues, el lamentable aspecto físico en el que ya se encontraba no era el más atractivo para la visión ajena. Aún así no podía volver a sus orígenes, no sólo por la vergüenza que pasaría, sino porque las cicatrices de sus actos pasados se encontraban aún tiernas. Sin embargo, lo estaba deseando.

En su cartera únicamente quedaban sus documentos y una tarjeta de crédito, que sabía ya no podía usar dado que el banco había ya recibido la orden de bloquearla. Esa misma mañana había malgastado el último billete de cinco euros, que doblado y redoblado más de seis veces, había escondido en uno de los vértices de la ajada cartera. Como de costumbre, no fue para comida. Su estómago ya no la admitía a pesar de tener necesidad de ella.

miércoles, 6 de mayo de 2009

¡Enhorabuena, Barca!




¡ E N H O R A B U E N A , PEP








¡E N H O R A B U E NA,








B A R C E L O NA !





V s.

lunes, 4 de mayo de 2009

Bodas, bautizos y comuniones

Por José Manuel Beltrán

¡ Que sí, que ya estamos en el mes de mayo ¡. Es el mes de las flores, el mes de María. Todavía recuerdo la cantinela cuando, de pequeñito, repetíamos en el “cole” una de esas tantas canciones que el régimen franquista obligaba a realizar antes, durante y a la finalización de las clases. La ahora recordada, por su etimología, se realizaba en la clase de Religión.
¡Venid y vamos todos,
Con flores a María,
Con flores a porfía,
Que madre nuestra es!.


No sólo es el mes de mayo el de las flores, lógico por otro lado, pues la primavera está en su apogeo. También lo es el de las comuniones. Los vestiditos blancos de “pequeña novia” que asemejan la pureza de ¡yo que sé!; los trajecitos de marinero –aunque ahora, al parecer, la graduación es más alta; la catequesis –que se alarga por un periodo de casi dos años- y, como colofón a todo esto, la fiesta-banquete para los invitados que ya incluye hasta los menos próximos. Total, un día de felicidad para el …. (es curioso, no encuentro -que es lo mismo que decir que no lo sé-, cuál es el sustantivo correcto para aplicar al sujeto que hace su primera comunión: comunoniero, comunero o comunista), terminando con el paseíto de turno por los lugares céntricos quedando hasta el gorro del dichoso trajecito. Pero todo sea por los regalos recibidos. Por suerte, cada vez son más las familias que dejan a sus hijos elegir si desean realizar este acto haciéndoles partícipes del significado de su personal decisión. Y también, por suerte, son muchos otros padres los que ejercitan –sin la presión mediática de otros tiempos- su deber de padres para, sin presión alguna, dar opción a sus hijos a que conozcan todas las versiones.

Nos es que se concentren en el mes de mayo la mayor parte de los bautizos pues, todavía no ha quedado demostrado que los meses de julio y agosto sean los más “productivos” para el feliz desenlace, pero las mismas convicciones que los padres aplican en el asunto anterior se dan para el bautismo. Todavía recuerdo cuando un servidor fue elegantemente expulsado de clase de Religión, allá con mis catorce añitos, por efectuar una pregunta al cura-profesor. “Disculpe profesor. Si Jesucristo fue bautizado en el río Jordán a los 33 años, en pleno uso de razón, ¿porqué se debe bautizar a un recién nacido a los pocos días o meses, si él todavía no puede decidir?. La respuesta a tan simple pregunta fue fulminante: “Beltrán, cierre usted la puerta por fuera”. Tardé unos diez segundos en concentrarme en la respuesta, pero sí, era evidente que me habían expulsado de clase. Hoy en día, sigo haciéndome la misma pregunta y todavía no tengo la respuesta, por mucho que me expliquen lo de la confirmación.

Pero claro, nada de esto podría ocurrir (que realmente sí puede ocurrir, pero para la Iglesia no es factible) sino se hubiese celebrado antes una boda. Según datos ofrecidos por la Diócesis de Málaga el número de bodas por la Iglesia ha descendido en casi un 50% desde 2.003 (con 4.500 matrimonios religiosos) frente a los 2.344 del año 2.008. Las bodas civiles, por el contrario, aumentaron de 2.493 a un total de 3.294, representando ya un total de 44,5% del total de uniones conyugales. Ya han pasado los tiempos en los que sólo la ceremonia civil se consideraba fuera de lo normal. Y no sólo por el hecho del componente económico que ello conlleva y del que los restaurantes y salones especializados también se quejan. Se trata de compartir o no la filosofía de la Iglesia así como su forma de actuar. De creer en la institución o, caso contrario de no creer en ella, no escenificar una farsa. Las prácticas tradicionales descienden porque, a diferencia de años atrás, la sociedad ya no penaliza a quién se pueda declarar (sin que ello sea necesario) ateo o agnóstico.

