Como todos los lunes aparece hoy aquí el relato publicado en el Bloguecedario el pasado sábado 3 de octubre. Esta vez la frase propuesta era: Tengo miedo. Gracias a todos por vuestro seguimiento.
Por José Manuel Beltrán.
La habitación, encuadrada en la parte más septentrional del edificio, poseía unos grandes ventanales por los que rara vez se adentraban los rayos del sol. Esta circunstancia, aparentemente meteorológica, quedaba anulada por la verdadera y esa no era otra que las instrucciones recibidas, siempre de forma categórica, por parte de su temporal inquilino.
- Señorita Morris, creí haberle dejado bien claro que la persiana debía de estar siempre bajada.
- Lo siento, general. Pensé que le agradaría un poco de sol. En el exterior hace mucho frío, propio del mes de enero.
- Usted, señorita, no sabe bien lo que es pasar frío ni tampoco, seguro, sentir que su cuerpo queda abrasado por el calor.
Diligentemente se apresuró a cumplir la orden, sin esbozar ningún gesto que pudiera hacer sentir al general que el tono de sus palabras no era el apropiado para los servicios que ella le prestaba. Conocía perfectamente los sufrimientos por los que había pasado en tantas y repetidas ocasiones, pues muchas habían sido las misiones cumplidas siempre en defensa de la nación. De hecho no es que los supiese por voz de terceros, aún cuando era imposible haberse abstraído no sólo a la lectura sino a los innumerables actos de homenaje que el general había recibido. Los conocía de su propia voz pues, cuando su estado de ánimo era más relajado, gustaba de contarle como se habían desarrollado todas las misiones en las que había intervenido que, para los demás, tenían la consideración de actos heroicos.
Las consecuencias de aquel ataque a la base naval de Pearl Harbor había cambiado totalmente su vida, al igual que la de muchos de sus compatriotas. Su alistamiento, en su caso, no pudo decirse que fuera forzado. Era tal el odio que sentía que fue uno de los primeros de su pueblo en rellenar los papeles para, después de un duro adiestramiento, encontrarse destinado en primera línea de combate. Nadie le podía dar lecciones sobre el frío húmedo de la selva tailandesa cuando, destrozada su compañía y sin más comida que la encontrada en la jungla, soportó mil y una emboscadas de los “amarillos”. Es así como su tenacidad, sufrimiento y altas dosis de paciencia tuvieron su recompensa ya que, con sólo cuatro hombres más, lograron aniquilar a todos los componentes de la importante posición japonesa que obstaculizaba el avance de las tropas. Por esa acción, el alto mando tuvo a bien recompensarle con una nueva estrella que se sumaba a las condecoraciones ya recibidas por anteriores gestas en un acto público que tuvo que demorarse más de lo debido, consecuencia de su hospitalización por la fiebre tifoidea amén de otras importantes secuelas.
Cuando más orgulloso se sentía, sin lugar a dudas, era al relatar sus aventuras en el desierto africano y no por la importancia de las misiones, que sí la tuvieron, sino por haber estado a las órdenes directas del General Patton. Él si fue un verdadero héroe, por el que nunca había perdido su admiración a pesar de las, para él, injustas y cobardes críticas que le realizaron. A sus órdenes y a pesar de poner en elevado riesgo su vida, como la de sus soldados, logró paralizar la ofensiva de Rommel destruyendo varias de sus columnas. El desierto es muy duro para un soldado pues, a las altas temperaturas del día le siguen noches gélidas que dejan tu cuerpo en un estado casi inerte. Patton, antes de ser relevado en el mando para hacerse cargo de la invasión de Sicilia, solicitó nuevas recompensas para su persona pues todas las acciones realizadas habían sido de alto riesgo y habían tenido como consecuencia la victoria ante el enemigo.
La puerta de la habitación se abrió y la espigada señorita Morris avanzó lentamente hacia el lugar que ocupaba, cuidando de no hacer demasiado ruido con sus tacones.
- Disculpe general, el Secretario de Estado quisiera hablar un momento con usted pues, al parecer, tiene una excelente noticia que a buen seguro le agradará.
