Este es el relato publicado en el Bloguecedario el pasado sábado 17 de octubre y que, como todos los lunes, comparto aquí con vosotros. Esta vez la frase propuesta era: Leyendas urbanas.
Por José Manuel Beltrán.
Había pasado ya más de una semana y Tarragüell esperaba, cada vez más impaciente, la llegada del correo de manos de quien, a buen seguro, no podía equivocarse. Andrés, el cartero, llevaba destinado en el barrio mucho tiempo tanto que el Ayuntamiento había sustituido ya dos veces las farolas de alumbrado por otras que, aunque más modernas, no eran del total agrado de los vecinos. Hoy, martes y trece, consecuencia del dicho popular lo único que deseaba es que Andrés no tuviese a bien, como era su costumbre, llamar personalmente al timbre de su puerta para anunciarle la llegada del correo. Sin embargo, su premonición no se hizo realidad.
- ¡Aquí está!, Luisito, la carta que esperabas. Después de tantos años, Andrés seguía llamándole por el diminutivo de su nombre de pila, siempre de forma cariñosa.
- ¡Hostias, hoy no!, exclamó Tarragüell sin que tal improperio llegase a los oídos de Andrés.
- ¡Venga, ábrela!, o es que después de tantos años no voy a compartir este momento contigo.
- Andrés, estoy muy nervioso, quizás no me hayan admitido.
A Tarragüell le temblaban tanto las manos que no era capaz de introducir ni uno solo de los dedos en la solapa del sobre para proceder a su apertura pero, al fin, lo logró. La misiva era elocuente: “Nos complace comunicarle su admisión en el Centro Superior de Investigaciones Científicas –Sección de Investigaciones Especiales-, dado el excelente expediente aportado”.
Más de ochenta complicados casos resultaron totalmente cerrados, por resueltos, en los dos años y medio en los que Tarragüell estuvo destinado, como inspector, en
Por ser uno de los últimos en llegar, Tarragüell no pudo elegir su periodo de vacaciones hasta el mes de Diciembre, máxime cuando él no contaba con hijos en edad escolar que le hubiese permitido disfrutar sus días de descanso en los meses veraniegos. La verdad es que no le importó mucho. Desde hacía bastante tiempo le venía rondando en la cabeza unas relajantes vacaciones en el Caribe. Deleitarse con la visión de un mar endiabladamente azul, en contraste con la blanca y fina arena de sus playas debía ser, según le habían comentado ya otros compañeros que disfrutaron de su viaje de novios, una delicia no solo para el cuerpo sino para la vista, en función de la agradable presencia femenina que pudiera encontrarse. Así que, ni dicho y hecho, tan solo una semana después recibía la llamada de la agencia de viajes para que retirase los billetes de avión y toda la documentación del hotel de lujo en
Graziela no paraba de hacerle arrumacos sin que le importasen las miradas ajenas. Su imponente cuerpo y su elegante andar obligaban, por mucho que molestase a las recientes novias, hacer girar la cabeza a los también recientes maridos. Tarragüel, ávido de nuevas sensaciones, había entablado relación con Graziela tan solo pasados dos días de su llegada. Era una chica, a la vez que bella, humilde y con una gran sensibilidad. Se conocieron en la playa, en su día de descanso, pues Graziela trabajaba en el hotel contiguo a dónde se hospedaba Tarragüel. Y, aunque ella no se lo puso nada fácil, habían disfrutado ya de momentos íntimos al igual que la mayoría de las parejas que allí se hospedaban.
