sábado, 20 de marzo de 2010

La nata de mi madrina

por José Manuel Beltrán

Ya han pasado muchos años. Mi memoria, que nunca se puede decir que haya sido excelente aunque tampoco escasa, me ha retrotraído a épocas de mi niñez. La culpa de ello, si bien en este caso la palabra culpa no es para nada apropiada, la tiene un maravilloso libro –que por supuesto aún conservo, pues es uno de mis favoritos- publicado en 1.965. La edición que obra en mi poder es tres años más tardía y eso gracias al Círculo de Lectores del que, también recuerdo, por esos tiempos yo era socio.


Me refiero a la magnífica obra de José Luis Martín Vigil, bajo el título: “Los curas comunistas”, que ya de paso, desde aquí, os recomiendo su lectura pues, a pesar de tantos años, en mi opinión no ha perdido actualidad. Pero no es este el motivo de mis letras, aunque bien que la obra lo merece. El motivo es mucho más sencillo, a la vez que personal e íntimo. Al hojearla, exactamente en la página 111, me he encontrado con una participación de lotería datada el 5 de enero de 1.977. Una participación, rellenada a mano –como era costumbre antes y no ahora que se reproducen por otros medios técnicos más sofisticados, aunque terminan en una simple fotocopia- en la que de forma nominal jugaba 25 de las antiguas pesetas. Es obvio que al encontrarse todavía allí no resultó afortunada con algún premio, aunque también creo es cierto que, si así hubiese sido, no hubiese sido necesaria su entrega para recibir tal recompensa dado que, quién de siempre emitía participaciones –fundamentalmente para la familia- ya llevaba un riguroso control de ellas. La mía es la número 26, lo que da a entender que nuestra familia era, en aquellos tiempos, amplia.

Y ¿por qué este hecho me hace volver a mi niñez?. Recuerdo una amplia casa que, tanto mis padres como mis hermanos visitábamos con frecuencia. De hecho, durante un tiempo, también vivimos en ella quedándoseme grabado un terrible cólico nefrítico que sufrió mi padre. En los bajos de la misma, pues la vivienda se encontraba en la primera planta a la que se accedía por unas largas escaleras, mi tío Fernando, un hombre alto y espigado de aparente figura frágil pero con una fortaleza inmensa –seguro que enraizada en los genes de mi abuela Hermenegilda- tenía su taller de ebanistería. Otros, ahora, lo llamarían carpintero pero no, mi tío era un artista de la madera. Piezas y más piezas talladas con paciencia en las que, cada uno de los surcos en la madera, tenían un sentido estético al igual que funcional. Por allí pululábamos los críos, tanto yo como mis primos y hermanos. Cuando estorbábamos en demasía nos hacían salir a un patio interior o, simplemente, a la calle. Esa calle en la que, en aquellos tiempos, podíamos jugar y aprender, algunas veces maldades, sin ningún tipo de peligro.

Pero mi visita a esa casa tenía, para mi persona, un premio muy especial. Durante toda la semana, un tazón grande de los de café con leche antiguos, iba rellenándose de una exquisita nata natural. Pacientemente mi madrina, diariamente hervía la leche que posteriormente se tomaría en el desayuno y la merienda. La leche de antes, directamente recogida de la vaquería, supuraba en su hervor final una apreciada espuma. Ella la recogía con una cuchara y la depositaba en el tazón para que, una vez enfriada, se solidificara formando esa nata. Era un servidor, recibido siempre con una gran sonrisa por parte de mi madrina, quién era acompañado inmediatamente –después del consabido beso- al interior de la cocina. Allí mismo, tras espolvorear sobre la nata un poco de azúcar, bajo la atenta mirada y sonrisa de mi madrina, yo me deleitaba con tan delicioso manjar preparado con tanto cariño.

Esa participación de lotería, que hoy he encontrado después de 33 años, está firmada por Dolores Casado, mi tía Lola, mi madrina. Ella, desde el número 14 de la calle Verja, me hizo sentirme feliz en muchas ocasiones.

