miércoles, 27 de enero de 2010

Perpetua pero revisable.

Por José Manuel Beltrán


Perpetua era el nombre de la vecina del pueblo, contigua su casa a la de mi abuela Rufina. Todos los paisanos le gastaban con bastante frecuencia bromas en relación a su nombre: “Perpetua, tú si que vas a durar y no nosotros”; “Perpetua, tu salud es como tu nombre”, y así más y más frases que a la consabida no es que le disgustase en demasía pero sí es cierto que les recriminaba su poca inteligencia, hasta que ya no pudo hacerlo pues, como todo humano, falleció.

Es la misma inteligencia que se muestra en las propuestas de nuestros políticos que, en muchos casos, está acorde a los niveles de nuestro alumnado en algunas asignaturas –casi todas, diría yo-, tomando este último dato según las últimas encuestas publicadas. Unos dicen de otros –y ya todo el mundo sabe a quienes me refiero en cada uno de los lados- que se apuntan al oportunismo para hacer política olvidándose casi por completo de su propia historia cuando los ahora unos eran otros y los otros son ahora unos.

Los medios de comunicación nos han venido a recordar –también diría yo que de forma interesada para sacar provecho económico-publicista de la ya antigua información- el triste aniversario de la desaparición de una joven, allá hace un año. Su familia no necesita este recordatorio pues, seguro, que todos y cada uno de los días ese recuerdo se ha convertido en eterna pesadilla. Pero, como de cualquier cosa hay que sacar rédito, ciertos políticos –que no merecen ni siquiera este apelativo- buscan la oportunidad para atacar a los otros e intentar polemizar sobre la perpetua, que en este caso no es la vecina del pueblo sino la condena que un juez, en base a ley, podría dictar por ciertos delitos.

Estos mismos ilustrados conocen que nuestro ordenamiento jurídico actual no permite tal sentencia. Pero da lo mismo, al estilo Paco Martínez Soria, ellos “erre que erre”. Se permiten introducir otra estupidez –así se lo he oído en declaraciones a Esperanza Aguirre- y no es otra que la cadena perpetua revisable. Lo que en principio podría tener atisbos de raciocinio –pues todo puede ser revisable salvo, de momento, el acto de la muerte- queda fuera de lugar cuando al explicarlo se añade una nueva estupidez. Dice Esperanza, y otros dirigentes de su afinidad, que pasado un tiempo y visto el comportamiento y arrepentimiento del reo condenado perpetuamente se podría modificar su condena. Pero añade, salvo a terroristas y violadores porque TODO EL MUNDO SABE (ya nos ha metido a los demás en su saco) que estas personas nunca tendrán arrepentimiento ni posibilidad de reinserción en la sociedad.

Yo no soy como usted, “Diosa” Aguirre. Yo no sé si una persona va a cambiar, al igual que tampoco sé, seguro, que cambiará pero, al contrario de su postura –como casi siempre radical y destructiva- mantengo la esperanza en el ser humano. Todas las personas tenemos la capacidad de rectificar a pesar de graves errores cometidos y a nadie le podemos negar ese derecho. Debiera medir usted muy bien sus palabras porque, como decía la ciudadana Perpetua, no es que me disgusten sus palabras –que en este caso también- sino que me disgusta mucho más su poca inteligencia. Menos mal que usted tampoco será perpetua al igual que el eterno “campeón” Arenas que fue el primero en dar luz pública a esta estupidez.

Salud, ciudadanos.

lunes, 25 de enero de 2010

La fiesta de gala de capitán. Relato corto

El Bloguecedario, sitio en el que colaboro habitualmente los sábados, nos proponía escribir acerca de "Amor virtual". Mi imaginación, por suerte, no está acabada y es así que lo que vais a leer ahora -publicado el pasado sábado, 16 de enero- es el resultado a la propuesta. Como siempre, espero que lo disfrutéis.

por José Manuel Beltrán


Todas y cada una de las mañanas, a primera hora, miraba hacia el cielo esperando encontrar los mínimos síntomas de esperanza. Había implorado, tanto de forma interna como de manera externa, que aquél que dirigiese la orquesta de los elementos diese paso a la siguiente página de la partitura para entrar en el alegro. Su soledad espiritual se engarzaba perfectamente con la física y es así que su imaginación había creado una forma diferente de conversación, bien fuese con la extraña figura que se formaba por la proyección de la sombra de un árbol o, por medio del continuo traqueteo que un cercano pájaro carpintero ejercía sobre los troncos de los árboles. Se podía considerar ya su mejor vecino, pues también le veía en la misma soledad con la que él cohabitaba.

miércoles, 20 de enero de 2010

Controladoras


por José Manuel Beltrán

Mi mujer está hoy especialmente contenta. No es que haya hecho yo mérito significativo alguno –que alguna que otra vez, si que lo hago que conste- sino que, con tan solo confirmar por la prensa lo que ya había escuchado, tanto en radio como en televisión, su cara irradia felicidad sin que tenga que esperar al consabido premio de La Primitiva.