La señorita Morris, en voz más baja y ya cerca del oído del general aún cuando nadie más se encontraba en la habitación, le indicó: Por el sobre que porta en la mano creo que son noticias de
- Dígales que ahora no me encuentro en condiciones de recibirles. Estoy muy cansado y lo único que necesito, de una vez por todas, es que dejen reposar el cuerpo de este soldado.
- Señor, insistió ella, con todo el respeto creo que aceptar esta visita es una obligación para usted como soldado además de un honor.
- Señorita Morris, estoy ya muy viejo para recibir honores. Solo me interesa la visita del doctor, que por cierto ya se retrasa. Búsquele y que sea él, si lo cree conveniente, quién me traslade las noticias.
Pasaron unos pocos minutos y esta vez la puerta no se abrió con tanta delicadeza como lo haría la señorita Morris. El doctor, a juicio del general, era un buen soldado de su profesión. Serio, sin ambages, aunque siempre con un tono cariñoso se había ganado su confianza.
- Doctor, por favor, dígamelo ya. ¿cuál es el resultado de las pruebas?, inquirió el general.
- Tranquilo general, vayamos por partes.
El general ya denotaba que no eran buenas noticias. Por primera vez, en mucho tiempo, el doctor no iba al grano. Nunca le había escuchado esa expresión: “vayamos por partes”. El doctor hizo aparecer de dentro del sobre una nota, de la que al trasluz se divisaba el membrete y sello de
Por las mejillas del general se deslizaron unas lágrimas, no propias del soldado sino del hombre. Es así que, cuando pudo reponerse de ellas e intentando mínimamente incorporarse, le dijo al doctor
- Ahora ya sé, que el resultado de las pruebas es el que nos temíamos. ¿verdad, doctor?. Este soldado, por primera vez en su vida, le confiesa a un hombre: Me da miedo morir, doctor. Dígaselo usted, en persona, al Presidente y gentilmente rechace en mi nombre esta alta condecoración.
Magnífico relato...con un personaje severo y tierno...finalmente a la vez. Me ha gustado mucho. Feliz día del Pilar y besos
ResponderEliminarExcelente relato, parece que veo al general, en su sillón, rememorando sus batallas ganadas, así como llorando, este es un gesto de un hombre noble, es triste haber ganado tantas batallas, haberse expuesto tanto al peligro ante el enemigo, y morir después de un mal, pero por lo que se ve en tu relato el general lo acepta con resignación y valentía, y efectivamente, se confiesa como un hombre, ya resignado a su suerte, pero con fortaleza, con la fortaleza que dan las batallas.
ResponderEliminarCiudadano, como siempre tus relatos con mágnificos, un abrazo de esta ciudadana.
Madre mía, lo que se puede hacer en base a una frase.....Aplausos, sin duda alguna.
ResponderEliminarexcelente,cómo todos tus relatos...
ResponderEliminartienes la magia de ir llevando al lector,ponerlo en el lugar del actor principal y esperar ansioso el desenlace!!
felicitaciones,amigo
un abrazo y buena semana
Genial el relato, Ciudadano!
ResponderEliminarY es que, debe ser que un soldado sabe a lo que se expone. Y a pesar de haber estado en guerra casi toda su vida,
el miedo a morir de una enfermedad casi puede con él, no?
Besos, José Manuel!!
Winnie:
ResponderEliminarEfectivamente, he querido enmarcar al personaje con esas facetas. De hecho el título lo recoje de esta forma. Gracias por tu comentario (sigo teniendo problemas para acceder a tu espacio).
Un beso, ciudadana.
Demófila:
Resignación, valentía fortaleza. Estoy de acuerdo contigo y con ese punto de vista. Es halagador que vosotros, los lectores, encontréis tan diversos aspectos del personaje.
Muchas gracias por tu comentario. Un beso, ciudadana.
Menda:
Es verdad, vaya rollo para solo una frase ehhh jajaja. Me alegro que te haya gustado. Un beso, también para tí, ciudadana.
Adrisol:
Mi magia, supuesta claro, es que os involucreis en el persosnaje. Cierto es que, si puedo, dejaré la incertidumbre del final. Muchas gracias por tu comentario. Un beso, ciudadana solidaria.
