martes, 26 de mayo de 2009

El destino ( II Parte ). Relato.



El curso no comenzó hasta bien avanzado Septiembre. No hubo presentaciones ni ningún otro prolegómeno que hiciese retardar el contenido de las materias, pues ya no se encontraban en edades escolares. El catedrático de Física hizo su entrada al aula vestido con una bata blanca. Fueron muchos los que dudaron si realmente estaban en la clase correcta. Esther se encontraba en la segunda fila y, por más que giraba su cabeza a todos los lados, menos al frente, no lograba encontrar a Rafael. Durante todos esos días había reforzado no solo su visión sino también sus sentimientos, hacia ese espigado muchacho. Si de un deber de confesión se tratara, no tendría más remedio que reconocerlo, pues su corazón sentía un hormigueo como nunca antes le había ocurrido. Pasaban ya más de diez minutos desde que la clase había comenzado cuando la puerta del aula se abrió dando entrada a Rafael y otra alumna. Ambos venían jadeando de tal manera que fue difícil acertar a escuchar correctamente la disculpa hacia el profesor. Pero éste, impasible, les cortó todavía más la respiración al escuchar lo que ya parecía una sentencia.
-- Señorita y caballero. Si ustedes no son capaces de mostrar interés por los diez primeros minutos de su curso ¿qué puedo esperar del resto del año?.
-- Disculpe, señor, no nos queda más remedio que esperar al examen final para tener la solución--, le respondió Rafael.
La clase, incluida Esther, soltó una carcajada que en nada satisfizo al profesor pues su respuesta fue la de rellenar el encerado con tal magnitud de fórmulas que cortó de raíz el murmullo generalizado.

No fue hasta la salida de la última clase cuando ambos pudieron coincidir. Tenían que tomar el mismo autobús para el regreso al domicilio familiar, aún cuando Esther agotaba hasta su final el recorrido. Fue en ese autobús cuando ella le recordó que tenía una deuda pendiente. Rafael no le quiso aceptar el dinero, aún cuando formaba parte de sus escuálidos ahorros, lanzándole otro ofrecimiento. Sería ella quién decidiera, cuándo y cómo se gastarían ambos las veinticinco pesetas, en cualquier fin de semana. Esther no salía de su asombro y antes que llegara la parada de Rafael le preguntó: ¿Me estás pidiendo una cita?. Rafael, le sonrió y sin que ella pudiera, ni realmente quisiera, evitarlo recibió un beso en su mejilla mientras le dijo al oído: No, no es una cita. Es una inversión para mi futuro y estoy seguro que tú sabrás administrarla bien. Nada más llegar a casa, Esther, se disculpó con su madre evitando la cena. En su habitación, abrió su libro preferido y junto con una rosa seca que ya llevaba mucho tiempo aprisionada entre los pliegues de las hojas, depositó el billete de veinticinco pesetas no sin antes darle un profundo beso.

Faltaban ya pocos días para las vacaciones de Navidad. Por las paredes exteriores del instituto aparecieron multitud de carteles, en nada profesionales pues se notaba que habían sido confeccionados manualmente, en los que se invitaba a la asistencia de un guateque. Habría bebidas y música, aunque para este último menester se solicitaba la colaboración de todos, con una indicación tan clara como expresiva: “Por favor, cuanta más lenta mejor”. Esther y Rafael habían pasado ya muchos momentos juntos, incluso compartían grupo de estudio, pero no fue hasta el día previo al guateque cuando Rafael le propuso acompañarle. El local, adornado muy modestamente, disponía de poca luz natural. Se acomodaron en uno de los rincones y no tardaron mucho en reunir sus cuerpos acompañados de una música intimista. Fue ella quien entrecruzó sus brazos por detrás de la nuca de Rafael haciéndole sentir un ligero roce de su cuerpo contra su pecho. Rafael deslizó una de sus manos traspasando la horizontal de la cintura de Esther ejerciendo una delicada presión. Los dos cuerpos se dejaron llevar como si de uno solo se tratara. Y así estuvieron, casi sin gastar dinero en bebida, hasta el final de la tarde sin que mediaran muchas palabras, que sí provocadoras miradas.