La cuestión es muy simple. El Sr. Blanco, “Pepiño” para quienes tienen una amistad íntima con él –que no es el caso-, ha indicado en rueda de prensa nacional que el sueldo medio de las controladoras debe de estar en el entorno de los 200.000 euros. Ya se sabe por todos, a la vez que reconocido, que el cometido asignado a esta función es importante para nuestra sociedad pues, indudable es, si no se efectuase ese control adecuadamente se pondría en riesgo la vida de muchas personas. Cuestiones similares ocurre en el ejemplo dado por el ministro –aunque siempre con matices- con el colectivo de los jueces, los médicos y otros similares.


Mi querida esposa –ella me lo promete, sin que ello sea necesario pues yo siempre la creo- no está en el ejemplo del ministro cuando decía que uno de ellos había alcanzado, durante 2.008 e incluidas las horas extras, un salario de 900.000 euros. Pero a ella le da lo mismo pues, insisto, está la mar de contenta.


Los 200.000 euros de sueldo para el año próximo –en voz baja me dice que incluso estaría dispuesta a rebajarlo un poco más- los cree, ¡por fin!, justos. Y yo la apoyo hasta el final y no solo por el aspecto crematístico, que ya de por sí es importante.


Ella lleva muchos años –seguro que así continuará, pues lo lleva en la sangre- ejerciendo esta profesión. No se puede decir -en grado extremo- que haya peligrado mi vida ni la de mis hijos pero, es verdad que hubo momentos en los que el peligro estuvo muy cerca. Su profesionalidad en el control de las cuentas de la casa –sobre todo los gastos aunque también ha colaborado y colabora en los ingresos- ha sido exhaustiva. El control sobre el cuidado de la ropa –alargando su durabilidad y buen uso-; el control sobre la alimentación a menor coste pero sana; el control sobre el gasto desmesurado en el ocio –que bien que se lo merece-; el control sobre la educación de mis hijos; el de los regalos de Reyes o de cumpleaños; el control de nuestras vidas –no por cuestión restrictiva o de imposición- sino por enderezar actitudes o caminos equivocados. Y tantos otros controles que ahora se me escapan pero que incrementan su tremendo grado de responsabilidad.


Ella, ¡por fin!, se alegra de esta excelente noticia. Yo, soy sincero, me alegro por ella y por otra gran multitud de controladoras que existen en nuestro país. Así que, “querido Pepiño” no te duelan prendas para, si es necesario que seguro que lo es, reducir ese sueldo a esos niveles de la U.E. pues sabes que tienes toda la confianza de mi entusiasta esposa y, seguro, la de otros miles de mujeres controladoras a las que desde aquí doy las gracias por su responsabilidad.


Salud, ciudadanas controladoras.


lunes, 18 de enero de 2010

El artista mujeriego

por José Manuel Beltrán

Aquí os dejo con lo publicado en el Bloguecedario el pasado sábado 9 de Enero. Nos proponían la siguiente frase: Genio y figura. No es un relato en sí, aunque los datos si están aderezados con cosecha propia. Solo pretendo recordar al genio.


Pablo se encontraba físicamente cansado. No podía ser de otra forma pues, sus ya 92 años de vida le limitaban profundamente en los quehaceres físicos aunque no impedían el perfecto funcionamiento de su agitado y vigoroso intelecto. De un tiempo a esta parte dedicaba más tiempo a recordar su ya lejana juventud. Viajero del mundo, fue muy poco el tiempo que pasó en su localidad natal que, quizás por su luminosidad, irradiaba en él un frenético deseo por el sexo contrario.


Con tan solo quince años su incipiente genio se había trasladado, consecuencia de las obligaciones profesionales de su padre –por quién profesaba devoción-, desde su Málaga natal a la elegante Coruña para, desde allí, recalar en la desarrollada Barcelona. A tan pronta edad, su espíritu de trabajador incansable, le hace fundar su primer taller para dedicarse a su gran pasión: la pintura.


