Por José Manuel Beltrán
Aún cuando no habían descansado lo suficiente sus miradas se cruzaron delatando, de forma urgente, una necesidad de auxilio mutuo. El reposo, ahora siempre más que merecido, era insuficiente y su alimentación había dejado, desde hace mucho tiempo, de ser la natural. En demasiadas ocasiones ni siquiera existía, sin que lograran ambos llegar a entender el por qué de ese olvido.
A pesar del evidente cansancio físico tenía ganas de desahogarse y es por eso por lo que inició la conversación, ya advirtiendo que lo que contaba le había sido transmitido por su progenie, matizando además que ellos tuvieron la misma forma de conocimiento. Ya sólo por ese hecho, la atención de su compañero fue absoluta.
- Me contaron, y así lo hago yo ahora contigo, que nuestros ancestros más remotos provenían de Eurasia aún cuando, como suele ocurrir con todas las razas, después se fueron expandiendo por espacios más amplios y diversos. Quizás no llegamos nunca a tener el reconocimiento deseado pero lo que no deja lugar a dudas es que resultábamos simpáticos y ocasionábamos menos problemas, tanto de espacio como de alimentación, que otros. Nuestra libertad se ha ido empequeñeciendo con el paso del tiempo, ¡quizás a otros les ha ocurrido lo mismo!, pero nosotros hemos terminado peor parados.
Ante tal historia, los grandes ojos del compañero no se cerraban. Si acaso, dada la incómoda postura en que se encontraban, el relato solo quedaba interrumpido para propiciar un leve estiramiento de sus músculos, que ya de por sí se hacía difícil por el lugar dónde se encontraban.
- ¡Fíjate!, le dijo, que nunca hemos puesto impedimento para soportar ningún tipo de carga y eso que, en muchas ocasiones, era harto pesada y totalmente desmesurada en relación a nuestro cuerpo. Aún así, soportando excesivos tirones de nuestro cabello, hemos continuado nuestro camino de la misma forma que un sendero de camellos atraviesa el desierto. Nos hemos aclimatado a cualquier lugar y hemos sabido salir, por nuestras capacidades innatas, de rutas realmente peligrosas en su acceso.
- También otros han tenido mejor suerte, le contestó su amigo. Yo hace tiempo que pude ver –de forma breve- como se encontraban acicalados, limpios, bien alimentados y sus rostros denotaban mayor felicidad que, por supuesto, la que tú y yo ahora disfrutamos.
- Sí, lo sé. Siempre en esta vida tiene que haber afortunados. Lo que no entiendo es por qué nos ha tocado a nosotros, aunque eso ahora ya da igual. Pero si me gustaría saber hasta cuándo o, por lo menos, que nuestro trabajo tuviese un mayor reconocimiento. Todos parecen contentos con nosotros, pero me da la impresión que, incluso por los más pequeños, somos tratados como títeres.
No les dio más tiempo para acabar su conversación. Súbitamente se abrió la puerta del pequeño espacio que compartían. Una voz hosca y desagradable les indujo a levantarse ya no solo con la voz sino también con empujones. Ellos dos fueron los últimos. Tendrían que aguantar, durante muchas horas, un recorrido circular y aburrido no exento de pellizcos y estiramientos bruscos de sus cabellos. Quedaron ambos alineados en la formación ya instalada. Esta vez les colocaron en el lugar más lejano de una casetilla que tenía instalado un cartel que, de por sí, odiaban. En él se podía leer: Día especial de la Feria: Por sólo 5 euros, niños y mayores, disfruten de un paseo montado en un póney.
Aún cuando no habían descansado lo suficiente sus miradas se cruzaron delatando, de forma urgente, una necesidad de auxilio mutuo. El reposo, ahora siempre más que merecido, era insuficiente y su alimentación había dejado, desde hace mucho tiempo, de ser la natural. En demasiadas ocasiones ni siquiera existía, sin que lograran ambos llegar a entender el por qué de ese olvido.
A pesar del evidente cansancio físico tenía ganas de desahogarse y es por eso por lo que inició la conversación, ya advirtiendo que lo que contaba le había sido transmitido por su progenie, matizando además que ellos tuvieron la misma forma de conocimiento. Ya sólo por ese hecho, la atención de su compañero fue absoluta.
- Me contaron, y así lo hago yo ahora contigo, que nuestros ancestros más remotos provenían de Eurasia aún cuando, como suele ocurrir con todas las razas, después se fueron expandiendo por espacios más amplios y diversos. Quizás no llegamos nunca a tener el reconocimiento deseado pero lo que no deja lugar a dudas es que resultábamos simpáticos y ocasionábamos menos problemas, tanto de espacio como de alimentación, que otros. Nuestra libertad se ha ido empequeñeciendo con el paso del tiempo, ¡quizás a otros les ha ocurrido lo mismo!, pero nosotros hemos terminado peor parados.