La noche de Navidad, Graziela quiso invitar a Tarragüell a cenar en casa de su familia. A pesar de las primeras reticencias, Tarragüell aceptó denotando una extrema alegría en Graziela. Los familiares le recibieron como a un hijo más y Graziela no paraba de tener detalles cariñosos con él, tan propios como los de cualquier pareja. Avanzada la noche, y después de dar buena cuenta de los manjares de la cena, comenzó la fiesta caribeña dónde el ron y todo tipo de bebidas fluían por doquier. Tarragüell, al igual que muchos, bebió más de lo necesario o, lo suficiente para que su boca no pudiera quedar cerrada, pues solo sabía hablar y hablar. Fue en una de esas incomprensibles frases, producto ya de su avanzado estado, cuando delante de toda la familia se abalanzó sobre Graziela y, levantándola en sus brazos, le solicitó que se casase con ella a lo que el resto de la familia aplaudió fervorosamente. Graziela le otorgó el sí antes de besarle ardientemente.
El día antes de su regreso a España, establecido para el 29 de Diciembre, Graziela y Tarragüell mantuvieron una fuerte discusión. Ella quería que hiciesen el viaje de regreso juntos y Tarragüell se negaba. Graziela se sentía, más que disgustada, ofendida pues cuando le recordaba a Tarragüell su compromiso éste le contestaba que eso lo había dicho por el efecto de la bebida, aún cuando los días pasados juntos habían sido inolvidables. De regreso a su casa, y una vez que la abuela de Graziela tuvo conocimiento de las intenciones de Tarragüell, no se efectuó ningún comentario más por parte de la familia pues todos habían observado que la abuela, después de decirle al oído de Graziela unas frases, depositaba en su mano un pequeño objeto.
Pasadas las fiestas de los Reyes, Tarragüell se incorporó a su puesto de trabajo si bien se disculpó con sus jefes dado que, desde hacía días, soportaba unos inmensos dolores de cabeza a la vez que sentía dolores agudos en su brazo izquierdo. Por insistencia de sus compañeros al final dio su conformidad para que el doctor del centro le realizase un examen, sin que éste llegase a su final pues lo que estaba sufriendo era un fuerte ataque al corazón por lo que, rápidamente, fue trasladado al hospital. Tras más de una semana de hospitalización en la que su vida pendió de un hilo, los médicos le dieron el alta no para trabajar sino para continuar con el reposo en su domicilio.
Como todos los jueves de cada semana la asistenta hizo entrada en el apartamento de Tarragüell. Solo necesitó un vistazo para darse cuenta que tenía más trabajo del acostumbrado. Las maletas del viaje todavía se encontraban sin deshacer y, tras preguntar a Taragüell como se encontraba, se predispuso a introducir la ropa sucia en la lavadora. Al desplegar, para plancharla, la única americana que se había llevado de viaje, pues Tarragüell no se fiaba en demasía de las lavanderías, notó que la plancha efectuaba un pequeño tropezón a la altura del bolsillo superior. Introdujo sus dedos y sacó un objeto que, por cuyo gesto, no era de su agrado. Una vez que se lo enseñó a Tarragüell sintió como, de nuevo. el dolor de cabeza y de brazo aumentaba de intensidad creyendo entender ya no solo su por qué sino el de algunos otros.
No perdieron tiempo con los saludos. Ramírez y Ortuño, inspectores de
- ¿Lo veis?, inquirió Tarragüell.
Fue Ortuño el primero que reaccionó, aunque por los gestos Ramírez también coincidía con su compañero.
- ¡No me jodas!, Tarragüell. Eso no se lo cree nadie. Me parece increíble que tú, ahora y a estas alturas, creas en estas leyendas urbanas.
Tarragüell, con sumo cuidado, tomó en su mano los cuatro objetos incluido el suyo. Fue en ese momento cuando sintió un gran pinchazo en su corazón al igual que si fuese atravesado por una lanza, cayendo desplomado al suelo.
- ¡ Ortuño!, avisa a una ambulancia. Déjalo, no hay nada que hacer. Está muerto.
- Pero, ¿cómo puede ser esto?, si se encontraba más o menos bien, respondió Ortuño.
- ¡Y yo que sé!, pero ni se te ocurra tocar esos jodidos muñequitos que, encima, tienen atravesados alfileres por todo el cuerpo.
