Por José Manuel Beltrán
Muy a menudo naufragamos en exceso con nuestras ideas, así como con los ideales, en el inmenso océano que es nuestro cerebro. Cuando así sucede, lamentablemente en muchas más de las ocasiones de las que uno quisiera, la confrontación entre la realidad y lo que por ideal debiera ser, supone un fuerte golpe a nuestras conciencias. Ya no solo se trata de idealismos sustentados en mayor grado sobre la utopía, sino de hechos flagrantes que no tienen, o dejan de tener por mor de otro tipo de intereses, una respuesta acorde a la norma establecida. Ejemplo de ello lo encontramos cuando queriendo desarrollar el ideal utópico hablamos del amor, del hambre en el mundo, o de la felicidad o infelicidad, por citar solo unos conceptos. Para estos casos, es imposible encontrar la norma establecida que nos permita penalizar al infractor y solo será nuestra conciencia quien dictamine sentencia. Pero nuestra conciencia también tiene límites y estos se encontrarán cuando choquen frontalmente, en mayor o menor grado, con nuestros intereses particulares, máxime cuando los seres humanos somos verdaderos expertos en echar “balones fuera”.
Hablamos de hambre pero no somos capaces ni valientes para compartir nuestras provisiones, y las futuras con capacidad para adquirir, con aquellos que realmente no las tienen o que les cuesta tenerlas. Hablamos de amor y nos escudamos en nosotros mismos para, después de aparentar una buena predisposición tan solo coloquial, desvanecernos con excusas vacías de contenido, pues ya sabemos que todos tenemos déficit de ello para, como máximo, mostrar una leve sonrisa de hipócrita comprensión pero de nula efectividad en la ayuda real. Y todo, porque se ponen a prueba nuestros límites e intereses personalistas. Porque ceder en demasía de nuestros recursos nos hará más débiles. Porque, siempre miramos al vecino para comprobar si él hará lo mismo y, como tampoco será el caso, tendremos la excusa perfecta para enfrentar a nuestro ideal con nuestra realidad y así la conciencia quedará vacía de contenido.
Otro tipo de confrontación de nuestra conciencia se da con aquéllos conceptos que sí tienen regulación de norma. Cuando, incluso al amparo de sentencias judiciales favorables a la restitución del bien común y basadas en la lucha del cumplimiento de lo lícito, el poderoso no acata la norma diluyéndola en el tiempo. Ahí nuestro ideal, compartido en el primer esfuerzo con muchos otros, se desvanece en primer lugar por la frustración de parte de los individuos en poder llegar, más bien tarde, a conseguir el objetivo lícito.
Somos personajes con un alma por careta que se acomoda tanto a la tragedia, como a la comedia, al drama y, en la mayoría de las ocasiones, a la tragicomedia. Somos marionetas de nosotros mismos con unos hilos pendulares que nos conducen al aburrimiento, a la desidia y a la comodidad. Somos ilusionistas, por cambiar continuamente la realidad a visiones que nos interesan a nosotros mismos. Somos unos peleles alejados de lo ético, de lo moral, de lo justo, salvo cuando a nosotros y solo a nosotros nos interese. Somos unos ciudadanos sin conciencia de lo lícito.
Salud, ciudadanos.
Muy a menudo naufragamos en exceso con nuestras ideas, así como con los ideales, en el inmenso océano que es nuestro cerebro. Cuando así sucede, lamentablemente en muchas más de las ocasiones de las que uno quisiera, la confrontación entre la realidad y lo que por ideal debiera ser, supone un fuerte golpe a nuestras conciencias. Ya no solo se trata de idealismos sustentados en mayor grado sobre la utopía, sino de hechos flagrantes que no tienen, o dejan de tener por mor de otro tipo de intereses, una respuesta acorde a la norma establecida. Ejemplo de ello lo encontramos cuando queriendo desarrollar el ideal utópico hablamos del amor, del hambre en el mundo, o de la felicidad o infelicidad, por citar solo unos conceptos. Para estos casos, es imposible encontrar la norma establecida que nos permita penalizar al infractor y solo será nuestra conciencia quien dictamine sentencia. Pero nuestra conciencia también tiene límites y estos se encontrarán cuando choquen frontalmente, en mayor o menor grado, con nuestros intereses particulares, máxime cuando los seres humanos somos verdaderos expertos en echar “balones fuera”.
Hablamos de hambre pero no somos capaces ni valientes para compartir nuestras provisiones, y las futuras con capacidad para adquirir, con aquellos que realmente no las tienen o que les cuesta tenerlas. Hablamos de amor y nos escudamos en nosotros mismos para, después de aparentar una buena predisposición tan solo coloquial, desvanecernos con excusas vacías de contenido, pues ya sabemos que todos tenemos déficit de ello para, como máximo, mostrar una leve sonrisa de hipócrita comprensión pero de nula efectividad en la ayuda real. Y todo, porque se ponen a prueba nuestros límites e intereses personalistas. Porque ceder en demasía de nuestros recursos nos hará más débiles. Porque, siempre miramos al vecino para comprobar si él hará lo mismo y, como tampoco será el caso, tendremos la excusa perfecta para enfrentar a nuestro ideal con nuestra realidad y así la conciencia quedará vacía de contenido.
Otro tipo de confrontación de nuestra conciencia se da con aquéllos conceptos que sí tienen regulación de norma. Cuando, incluso al amparo de sentencias judiciales favorables a la restitución del bien común y basadas en la lucha del cumplimiento de lo lícito, el poderoso no acata la norma diluyéndola en el tiempo. Ahí nuestro ideal, compartido en el primer esfuerzo con muchos otros, se desvanece en primer lugar por la frustración de parte de los individuos en poder llegar, más bien tarde, a conseguir el objetivo lícito.