Ante tal historia, los grandes ojos del compañero no se cerraban. Si acaso, dada la incómoda postura en que se encontraban, el relato solo quedaba interrumpido para propiciar un leve estiramiento de sus músculos, que ya de por sí se hacía difícil por el lugar dónde se encontraban.
- ¡Fíjate!, le dijo, que nunca hemos puesto impedimento para soportar ningún tipo de carga y eso que, en muchas ocasiones, era harto pesada y totalmente desmesurada en relación a nuestro cuerpo. Aún así, soportando excesivos tirones de nuestro cabello, hemos continuado nuestro camino de la misma forma que un sendero de camellos atraviesa el desierto. Nos hemos aclimatado a cualquier lugar y hemos sabido salir, por nuestras capacidades innatas, de rutas realmente peligrosas en su acceso.
- También otros han tenido mejor suerte, le contestó su amigo. Yo hace tiempo que pude ver –de forma breve- como se encontraban acicalados, limpios, bien alimentados y sus rostros denotaban mayor felicidad que, por supuesto, la que tú y yo ahora disfrutamos.
- Sí, lo sé. Siempre en esta vida tiene que haber afortunados. Lo que no entiendo es por qué nos ha tocado a nosotros, aunque eso ahora ya da igual. Pero si me gustaría saber hasta cuándo o, por lo menos, que nuestro trabajo tuviese un mayor reconocimiento. Todos parecen contentos con nosotros, pero me da la impresión que, incluso por los más pequeños, somos tratados como títeres.
No les dio más tiempo para acabar su conversación. Súbitamente se abrió la puerta del pequeño espacio que compartían. Una voz hosca y desagradable les indujo a levantarse ya no solo con la voz sino también con empujones. Ellos dos fueron los últimos. Tendrían que aguantar, durante muchas horas, un recorrido circular y aburrido no exento de pellizcos y estiramientos bruscos de sus cabellos. Quedaron ambos alineados en la formación ya instalada. Esta vez les colocaron en el lugar más lejano de una casetilla que tenía instalado un cartel que, de por sí, odiaban. En él se podía leer: Día especial de la Feria: Por sólo 5 euros, niños y mayores, disfruten de un paseo montado en un póney.
Angelicos los ponys!
ResponderEliminarQue, desde luego, si pudiéramos escuchar las conversaciones que tienen los bichos en los circos y en los zoos, no serían muy diferentes de ésta.
Menos mal que mi José Manuel nos transcribe una de ellas aquí, que si no...
jejeje
Un beso, ciudadano!
Lo iba leyendo e iba pensando...quien habla quien será....y finalmente unos lindos y probablementye nada bien tratados animales domesticos....Pobriños...la vida es un circo y los tenemos en medio..Me ha encantado José Manuel. Besos de esta ciudadana
ResponderEliminarPor fin se ha logrado que deje de haber animales en los circos. Supongo que los antiguos gladiadores también se les veía felices cuando eran aclamados a pesar de las heridas. En eso hemos evolucionado, pero hay más.
ResponderEliminarHemos de clamar por una vida y muerte dignas de cualquier ser vivo; es fundamental para nuestra reintegración en el orbe natural.
Así que estoy de acuerdo con que deje de haber animales en los circos. Ahora hay que ir por los animales de feria y los toros (sobretodo a por el toro de la vega, de mis vecinos de Tordesillas)
Un abrazo,
Me fascina cuando escribes relatos y lo sabes, por eso te agradezco doblemente que me avisaras.
ResponderEliminarSimplemente maravillosa, corta eso sí, para que nos vamos a engañar. Y además me ha traído recuerdos de una redacción con la que gané, en mis años escolares, un concurso de Coca-Cola, siendo el protagonista un río, contado desde su perspectiva y en primera persona.
Gracias Doñito, de corazón.
Besitosssssss
Una historia emotiva y la verdad esperaba algo así...Pero no por ello me ha sorprendido menos...Me gustó mucho la historia no asi el que utilicen a los ponys como atraccion de feria...Un abrazo..
ResponderEliminarAlijodos:
ResponderEliminarCualquier ser vivo nos tiene que motivar y hacer sentir emociones. Gracias por tu comentario y tu sensibilidad.
Montse:
Gracias Montse por esa fascinación que me demuestras. Me alegra que hayas revivido momentos antaños y de premios, y lo de corta, ya lo avisé.