La historia es realmente interesante amigo..escribes muy muy bien ...Un poco serio pero muy bien...jajaja...Enhorabuena por el relato...un abrazo afectuoso amigo...
ResponderEliminarGuau!!! Me ha encantado. Además, que sí, que me tienes pendiente de tus historias hasta el final. Con decirte que ha sonado el teléfono y no le he hecho ni caso...
ResponderEliminarjajajaja
Espera, que suena otra vez.
Besossssssssssssssssss!
Ufff qué mal rollito estos muñequitos llenos de alfileres. Es un relato para la noche de todos los santos. Me has dejado perpleja con ese final.
ResponderEliminarMe encantan tus historias y ésta está realmente bien contada. besos
ResponderEliminarEs que eres un genio con los relatos, Doñito.
ResponderEliminarNo me cansaré de decir que eres "otro" cuando haces estos relatos, convirtiéndote en un genio de las teclas.
Excepcional.
Besitosssss
Ufff...Que yuyu lo de los muñequitos...Pero que bien escribes...Me ha encantado.
ResponderEliminarMuchos besitos.
Recuerdo que me comentaste en http://soytitocarlos.blogspot.com/2009/07/julia-o-el-odio-intenso.html que no creías en el vudu, pero ¡qué bien nos inspira!
ResponderEliminarEs magnífico,
Un abrazote,
Quita, quita.......vudú..........Es como las meigas, que haberlas, haylas. Buen relato, señor marbellí.
ResponderEliminarUfff que miedo me dan a mi esas cosas tampoco creo en todo eso de la magia negra ni budu si una persona es fuerte contar su fuerza no puede nadie.
ResponderEliminarUna historia fantastica.
Un abrazo ciudadano!!!
Me has dejado sin palabras, buen relato.
ResponderEliminarAun sabiendo que eres muy escéptico con respecto a todos los temas relacionados con lo sobrenatural, te has metido en el papel de una forma excepcional.
ResponderEliminarParece que lo has vivido.
¿ Tienes una doble vida ? jajaja. Es broma, simplemente eres un artista conjugando tu imaginación con el lenguaje.
No me canso de admirarte. Besitos cielo
Un magnífico relato, aunque a mi me dan terror los muñequitos atravesados. Un beso
ResponderEliminarque historia!!
ResponderEliminarno me gustan esos muñequitos,pero lo has relatado tan bien que no pude dejar de leer..
gracias por compartir y felicitaciones.
abrazossssssssssss
Hasta ahora no había podido pasar a leerte!!! que no quería yo perder detalle y ¡¡ME HA ENCANTADO!!! ciudadano.. una vez más Enhorabuena!!!... (eso si.. el vudú me da un yuyu que pa'qué...).
ResponderEliminarUn besote!!
ufffff qué temblequeee!!! no creo en magia ni budu, pero se me ha puesto carne de gallina!!!!!
ResponderEliminargenial ciudadano!!! un besazooooo
Buena historia. Cada día escribes mejor y con mas soltura.
ResponderEliminarBuenas noches, José Manuel, dije que iba a volver a leerte, y me has dado doble trabajo, me he tenido que leer dos entradas de golpe, pero las dos son estupendas.
ResponderEliminarNo conocía al Padre Patera, pero he leido ultimamente que le han hecho dos homenajes, me parece estupendo que hayas hecho una entrada sobre él, así lo hemos podido conocer todos, en cuanto pueda, iré a participar en la ayuda que has pedido para él.
Esta entrada, genial, de veras, no esperaba el final, la verdad, yo no creo en esas cosas del vudú, pero el relato, al leerlo, parece real, he disfrutado mucho con él, me gustan los relatos de suspense, y también las pelis.
Un besazo, ciudadano, feliz puente, nos esperan buenos días de descansooooo.
Hola J.M.B paso a leerte y saludar , buen relato .Un saludo ciudadano de Marbella , desde Beas de Granada, buen dia de todos los santos,
ResponderEliminarde MA .