domingo, 26 de abril de 2015

En busca de la utopía

Por José Manuel Beltrán.

Inmediatamente después de terminar el visionado de Utopía, el excelente documental de Lucho Iglesias y Álex Ruiz que nos muestra que otro estilo de vida es posible, a uno le entran ganas de no despertar de ese sueño; de ponerse a la acción –que ojalá fuese coincidente con muchas más personas- y de sentirse vivo, de verdad.

Utopía es una palabra que, sin necesidad de ser pronunciada, destila belleza por sí misma. Pero la palabra en sí, como casi todas, queda hueca si no existe un real y verdadero contenido en ella. Ese contenido sólo lo podemos dar nosotros: las personas, los ciudadanos.

La cuestión que me planteo es ¿qué es lo que podemos hacer todos nosotros para dar contenido a esa utopía? ¿de qué forma puedo yo ayudar? Me he permitido consultar el R.A.E. para recordar el significado de la hermosa palabra y me dice: “Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que parece irrealizable en el momento de su formulación”

Imaginémonos, aunque solo sea de forma utópica, que hemos podido conseguir todos esos planes; todos esos proyectos y doctrinas y, en consecuencia, haber alcanzado ese sistema ideal. De ser así desaparecerían, por no ser necesarios, ciertos conceptos que conforman parte intrínseca de nuestra vida: Justicia, Libertad, Paz, Amor, Felicidad… ¿Acaso ya nos serían necesarios al haber alcanzado  esa UTOPÍA? ... Es decir, ¿no estaríamos en el estado perfecto?.

Sin embargo, seamos realistas: somos humanos; somos imperfectos.
Necesitamos alimentar nuestros sueños -aunque muchas veces sea para satisfacer nuestro propio ego-. Debemos de proveernos de mucho esfuerzo -pues no todos tenemos las mismas capacidades- para confluir en ese estado idílico.

La utopía se lucha, se consigue con la generosidad hacia los demás, dejando a un lado en muchas ocasiones  tu comodidad y tus intereses para que, al final del viaje, pueda ser disfrutada por muchos más.

Figura un lema en mi humilde blog de viajes que me causa pasión: "Viajar es un sueño que solo tú puedes hacer realidad".
No sé si es un lema un tanto utópico, aunque yo todos los días me esfuerzo cada vez más en conseguirlo.  Lo que si sé es que, a través de cada una de mis experiencias viajeras, he logrado comprobar que lo que parece utópico para nuestra ciudad no lo es para otras. Y me explico.
  
He disfrutado de paseos por el Stanley Park, en Vancouver, en el que el respeto de los ciudadanos hacia la naturaleza y su entorno es envidiable. También hacia el resto de las personas, y así queda reflejado en la multitud de tótem, paneles informativos y exposiciones que dentro del parque nos explican quienes eran los aborígenes y verdaderos propietarios de aquellas tierras: los First Nations, como ellos los llaman.

He callejeado por las calles de Berlín, Copenhague y Amsterdam (también por otras muchas) circulando montado en una bicicleta. Sí, claro, debía pararse ante los semáforos de sus específicos carriles bici, por supuesto. También lo he hecho como peatón, siendo respetado y haciéndome respetar.

Me he tumbado y jugado -al lado de críos, jóvenes y menos jóvenes- sobre el césped de Hyde Park, en Londres, sin encontrar ningún cartel que dijese: "Prohibido pisar el césped", y también he dado de comer a los cisnes y patos que suavemente se deslizaban por el agua
de un lago limpio, cuidado y respetado.

He disfrutado de espectáculos callejeros al aire libre -muchos de ellos propiciados por simples ciudadanos- en el Central Park de Nueva York. A mi lado, ejecutivos con un sándwich y un horroroso café en la mano; jóvenes, y no tanto, con una sudada camiseta de basket de los Knicks, y mayores ocupando su ocio. Lo he hecho también en China, en el Parque a la entrada del Templo del Cielo, practicando Tai-Chi, junto con personas, muchas de ellas de avanzada edad, y entablado hasta una partida de ajedrez.