Lourdes:
Creo que siempre un soldado (tomado en el concepto descrito) sabe a lo que se expone aunque no quiera pensar en ello pues es su honor el que se debate. No es exactamente miedo a morir, sino reconocer que ya como hombre (no como soldado) no es merecedor de ningún honor militar. Pero estas percepciones quedarán para vosotros.
Gracias por tus palabras. Un beso, diablillo.
que mania de darle honores a la gente cuando esta muerta o a punto de morise a la gente hay que condecorarla en vida esto me recuerda que el otro dia se murio Luis aguile y deian que casi en la ruina y nadie se habia caordado de el y el dia de su muerte a bombo y platillo no es justo.
ResponderEliminarUn relato magnifico un abrazo!!!
PLAS, PLAS, PLAS.... a tus pies ciudadano!!
ResponderEliminarUna vez más me has sorprendido!!...
El miedo... uno enemigos más difíciles de combatir.
Un besote!!
Me has tenido intrigada, José Manuel. Has sabido llevar el relato muy bien. El miedo es un sentimiento inherente a todos los seres y uno de los más profundos.
ResponderEliminarSaludos desde La ventana de los sueños.
Muy bien complementadas en el mismo personaje el matiz tierno y duro, además, es así en la vida diaria, no somos de una sola manera, somos muchos en nosotros mismos.
ResponderEliminarUn abrazo ciudadano, desde Melilla a Marbella.
Carlos Hugo Becerra
Gracias, José Manuel, por tus palabras, me alegro que te haya gustado mi poesía, así como la música, pero soy contraria a tu opinión, creo a todo le hace falta una buena música, le da vida.
ResponderEliminarGracias otra vez, ciudadano, felices sueños, saludos a tu mujer, dale un besito de mi parte.
tienes una imaginacion digna de admiracion...el relato es sensacional...me encanto de veras...y me dio hasta pena...un beso señor del bar clays...
ResponderEliminarEres bueno escribiendo,me ha gustado muy interesante, volveré a visitarte.
ResponderEliminarUn besito.
Conozco Marbella soy de Algeciras
Como casi siempre, por orden inverso, que me es más fácil:
ResponderEliminarGeni:
Gracias por tu visita y dejar tu huella aquí. Por supuesto estás invitada cuando quieras pues de Algeciras a aquí, hay poquita distancia.
Alijo-dós:
La pena es innata al hombre; la imaginación también. Gracias ciudadano por tus palabras.
Demófila:
La vida ya es música pero, es cierto, que acompañada de nuevas notas brilla, a veces, más que el sol. Un beso, ciudadana.
Carlos Hugo Becerra:
En muchas ocasiones nuestras corazas son simplemente externas aunque siempre hay un agujerito por dónde entra la sensibilidad.
Gracias por tus palabras ciudadano melilense.
Anabel Botella:
Gracias, escritora, por tus palabras y por tu vuelta. ¡Miedo!. ¿De verdad que nadie tiene miedo a morir? Pero la respuesta solo tendrá validez cuando llegue su momento.
Un beso, ciudadana Anabel.
alma máter:
Eres un cielo. Yo te tengo que dar a tí esos PLAS,PLAS,PLAS por tu frescura. Me alegro que, de nuevo, te haya sorprendido. Un beso, ciudadana.
Estela:
Estoy de acuerdo contigo. Además a nadie le pueden dar honor, pues ese es tuyo propio, sino más bien reconocimiento que -casi siempre- llega tardío.
Un beso, ciudadana. Gracias por tus palabras.
Ufffffffffffff... Tremendo cierre. Me pongo de pie y lo aplaudo. Realmente, precioso!!!!!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo para ti.
Ciudadano, esto es una obra de arte.
ResponderEliminarDa para hablar de muchas cosas, aunque me considero poco belicoso, pero debajo de esa vieja armadura hay un hombre, con sus virtudes y sus defectos.
Podemos hablar de valor, honradez, honestidad... y de como no debe aceptarse una medalla al valor cuando se tiene miedo.
Magnífico.
Un fuerte abrazo,
FABULOSO MAGNÍFICO, ME FALTAN APELATIVOS.
ResponderEliminarTe estás haciendo grande escribiendo.
El final es apoteósico.
Besitos cielo