* * * * * *

Allá por 1.976, los españoles estaban viviendo uno de los momentos más añorados de su reciente historia. Después de más de cuarenta años de dictadura las puertas de la democracia se abrirían, de par en par, una vez conocidos los resultados electorales de las primeras elecciones democráticas después de la República. Todos los colegios se encontraban custodiados por las fuerzas de seguridad. Dentro de ellos miles y miles de papeletas, incluidas las del Partido Comunista, estaban dispuestas para ser introducidas en urnas que, una vez abiertas al final de la jornada electoral, darían un resultado que se podría definir, fuese cual fuese, ilusionante para todos.

La muerte de Franco, tan solo diecinueve meses antes de esa fecha, había puesto el punto final a muchas locuras del régimen. Una de las últimas había sido poner en estado de alerta a todo el conglomerado militar ante lo que se denominó “La marcha verde”. Miles y miles de soldados fueron desplazados para contener la marea de gente que, del lado marroquí, intentaban reivindicar posesiones que a criterio de su Rey les pertenecían. Como ayudante de uno de los generales figuraba un capitán que había ganado ya alguna recompensa militar por heroicos actos. Su apellido, Luque. De nombre, Rafael. Ahora, retirado del servicio por su propia iniciativa, había sido encargado por causa del sorteo celebrado en el Ayuntamiento, Presidente de la mesa electoral de una de las mesas. Realmente no había sido un sorteo casual. En esa mesa debía efectuar su derecho al voto, y seguro que lo haría, el que aparentemente daban como ganador de las elecciones. Ni más ni menos que Adolfo Suárez. Es por ello que se consideró adecuado que una persona, con supuesta mayor solvencia que cualquier ciudadano normal, fuese el presidente de esa mesa.

* * * * * * *

Esther y Rafael decidieron dar un paso adelante en su relación. El curso había finalizado y ambos habían conseguido, con suficiencia, su derecho a entrar en la Universidad. Rafael quería ser ingeniero y, después de tener en su mano todas las calificaciones, se fue al despacho del profesor de Física para agradecerle las enseñanzas recibidas durante todo el año. El profesor le felicitó a la vez que le dijo: “Luque, procure usted el próximo año no perderse los primeros diez minutos de mi clase”. Esther ya tenía decidido, desde hacía mucho tiempo, que su vocación era la de ser médico. Lo celebraron a lo grande, pero en la intimidad. Rafael había reservado una habitación en un hotel de las afueras y allí, al igual que en las películas, colocaron el cartel de “No molesten” para disfrutar de una velada desenfrenada de sexo.

( Continuará ….. Parte III y final)

7 comentarios:

  1. Ves? Hoy sí me he enterado... Debe ser que estoy más despierta esta noche.
    Es que anoche, confundí a Rafael con Julián, y en un momento, ya no supe quién era quién.

    Ale, esperaremos al desenlace de este relato. Que está guay, sabes?

    Besos, Ciudadano!

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  2. guauuuuu !!

    cómo vá esta historia!!!!
    mas encuentros entre esther y rafael.....

    aquí estaré esperando cómo sigue!!!

    un abrazo

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  3. Una historia de amor en toda regla... preciosa espero que haya tercera parte ya estoy enganchada..

    Un abrazo!!

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  4. Me suena que esta historia, basada en hechos reales, la tenias guardada, escondidita, y por fín, podemos disfrutarla.
    Continúa compañero, es estupenda...

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  5. Una historia estupenda, José Manuel. Esperaremos al final, pero sn de ese tipo de historias que no me importarían que fueran más largas porque dan de sí.
    Saludos desde La ventana de los sueños.

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  6. Deseando conocer el final del relato.
    Un abrazo de una ciudadan@ de Marbella

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  7. Esto se pone cada vez mucho mejor!!!!!

    BESOTES CIUDADANOS

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