Y hablando de deporte, sin irse muy lejos de aquí, en Torremolinos, también podría disfrutar de actividades tales como el atletismo, la natación –en piscina cubierta o al aire libre-, saltos de trampolín, patinaje artístico –sobre hielo y en patines-, fútbol, fútbol-sala, judo, baloncesto, paddel (cubierto o al aire libre), tenis, spining y otras muchas más …. Todo ello en recintos adecuados a cada disciplina, pero todos encuadrados en un mismo área. A esa Utopía se le llama Ciudad Deportiva, donde, además, existe aparcamiento suficiente para todo tipo de vehículos (la bicicleta incluida, por supuesto).

Me he tomado un excelente capuchino sentado en una de las terrazas de la Gran Plaza de Venecia; también en la Plaza Mayor de Salamanca y en la de Madrid.  Todas ellas, emblemáticas en cada ciudad, como también lo es nuestra querida Plaza de los Naranjos. He disfrutado de las vistas de su arquitectura y de su ambiente. Sin atosigamientos de mesas y sillas, sin sombrillas que te impiden ver la belleza de la plaza; sin olores y platos portados, en un ir y venir constante, por camareros.

En Seattle, he quedado gratamente sorprendido como las personas podían utilizar pequeños parques debidamente vallados y preparados para sus mascotas; todo ello en pleno centro de la ciudad o en cualesquiera de sus barrios.

He sentido envidia –que siempre ha de ser sana- de como se preserva el patrimonio histórico artístico en Irlanda, en cualquiera de sus pequeños pueblos, o como se da importancia a los Museos Etnográficos, o de otro tipo, en Oslo, Helsinki e, incluso, en pequeñísimos pueblos de Alaska.

He valorado, más allá del aspecto turístico, el sistema de transporte en San Francisco; en Seattle, en Viena.... y también como se utilizan y conservan las bibliotecas públicas…

Como podéis apreciar -si dais por ciertas mis palabras y que en ningún caso lo son para presumir de nada-; todos los anteriores ejemplos son … realidades. Son planes, proyectos y sistemas conseguidos en cada una de las ciudades citadas, y muchas más que me dejo. Lo lamentable es que, de regreso a casa, ya en Marbella, todo eso se convierte en Utopía.

Y de nuevo regreso a la pregunta inicial: ¿qué podemos hacer?. ¿qué puedo hacer yo para dar contenido a esa hermosa palabra?: Utopía.

Se me ocurre… aunar esfuerzos; apoyar, exigir, trabajar, proponer, reivindicar y… algo fundamental: EDUCAR. Es necesario recordar que, en todo momento de nuestra vida, somos educadores (sin paga, eso sí, pero educadores). Eduquemos con nuestros actos a nuestro prójimo y, sobre todo, al más cercano. Eduquemos en familia: a nuestros hijos, a nuestros nietos. Esos pequeños (pues las cosas no se arreglan en un momento) serán quienes estén ahí, en ese momento de clímax, en el que lo utópico se haga realidad.

Elijamos correctamente, y vigilemos constantemente, a todos aquellos que por su función –pública o privada- tienen la tarea de desarrollar todos esos planes, todos esos proyectos. Pero ¡ojo!, no nos quedemos en la complacencia y en la crítica externa. ¡PARTICIPA!

MarbellaActiva y otras muchas asociaciones nos brindan esa oportunidad; ahora ya solo depende de ti; del nivel al que quieras elevar tu participación. En los malos momentos, que los habrá, refuerza tu deseo. Acuérdate de John Lennon y tatarea la bella melodía y la maravillosa letra de Imagine.

Con cada uno de los ejemplos anteriores he tratado de hacer un repaso alrededor del mundo, cierto que muy simplista,  en busca del sueño de la Ecología y del Medio Ambiente, de la Planificación Urbanística, de los diversos Medios de Locomoción, de la Accesibilidad, del Ocio para todas las personas, de la Cultura y del Deporte, de la conservación y exposición de nuestro Patrimonio, del respeto por el mundo animal… y del respeto hacia y de los Ciudadanos. Sé que me he dejado muchas cosas, pero….¡No lo olvides!: LOS SUEÑOS, NO SON UTÓPICOS, LOS SUEÑOS SE PUEDEN REALIZAR. Y EN MARBELLA, TAMBIÉN.

José Manuel Beltrán
Ciudadano y blogger de viajes en Parada y fonda de un viajero.

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