Un besito doñita.
TitoCarlos:
Este fin de semana estuvimos en Tarifa. Allí terminaban las fiestas. En el ferial, cuando pasabamos por los "cacharros" de los crios me fijé en esa ¿atracción?. Me quedé un buen rato mirando los póneys. Me fijaba en sus ojos, en sus gestos. Ese fue el momento de de inspiración del relato. Es un homenaje a ellos y a nuestras pobres conciencias.
Un abrazo, Tito. Gracias por tu comentario.
Winnie:
Gracias cielo por tus palabras. Quise hacerlo en primera persona y con una cierta intriga (quizás ya habitual en mí) para intentar manteneros, hasta el final, con interés sobre lo escrito. Bonitas palabras que me dedicas y te lo agradezco.
Lourdes:
Gracias diablillo.Tú ya me conoces un poquillo y ya adivinas desde el comienzo ¿o nooo?. Es una verdadera pena esta utilización que, bajo mi punto de vista, no debería estar prmitida.
Un besito ciudadana.
jajajajajajaja... Inesperado ese cierre. Bravo!!!! Te luciste!!!!!!!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Nota: Y no seas celoso, es que tu mujer escribe mejor... jajajajajajajaja... sólo bromeo. Mi respeto para los dos y un gran abrazo. A los dos se les estima por igual.
Ver estos animalitos amarrados, dando vueltass circularmente para divertimento del público, cuánto menos me da pena.
ResponderEliminarSi puedieran hablar probablemente pedirían libertad.
Has tratado con mucha delicadeza el tema haciendo un relato gentil.
Besitos cielo
¡Me ha encantado!¡estupendo relato!.
ResponderEliminarComo la vida misma, todos somos un poco titeres como los pobres poneys.
Un saludo
buena historia contada magistralmente!!
ResponderEliminarno sabía quienes eran los principales actores.....
un abrazo
Muy bueno el relato , te has metido muy bien en su piel, los pobres desde luego a veces padecen demasiado.. Y claro los vemos en la feria tan bonitos y graciosos y no pensamos en que no son libres o no viven en unas condiciones mínimas.
ResponderEliminarOjalá ningún pony sufriera como los del relato.
besos
Éste verano trajeron un circo a mi pueblo, tenian leones y tigres, mi peque quiso ir a verlos, pero me negué, no pago por ver animales en ese estado.
ResponderEliminarBuen relato ciudadano!!
Tienes una cosita en mi blog, ya se ya seeee no quieres regalitos..... peroooo no pude contenermee!!! jajajaj
un besitoooo
Anda!!! Yo que ando despistada a punto de salir de viaje no he caido hasta el final en quienes eran los conversantes. Pobres ponys de feria.
ResponderEliminarPrecioso relato, ciudadano!!!!!
ResponderEliminarPobres animales....
Un beso!!
Mil disculpas por haber llegado tan tarde, es que estos días estoy bastante complicado.
ResponderEliminarEl relato es fabuloso, plasma de una manera tan particular lo que sería la triste vida de los animales en un circo. El escrito tiene estilo y un clima intimista en los diálogos que lo enriquece mucho. Buenísimo.
Muchas gracias por tu visita, aunque ya lo dije, mi invitado es todo un talento.
BESOTES CIUDADANOS.
Hola! que no comente no quiere decir que no le visite, ruego me perdone por tal "grosso error" jejeje.
ResponderEliminarVeras, llevo desde el mes de junio hasta este septiembre con mucho trabajo ya que combino dos trabajos y me faltan horas al dia. Tambien las dos últimas semanas he estado de vacaciones!!
Nada, que esta es la primera semana que estoy delante del ordenador y me cuesta ponerme al día ya que estoy trabajando en un proyecto nuevo para mis blogs.
Sin mas... Ruego me perdone.
Un abrazo,
¡Qué incognita hasta el final del relato!, no sabía quienes hablaban, un final inesperado, lo has hecho muy bien, buen trabajo, ciudadano.
ResponderEliminarPobres ponis, no los entendemos, pero hablan solo con su mirada, reflejan tristeza y cansancio, aunque no lo creamos los animales se comunican con nosotros con sus ojos, solo hay que entenderlos.
Vueltas, vueltas y vueltas, soportando todo el jaleo del circo, siempre en el camino, sin descansar, la conversación que en tu entrada reflejas entre ellos parece verídica, es lo mismo que hablariamos los humanos si estuvieramos en su caso.
Bonita entrada, sensible, has conseguido que entendamos el sufrimiento de estos pobres animales.
Buenas noches, ciudadano, que sueñes con los angelitos, y tengas, muy felices sueños.