Quizás por algunas de estas razones, quizás por otras –que siempre habrá que respetar- el mes de mayo irá perdiendo, poco a poco, ser denominado el mes de las flores. Y eso que la primavera no entiende de cuestiones religiosas.
Salud, ciudadanos.

sábado, 2 de mayo de 2009

De todo un poco, como en botica




Por José Manuel Beltrán


Son tantas las reflexiones que se me vienen a la cabeza, tanto por las noticias de la última semana como por aquellas otras que no lo son, que no logro centrarme en una concreta. A su vez, este fin de semana celebrando el Día del Trabajo y/o de los Trabajadores; el solecito, a todo gas, en la playa y mi merecido descanso convierten mi cabeza en una verdadera botica. Así que, sin que sirva de precedente, ahí van unas cortitas.

El prolífico Lugo, me refiero a Fernando Lugo actual Presidente de Paraguay, consiguió hace un año arrebatar el poder al omnipresente y derechista Partido Colorado. El Sr. Lugo es un izquierdista comprometido con los más desfavorecidos y, para llegar a poder ostentar la candidatura a la presidencia del país, tuvo que solicitar a su S.S. una dispensa papal. ¿Por qué? Muy sencillo, el Sr. Lugo era prelado de San Pedro, o sea, Obispo de la Iglesia Católica y Romana. Pues mira por dónde, por hacer caso de las consignas papales y no usar preservativo, ha reconocido que su generosidad carnal cuando ejercitaba su cargo era tal que, efectivamente, colaboró activamente en el engendro de un hijo y como tal lo ha reconocido, porque claro, él también tiene los defectos del hombre. No sólo es éste el único que puede ser reconocido. Existen ya, otras dos solicitudes más de paternidad ¡de distintas mujeres claro! con lo que, para mí, me queda la siguiente reflexión: Esto sí que es un Padre vocacional. “Dejad que los niños se acerquen a mí” y añado yo, porque son hijos de mis entrañas.

Como a cualquier cosa debemos de ponerle etiquetas, para que sea reconocida, la primera catalogación de la pandemia de gripe que sufrimos actualmente fue la de “la gripe porcina”. Este pobre animal, que tantas satisfacciones culinarias da a nuestro paladar, ha pagado en su inicio los platos rotos de nuestra ignorancia. Los franceses, siempre echando balones fuera, la han catalogado de “gripe mejicana o mexicana”; otros abogaban por “gripe americana”, pero claro América es un concepto más amplio. Y, al final, lo más acertado es denominarla como se denominan a los asteroides, por un conjunto de letras y números que, a simple vista, no hiere a nadie: H1N1, y así nuestro querido cerdo se ha quedado más contento. ¡Bueno y yo también!, que me gusta el jabugo como a nadie.

En un parámetro más local aquí, en Marbella, los encontronazos de parte de los trabajadores de la Policía Local con con el Ayuntamiento están a la orden del día. Tanto es así que el pasado 27 de marzo una representación de trabajadores policías efectuaron una manifestación en el propio salón de plenos del Ayuntamiento cuando se celebraba uno de éstos. Como respuesta democrática, en lugar del consabido diálogo (antes, durante y después) nuestra PPopular alcaldesa ha firmado un decreto por el que califica estos actos como delito, según el artículo 505.1 del vigente Código Penal. Y diréis vosotros ¿qué dice el dichoso artículo?. Pues que es causa de delito para aquellos que causan desorden que tiene por objeto manifestar el apoyo a bandas armadas, organizaciones o grupos terroristas. Habéis leído bien. Aquí tenemos a la Garzón de la política local. Nuestra “querida” Alcaldesa pierde los papeles con mucha facilidad. Pero esto es lo que hay.

La crisis económica sigue latente. Como, por mucho que nos empeñemos, seguimos al albor de lo que suceda en E.E.U.U. parece vislumbrarse un cierto optimismo en la dinámica de recuperación. En estas fechas se vienen publicando los beneficios de explotación de nuestras empresas durante el primer trimestre. Los márgenes, comparados con el año anterior, se reducen pero casi todas, sin excepción obtienen beneficios de importantes millones de euros. El “número dos” del Santander tuvo un sueldo en 2.008 de 9,3 millones de euros (entre fijo y variable) más 12 millones de incremento en su plan de pensiones. Pero tranquilos, sólo ha ganado un 2,2% menos que en 2.007. Su presidente, Emilio Botín, percibió sólo 5,42 millones. Su retribución cayó un 6,9% aunque su fondo de pensiones se elevó en 2,65 millones. Y en la casa de al lado, en BBVA, su presidente Francisco González ganó 16,9 millones entre sueldo y pensiones. La verdad, no se de qué nos quejamos. Estas son las pruebas evidentes que la crisis no es para tanto. Así que seamos optimistas. Ahh, se me olvidaba. Un sueldo mileurista son 12.000 euros al año. O sea que, el Botín que es el que menos gana de todos estos, gana lo mismo que 451,6 …periodo currantes, todos juntos. ¡La madre que me parió!.


No os aburro más porque ahora debo prepararme para una dosis de opio. ¡Ya estáis pensando mal!. No me refiero a la religión ¡nooo!, sino al fútbol. Esta tarde noche rebajaremos la diferencia en tres puntitos más. Seguirán de líderes, pero están que tiemblan. Así que para ellos, y para todos: Salud, ciudadanos.