Viajar a Paris, a la temprana edad de 18 años, refuerza su reputación como artista y será el grisáceo cielo de la ciudad el que le inspire el inicio de su “periodo azul”, decidiendo asentarse definitivamente allí. Tarda muy poco en encontrar su primer amor, Fernanda Olivier, al igual que asombra con un nuevo estilo que deforma y rompe con todos los cánones conocidos: es el principio del cubismo. Munich y Nueva York tienen la oportunidad de conocer las obras del artista, mientras que él encuentra una nueva compañera: Marcelle Humbert para, junto con Braque, iventar e cubismo sintético.


Es, con ocasión del inicio de la guerra de 1.914 y la muerte de Marcelle, cuando abandona prácticamente el cubismo. Se enamora y casa con la bailarina Olga Clochlova y es el ballet el que le induce a buscar nuevos caminos en su arte. Será un retrato de su madre, curiosamente de quien toma su apellido de artista, el que le haga comprar una suntuosa villa y le permita viajar más de un año por España cultivando la escultura. Mantiene un romance con Teresa Walter, de quien nace su primera hija, Maya y, por ese motivo la Clochlova inicia un escandaloso juicio de separación. En despecho a tal acto, se enamora de Dora Maar.


Es en 1.937, en plena Guerra Civil, cuando acepta de forma simbólica –por parte del lado republicano- la dirección del Museo del Prado. Sin embargo será en París dónde el Guernica sea pintado. En 1.944, deprimido por la victoria nacional, se afilia al partido Comunista Francés dando a conocer 77 nuevas obras entusiasmándose con la litografía y con la hermosa pintora Francoise Guillot, con quien en tan solo dos años de convivencia tiene dos hijos: Claude y Paloma.


Con 73 años, ya anciano, se fascina por una adolescente, Silvette D., quién acepta posar para él a cambio de elegir una de sus obras. El artista cumple con el trato pues, para él, la atracción platónica sentida era superior al valor de su obra. Tres años más tarde, en 1.957, tomará como compañera a Jacqueline Roqué, joven extraordinariamente bella por la que siente, de nuevo, especial atracción y que le lleva a pintar el gigantesco mural de la UNESCO.


Amor, política, amistad, goce por la vida, admirado, solicitado, español sencillo, saludable y generoso, amante de los toros, del sol, de las mujeres hermosas, en suma, artista y hombre excepcional que es lo mismo que Genio y Figura. Gracias, PABLO PICASSO.


Por cierto, si os pasáis por Málaga -que debéis hacerlo- es imperdonable no efectuar visita al maravilloso Museo Picasso.

viernes, 15 de enero de 2010

El obispo tiene mandanga


Por José Manuel Beltrán

La verdad es que, con la que está cayendo, el obispo Munilla recién “colocado” al frente de las diócesis de San Sebastián no para de dar polémica. No trataré yo la noticia de forma tan irreal como lo hizo el prestigioso diario El País, en su crónica del pasado 16 de diciembre. Podía leerse el siguiente titular, para mí bastante desafortunado y carente de rigor periodístico: “El clero guipuzcoano recibe al obispo Munilla en pie de guerra”. Por supuesto, ..en pie de guerra.. no se encontraba apostillado para dar a entender la ya desafortunada metáfora, pues lo que nadie necesita es guerra, dicho esto sin querer circunscribirlo solo al País Vasco.

Yo no voy a entrar en esa “guerra” de posturas eclesiásticas entre si el obispo Munilla es más; o menos; o nada nacionalista. Ese es un problema, si es que lo es, de los componentes y jerarcas de la Iglesia. Por cierto, yo también he mencionado la palabra “guerra”, que aquí tiene sentido en argot coloquial aún cuando siempre apostillada. Al parecer, profundizar en la personalidad y las ideas del obispo Munilla se puede fácilmente hacer leyendo las homilías y pastorales que, durante estos tres últimos años de destino en Palencia, han sido publicadas. Un compendio de las mismas ha sido publicado en un libro, prologado por un compañero de seminario, bajo el título: Las cartas sobre la mesa.

