Aún cuando tiempo hacía que no trasladaba mis sentimientos
a este blog, hoy no podía fallar. Antes que nada, comenzaré por la consabida,
tradicional y comercial felicitación para todos los papás que se completará y
extenderá a todos los José. Como está feo que yo me felicite a mí mismo,
deciros que yo me quedo al margen.
Realmente el sentido del artículo no es otro que ensalzar
lo que, a efectos legales, se nos otorgó hace hoy dos siglos. La consabida
Constitución de 1.812, la popularmente denominada “la Pepa” y de la que hoy
concelebramos el segundo centenario, otorgaba en uno de sus artículos un cambio
sustancial en la denominación de quienes amparaba. Los hasta ese momento
considerados siervos del rey pasaban a tener la consideración de ciudadanos,
regulándose múltiples derechos hasta ese momento irreconocibles. Si cabe, el de
más importancia, era el derecho político para ejercitar e intervenir en el
gobierno del País, relegando a la monarquía a una figura institucional y
separando, de forma clara, los poderes fundamentales del Estado.
Años de dominación napoleónica, que acuñaron en el corazón
de los españoles –vete tú a saber si perdura hasta hoy- el desprecio al
gabacho. “Con las bombas que tiran los fanfarrones, se hacen las gaditanas
tirabuzones….”, así se cantaba la copla, donde la sorna e ironía predominaba,
al quedar atrapadas las tropas francesas en la marisma gaditana sin poder tomar
la ciudad. Un modelo de constitución que sirvió incluso a la posteriormente
redactada en Francia, después de la Revolución Francesa.
Lamentablemente, no todo era perfecto en “la Pepa”. Una
parte sustancial y cualitativa de esos derechos a los ya reconocidos
ciudadanos, lo eran en plan masculino dejando a las mujeres en total desamparo.
Es curioso como a través de los tiempos quienes hemos salido a la vida, hemos
postergado a la indefensión a quien nos ha otorgado esa vida y, aún hoy,
seguimos poniendo piedras en el camino.
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