viernes, 17 de febrero de 2012

El respeto

por José Manuel Beltrán.

Hacía bastante tiempo que no me sentía como un "urbanita". Ha sido hoy, aunque podría haber ocurrido cualquier otro día, saboreando tranquilamente un café en un bar de esos denominados de pueblo. Por suerte, todavía se conservan lo que yo denomino esencias de nuestra cultura; raíces tan profundas como nuestra propia vida.

 La ciudad aglutina a muchos individuos, cada uno con sus usos y costumbres pero difícilmente armonizados. La individualidad, la competitividad, el anarquismo del yo -que es lo mismo que decir egoísmo-, supera con creces a la espontaneidad, a las reglas socialmente marcadas o a los usos y costumbres, esta vez no los individuales sino los generalmente aceptados por todos. Los tiempos cambian, es verdad, pero no tanto como explica la frase de esa celebre zarzuela, de cuyo nombre ahora no me acuerdo. Lo que es seguro es que somos nosotros los que cambiamos.... una barbaridad.
El bar estaba siendo usado por muchos parroquianos. Algunos acompañaban un café similar al mío con una copita de licor, a otros les sobraba el café. La puerta del bar, como es lógico, se encontraba abierta. De hecho estaban abiertas las dos con las que contaba el establecimiento, una de ellas en su lateral, y esa era la razón por la que una ligera corriente circulaba por su interior. En un determinado momento observé como uno de los parroquianos se apresuró a cerrar la de la entrada principal. En un gesto urbanita, alcé mi dedo pulgar a la vez que le decía: "Se nota la corriente, ehhh". Su mirada hacia mí, sin ser desagradable no me resultó del todo complaciente. En breves segundos, por una parte de una de las ventanas del bar que se encontraba abierta, vimos pasar un cortejo fúnebre. No fué hasta que todos los miembros del mismo sobrepasaron los límites del establecimiento cuando, el mismo parroquiano que antes, procedió a abrir las puertas de par en par. Se acercó a mí y, ofreciéndoe la mano en señal de saludo, me dijo: "Es.... por respeto".

Me acababan de dar un repaso, sin palabras, a la lección que muchos de los "urbanitas" hemos olvidado. En los pueblos se encuentran nuestras raíces, nuestros usos y costumbres, el inicio de nuestra vida. A pesar de tener que estar aprendiendo todos los días, espero que en el futuro no cometa errores tan estúpidos como el de esta mañana.

Salud, ciudadanos viajeros. Por cierto, me encuentro más activo en mi blog de viajes: Parada y Fonda de un viajero. Por favor, pasaros por allí, enlazarlo y hacerlos seguidores.

2 comentarios:

Si has llegado hasta aquí, a mí me gustaría conocer tu opinión. Gracias, por realizarla.