Por medio de ellas, según el prologuista, podremos descubrir tres virtudes del obispo: “Cercanía, inteligibilidad y hondura”, destacando –y no por su estilo literario sino por no tener miedo en lo que dice- la inteligibilidad. Y un servidor que, después de localizar documentación y leer algunas de las pastorales del obispo (pues no se trata de escribir por escribir) llega a la conclusión que la fuerza de las palabras escritas, en este caso, no es superior a las incrédulamente escuchadas al referido obispo -en directo vía receptor de radio- en su última entrevista en la Cadena Ser.

La tragedia de Haití ha conmocionado al mundo entero. Sobran palabras ante tal catástrofe y, por supuesto, lo verdaderamente necesario es la ayuda material efectiva para recuperar, ¿será eso posible?, la normalidad a la mayor brevedad. Pero lo que es seguro es que no podremos contar con la colaboración del obispo Munilla. Para él, existen males mayores que los que están sufriendo los pobres de Haití. Esos males mayores se encuentran en nuestra pobreza espiritual. No quiero, con estas letras, desvirtuar absolutamente nada de las aberrantes declaraciones –eso sí- perfectamente inteligibles del obispo. Aquí, las tenéis.





Munilla valora la catástrofe en Haití

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Por favor no matice, rectifique usted de inmediato estas declaraciones pidiendo perdón por ellas y de esta forma le podré decir, al igual que a todos mis lectores, salud ciudadano. Si no fuera así, nos demostrará que está muy lejos; que es poco “hondo” de alma pero eso sí: seguirá siendo, desgraciadamente, inteligible.

Mientras tanto para el resto, salud ciudadanos.

miércoles, 13 de enero de 2010

Do you speak english?



Por José Manuel Beltrán

La noticia, por ya sabida, no deja de ser escalofriante. Mejor dicho la noticia es lo de menos, lo importante –como en casi todo- es lo sustancial de su contenido. En un reportaje periodístico de este fin de semana se escribe que el 84% de los españoles, no sabe inglés. Esa mala cifra se complementa con otras dos –pues tampoco voy yo a realizar aquí ningún reporte estadístico-, que son: a) Sólo cinco de cada cien españoles mayores de 25 años aseguran tener un nivel alto de inglés y b) La mitad de los jóvenes, entre 18 y 34 años, no sabe inglés pese a las horas de aprendizaje en la escuela.

Desde primero de año –lo saben todos los españoles que después de tomarse las uvas con la Primera de TVE, siguieron prestando atención a la retransmisión ¡que ya es un logro!-, España toma el relevo en la presidencia de la U.E. por el primer semestre. Nuestro Presidente Zapatero, al igual que todos y cada uno de los anteriores –con excepción de Calvo Sotelo “El Breve”- el máximo conocimiento que tiene del inglés es poder decir “Yes”. Eso explica –las imágenes gráficas no mienten- que mientras la mayoría de los demás mandatarios charlan informalmente antes, durante y después de las cumbres o reuniones, nuestro Presidente –repito, al igual que los anteriores- se vea relegado en una esquina leyendo documentos o, como máximo, dentro del grupillo pero solo para sonreír.

lunes, 11 de enero de 2010

De Ibiza a Granada

por José Manuel Beltrán

La semana pasada el Bloguecedario nos proponía la siguiente frase: Bromita Santo Inocente. El resultado es el que sigue. Ya sabéis, cada uno que saca sus propias consecuencias.

Su carrera universitaria, y no era el único, se venía alargando más de lo debido. El primer año transcurrió de forma tan rápida que, consecuencia de las fiestas conmemorativas de cada uno de los trimestres, los libros se encontraban en el mismo impecable estado que cuando fueron adquiridos.

Regresó al hogar familiar ya a mediados de junio. Las notas se encontraban pendientes de publicación aún cuando él ya sabía que no serían muchas las asignaturas que tuviesen la conformidad del profesor. A pesar de ello convenció a su familia para viajar a Ibiza con la excusa de sacar algún dinerillo extra que minorara, en parte, el gran esfuerzo económico realizado por sus padres. Solo serían dos meses y, bajo la promesa que estudiaría en los ratos libres, Javier se encontró con un ambiente tan festivo que la promesa pronto quedó en saco roto.

La noche ibicenca, alargándose hasta la salida del sol, transforma a cualquiera. Javier no podía ser una excepción y después de exageradas ingestas, no solo de alcohol sino de todo tipo de sustancias, acababa en la playa junto a otra buena cantidad de jóvenes de ambos sexos en vestimentas y procederes más propios de la intimidad.