PD.- Dedicado especialmente a mis primas Pilar y Mari Loli, así como a mis primos Fernando y Alberto.

10 comentarios:

  1. Y sigue gustándote la nata con azúcar... lo que ocurre es que ahora es bastante difícil sacar nata de la leche.
    Bonito recuerdo y menuda sorpresa encontrarte con esa participación de lotería aunque no esté premiada con algo material, tienes la satisfacción sentimental de conservarla.
    Desde aquí mando un beso muy fuerte a tus primos.
    Besitos ciudadano sentimental.

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  2. Qué bien escrito. Me ha encantado pasear por tus recuerdos. Un beso.

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  3. Jo, qué bonito recuerdo. Y qué bien lo has contado. Fíjate, que casi me he sentido parte de tu infancia tb, así que... jejej

    Un beso, ciudadano!!!

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  4. Que bonitos recuerdos!. Mi tia Justa, me hacía el mismo "regalo" cada mañana, estando yo de vacaciones cada verano en su casa de Jerez. Un beso

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  5. Recibí tu mensaje y rápidamente me conecté desde mi móvil a tu página para encontrarme con este bello relato que me acerca mucho más de lo que puedas imaginar, no sólo a tu infancia sino a la infancia velada de aquellos años de los que rara vez escuché hablar. Y me encanta saber que todo eso ocurrió. Que Fernando un día, fue Fernando, esa persona alto y espigado que yo sólo pude conocer através de fotografías. Me encanta descubrir que Lola es tu madrina y seguro que a ella también le gustaría recordarlo si pudiera. Se lo contaré el próximo domingo cuando la vea. No podrá ser el domingo de hoy, porque te leo desde Zaragoza. Pero se lo contaré a ella y seguro poco a poco irá recordando nombres y algo dentro de ella, la hará asentir con una sonrisa como si quisiera acordarse, como si por un momento pudiera tomar conciencia de todo cuanto fue.
    Te agradezco en mi nombre y en el nombre de tus primos, que hayas transcrito con tanta maestría, ese recuerdo que tomó vida entre las páginas de un libro, que como bien dices es digno de leerse.
    Te mando un fuerte abrazo.
    Tu ciudadana prima.

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  6. Hola ciudadano, con esta entrada me has traído muchos recuerdos de mi infancia.
    Recuerdo cuando iba por la leche, al final de la calle Aduar, con una pequeña lechera, que luego llevaba a casa, y hervían, como hacían en tu casa.
    Yo esperaba la nata con mucha ilusión, me gustaba muchisimo,me la ponían en el pan, le espolvoréaban azucar, y luego me la comía con un deleite,que aún recuerdo.
    Buena entrada, y buenos y bonitos recuerdos, los recuerdos de la niñez, nunca se olvidan, quedan en nuestro corazón.
    Un beso muy fuerte, ciudadano, volveré a visitarte, hasta pronto.

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  7. Hola ciudadano de esta bella ciudad, bellos son los recuerdos de la infancia, y la nata es algo que me apasionaba, la pena que eso paso a la historia, ahora para tomar esa nata, tienes que ir a un pueblo perdido por el mundo donde se siga ordeñando a las vacas.

    Un saludote de buen domingo y semana

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  8. Preciosos y dulces recuerdos, y estupendamente contados.
    Me encanta leer tus relatos.
    saludos.
    Maru

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  9. Que bonitos recuerdos verdad? y todo evocados a partir de un simple decimo o participacion de loteria...bonito post y bonita dedicatoria ciudadano de las letras..un abrazo...

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  10. Yo vivia cerca de una finca agricola/ganadera que vendia leche recien ordeñada a diario. La leche olia distinta a la que se compra envasada, mas fuerte, mas densa. Mi madre la hervía en cuanto llegabamos a casa y retiraba la nata tal como lo hacía tu madrina. Muy Guay tu relato. Besos ciudadano

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