Trasplante de cerebro

por José Manuel Beltrán

Que sí, que mi cuerpo ya no anda para tantos trotes. Desde un tiempo a esta parte mi actividad física deportiva ha disminuido mucho más de lo que yo realmente quisiera. El deporte, en cualquiera de sus apartados, ha sido una droga consustancial con mi persona. Practicarlo suponía, y supone, desterrar por un tiempo todas las ansiedades de mi mente; fortalecer mi estado mental así como todo el aparato motriz que hace que el cuerpo, dónde mi mente habita temporalmente, genere y a su vez gaste energía, siempre beneficiosa.

En los pasados meses se establecía, por parte de la sociedad, una controversia en relación con cual sería la adecuada edad para que los jóvenes hiciesen uso del quirófano por unas cuestiones sólo estéticas, amén de caprichosas. Es curioso, pero yo también quiero reivindicar un debate sobre el uso del quirófano, a pesar de haber pasado de largo esa edad de la bendita pubertad.

No me interesa aumentar, ni tampoco disminuir, mi volumen de pectorales; ni de glúteos; ni de nada que por enrededor ya estáis imaginando. Mi aspecto facial es, para mí, el adecuado. Ni muy allá, mi muy acá. El corazón, parte fundamental de nuestro cuerpo, aunque pueda tener algún tipo de achaque -desgraciadamente debido al tabaco- tampoco es moneda de cambio. Aún cuando no sea científicamente correcto, se dice que en el mismo se alberga lo más profundo de nuestro ser. De ahí que, generalmente, al ser fallecido en esos momentos previos a la despedida física de este mundo se le denomine con la típica frase: "Era un buen hombre y, sobre todo, con un gran corazón". Quiero decir, que mi corazón también se podría quedar conmigo y no entrar en el quirófano. Pero no quiero nada de eso. Me da lo mismo tener otro envoltorio.

Yo quiero un trasplante de cerebro. Y como no es por una cuestión estética, pues todas las fotos que conocemos del mismo son igual de feas, también le pido a la responsable económico-sanitaria que me resulte sin coste. O sea, amparado por la Seguridad Social. ¿Que os estaís preguntando que para qué?. Es evidente y bien sencillo. El cerebro, al igual que el corazón, son los dos órganos vitales de nuestro cuerpo. En él se concentra toda la información sensorial; la de mi comportamiento; y la de mis movimientos. Es también responsable de la cognición; de las emociones; de la memoria y del aprendizaje. En definitiva, el cerebro soy yo mismo. Y tu cerebro, con las mismas características antes descritas -que seguro con mayor calidad que el mio- eres tú.

Así que, es muy fácil. Quiero mantener un cuerpo y una actividad acorde a mis sentimientos. Un cuerpo vitalista, menos gastado y capaz de realizar actividad en beneficio de la sociedad. Si es necesario aplicarle un ERE (Expediente Regulador de Empleo) pido al magistrado que lo acepte. Esperaré a encontrarlo, -porque no se trata de provocarlo, ¡válgame Dios!, en la multitud de fallecidos jóvenes que surcan totalmente su vida en las carreteras (si ellos o sus familiares tienen a bien, pero para los que también reivindico ese derecho).

Mi cerebro, mis sentimientos, mis recuerdos, mi todo -que soy yo- en un cuerpo nuevo más útil para mí y para la sociedad. No me digan que es ciencia ficción. Si todo el mundo se opera de lo que quiere ¿por qué no voy yo a operarme de esto?.

Salud, ciudadanos.