El regreso a casa, deseado con ansia por su madre, se produjo a mediados de setiembre. Pocas horas pudo compartir en el hogar familiar pues la residencia de estudiantes, en Granada, reclamaba la ocupación inmediata de la habitación reservada desde el pasado año o, caso contrario, se le asignaría a otro estudiante. El curso se fue desarrollando con mejores perspectivas que las del pasado aunque las fiestas estudiantiles en Granada –siempre se ha dicho lo mismo de ellas- seguían manteniendo una excelente aceptación de las que, por supuesto, Javier era partícipe.

Llegaron las fiestas navideñas y Granada descansó, por breves días, del continuo transitar estudiantil. Javier llegó a su casa, evitando en todo momento comentar la trayectoria curricular del curso presente. A los pocos días, con ocasión de la celebración de las fiestas navideñas en familia, llegó su abuela procedente de Madrid. Ella siempre había sido, para Javier, su verdadera confidente. Así que, en base a esa misma confianza demostrada durante años, tres días antes que el año en curso diera su fin Javier fue despertado y levantado por su abuela de la cama.

- Javier, hijo, levántate. Abajo, en la puerta de casa, está una chica que pregunta por ti.
- Abuela, ¿quién es?, le contestó Javier.
- No lo sé exactamente, pero te reclama de forma insistente. Creo que es importante.
- Tampoco creo que sea para tanto, ahora bajo. Javier quiso dar una nueva vuelta de cama pero no fue posible pues su abuela le cortó, tajantemente, la idea.
- Javier, creo que debes de bajar de inmediato. Lo único que sabe decir esa chica, es que se encuentra embarazada.

Javier, atónito por la frase que acababa de escuchar, saltó de la cama –por suerte, decentemente vestido en pijama- para dirigirse hacia la puerta.
- Abuela, aquí no hay nadie.
- Pues, no sé. Estará por ahí cerca, -le respondió.

Javier entró, de nuevo, a casa cerrando la puerta. Por la sonrisa de su abuela pudo entender en el día en que se encontraba aunque, por un instante, su corazón se encontró más cerca de Ibiza que de Granada.

viernes, 8 de enero de 2010

Nos puede el orgullo

Por José Manuel Beltrán


Aquellos que por un momento piensen que el título de este artículo conlleva una connotación negativa, en lo que a mi estado de ánimo se refiere, se equivocan. Si, por el contrario, cambiase ligeramente la frase y dijese: “Me siento orgulloso”, otros muchos también tendrían derecho a imaginar que ese mismo estado de ánimo anterior se ha modificado, por sí solo, sustancialmente.


El teatro no puede cambiar la vida más bien solo mejorarla. Es aquí, en el teatro, donde se representan y evocan todas las emociones del ser humano. Las distintas épocas en las que queramos situar a los personajes no desvirtuaran, ni un ápice, el desarrollo del ego en sus variadas facetas. En ese teatro de la vida somos los actores principales aunque, en muchas ocasiones, solo nos preocupa aprender bien nuestro papel sin reparar en los fallos anteriormente cometidos por otros.


En ocasiones defiendo, aún cuando con la matización correspondiente, la siguiente frase: “De vez en cuando es bueno ser un poco egoísta”. Quiero con ello decir que volcamos excesiva preocupación en nuestros seres queridos –generalmente los más jóvenes- y, por momentos, nos olvidamos de nosotros mismos. Descuidamos saborear, en primera persona, los placeres terrenales que nos hagan sentirnos mejor y cometemos un error pues, si tú no te sientes feliz muy poca será la felicidad que podrás irradiar.


Cierto es que demasiado amor por uno mismo nos conducirá al estímulo del orgullo y para eso sólo nos faltará creernos como real el amor propio de nuestro ego. Llegado a este punto, difícilmente nos podremos sentir orgullosos de nosotros mismos pues nuestra propia soberbia nos hará incapaces de pedir perdón.


Recientemente viajé a Irlanda –dando explosividad a parte de mis placeres terrenales- y me causó interés una cita al pie de una estatua. La anoté pues, a buen seguro, sería motivo en su momento de cierta reflexión. Ese momento llega con estas líneas y no sé por qué no han dado la luz antes. Será que sigo manteniendo –y creerme que es verdad- la fe ciega en el ser humano. Decía y dice la frase: Lo único capaz de consolar a un hombre por las estupideces que hace, es el orgullo que le proporciona hacerlas. La estatua, como ya muchos habréis adivinado, era la de Oscar Wilde, famoso dramaturgo y novelista irlandés.


Me encantó la amabilidad, alegría y desparpajo del pueblo irlandés. Me encantó que se sientan orgullosos de ser irlandeses a pesar de las muchas estupideces que han sufrido. Estupideces, como dice Oscar Wilde, consecuencia del orgullo de quien las provocaba.


En muchos aspectos somos muy parecidos, en carácter, a los irlandeses. Solo me queda revisar las estadísticas esperando que, en nuestro país, encuentre muy poco orgullo y tasas muy elevadas de sentirse orgullosos.


Salud, ciudadanos.



lunes, 4 de enero de 2010

Lucifer en la Misa del Gallo


Esto es lo que tiene el Bloguecedario, que se pueden mezclar churras con meninas. Este relato breve fue publicado el pasado sábado, 26 de diciembre. Como siempre nos proponen una frase y cada uno escribe algo en relación a la misma ¿ o no?. La frase era: Blanca Navidad. Mi título, ya lo véis, el adecuado..... bueno vosotros mismos.

Por José Manuel Beltrán


Esperaba a la noche para que se hiciesen cumplir todos sus presagios. La confabulación de los vientos provenientes de distintas direcciones provocaba, ya desde hace días, que las nubes grisáceas chocasen entre sí para -después de un estruendoso ruido- emanar líquido con una fuerza descontrolada.

No había podido –pues siempre se asombraba que unos seres tan débiles pudiesen demostrar tanta fuerza unidos en familia- debilitar la ingente alegría demostrada por todos sus miembros. Cantaban, reían, se besaban y abrazaban, bailaban y –donde él creía que podría encontrar hueco a la debilidad- también bebían. Pero no fue así. La velada, acompañada en el exterior de truenos y relámpagos, transcurrió tal y como a la anfitriona le gustaba. Todos los miembros de la familia –bueno, no todos, pues también es en estas fechas cuando la añoranza revuelve nuestro corazón para dejar caer una lágrima por los no presentes-, todos los miembros disfrutaban de unos manjares que llevaban depositados todo el amor por parte de la principal cocinera.

Lucifer contemplaba la escena, aparcado en un rincón, esperando la mínima oportunidad. Le quedaba poco tiempo para conseguirlo o, por lo menos, de eso se mostraba seguro. Llegó la hora y de nuevo su frustración se evidenció. Todos juntos, incluida la abuela de ya avanzada edad, se encaminaron hacia la Iglesia. La lluvia seguía sin arreciar y si cabe el único propósito que podía conseguir era que, a cada paso que daban, fuese más abundante.

Llegaron totalmente empapados al templo. Desde veinte minutos antes de las doce casi todos los asientos se encontraban ocupados. Se hicieron un hueco depositando los paraguas sobre el suelo, procurando no mojar la tabla donde posteriormente utilizarían para mostrarse de hinojos. No pudiendo resistir tal escena, Lucifer salió del templo. Él, portador de la luz, se veía incapaz de detener la riada de gente que acudía allí –a esas horas intempestivas- a celebrar como todos los años la llegada de alguien.

La ceremonia transcurría tal y como el guión señalaba. La música procedente del viejo órgano era acompañada con cánticos –a modo de villancicos- por una coral. Desde un pequeño púlpito unas lecturas, en varios idiomas, recordaban viejas leyendas. Transcurrieron unos minutos y un hombre, con desgarbada figura, hizo entrada en el templo. Se acomodó en uno de los bancos, en postura nada acorde a la utilizada por el resto. Cuando de levantarse se trataba –según las reglas del acto- el personaje aprovechaba para tumbarse en las bancadas vacías. En el más estricto silencio, él alzaba su voz y sus bostezos.

No tardó en darse por vencido. Una voz a sus espaldas le recordó que había sido reconocido. Le invitó a cambiar el rojo de su luz por la luminosidad del blanco. Con gesto soez desatendió la invitación y, vencido por la fuerza de los presentes, abandonó el templo sabedor que debería encontrar otros momentos para sacar partido de sus deseos.

La fiesta no acabó a la finalización de la Misa del Gallo. Cada uno de los allí reunidos retornó a sus hogares –muchos de ellos al mismo del que poco antes habían salido- para, continuar con una fiesta familiar que pocas veces en el año es posible llevar a cabo. Esta vez, mirando a la esquina del salón, no se pudo encontrar la figura de Lucifer.