Somos personajes con un alma por careta que se acomoda tanto a la tragedia, como a la comedia, al drama y, en la mayoría de las ocasiones, a la tragicomedia. Somos marionetas de nosotros mismos con unos hilos pendulares que nos conducen al aburrimiento, a la desidia y a la comodidad. Somos ilusionistas, por cambiar continuamente la realidad a visiones que nos interesan a nosotros mismos. Somos unos peleles alejados de lo ético, de lo moral, de lo justo, salvo cuando a nosotros y solo a nosotros nos interese. Somos unos ciudadanos sin conciencia de lo lícito.
Salud, ciudadanos.
Excelente post. Somos individualistas, y como tal, vivimos para y por nosotros mismos, sin importarnos que sucede a nuestro alrededor.
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario, siempre tan generoso!
BESOTES CIUDADANOS Y BUENA SEMANA!
Excelente post. Somos individualistas, y como tal, vivimos exclusivamente para y por nuestras necesidades, sin importarnos nuestro alrededor.
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario, siempre tan generoso!
BESOTES CIUDADANOS!
Hola ciudadano, por fin has vuelto, te echaba mucho de menos.
ResponderEliminarNo he leido tu entrada, es tarde, y estoy cansada, mañana la leeré detenidamente y te daré mi opinión, como siempre.
Solamente vengo a devolverte tu visita, después de tanto tiempo sin leernos, ni comunicarnos, veo que te ha gustado mi poema, los besos, los labios.., eso lo podemos hacer todos, el amor es universal.
Ahora mismo estoy sudando, el calor de esta noche es agotador, parece que hoy no ha refrescado como otros días, pero pronto tendremos el clima de nuestro pueblo, que no es universal, sino exclusivo de MARBELLA.
Un beso, de esta ciudadana que se alegra de que la hayas visitado, por Marbella y para Marbella.
Hasta mañana, ciudadano.
Tú lo has dicho. Y nadie lo rebatirá, ciudadano.
ResponderEliminarPor que el ser humano es egoista por naturaleza amigo y todos somos capaces de denunciar pero muy pocos somos capaces de implicarnos, no en grandes situaciones, sino en el día a dia y con el vecino de al lado...el caso es que commo bien dices la mayoria estamos faltos de conciencia y vacios de valores eticos y morales ...Y todo esto es el principio del fin de esta civilizacion superadelantada y modernizada pero profundamente deshumanizada...saludos ciudadano...
ResponderEliminarHoy no puedo estar más de acuerdo contigo ciudadano!!! Lo has bordado!.
ResponderEliminarMe alegra verte por aqui otra vez!!
Un bes.
Excelente artículo. Tu mensaje me ha recordado al que escribí, durante la época del gilismo, para una Revista digital de Psicología.
ResponderEliminarEn el artículo analizaba que solo disponemos de tres principios para la ética:
1. El político o social: haz el bien por temor a la Ley,
2. El religioso: haz el bien por temor a la Ley de Dios,
3. El humano: haz el bien por amor propio y amor a los demás.
Y concluía que para que seamos seres humanos evolucionados tenemos que aprender a desarrollar una ética humana basada en el amor propio y amor a los demás.
Bss
Hola Ciudadano,
ResponderEliminarRealmente te noto un tanto negativo respecto al ser humano y sus convicciones morales o eticas. Hombre, yo no meto a todo el mundo en el mismo saco, hay personas de moral intachable y altos valores morales (aunque a veces no coincidan con los generales).
Me gusta mucho el comentario que te hace Alijodos, da en la llaga. Saludos ciudadano
Jo, si ya te lo decía ayer... Estás como cabreao.
ResponderEliminarTe habrás cruzado con alguna criatura falta de ética y sin moral. Que sí, es cierto, hay muchos.
Pero tb hay alguno que los lleva por bandera(menos mal).
Pues, mira, cuando te encuentres con alguno que rebose moralidad, ética y principios, escribe un post acorde con él, vale?
Besos, Ciudadano!!
Hola ciudadano, he cumplido lo prometido, he vuelto a leer tu entrada.
ResponderEliminarLlevas razón, aunque tu entrada es un poco fuerte, la verdad, sólo ves lo negativo en los demás, todos tenemos partes buenas y malas, pero creo, que todo lo que examinas en tú entrada, está propiciado por los tiempos que corren, efectivamente llevamos caretas, pero ante los demás, para engañar, pero no nos podemos engañar a nosotros mismos.
Hoy solamente prima el consumismo, y la falsa apariencia, no sentimos el dolor ajeno, ni ayudamos a nuestros conciudadanos, no tenemos sensibilidad.
Creo que me he puesto tan pesimista como tú, por empatía, me has pegado tu pesimismo.
Un beso, ciudadano, espero encontrarte más alegre en la próxima visita.
Hasta pronto.
"Cuanto mas conozco a los hombres, mas quiero a mi perro", dijo el sabio.
ResponderEliminarRealmente cuanto mas conocimiento adquirimos de los demás, mas nos conocemos a nosotros. El sabio venía a decir que somos así, y si lo piensas demasiado, reniegas de la humanidad.
El hombre es insociable por naturaleza, y solo creó la sociedad para defenderse de ataques externos... sin pensar en los internos.
Particularmente creo que evolucionamos para independizarnos de la naturaleza, y solo se logrará cuando arranquemos de nuestra cultura lo que nos queda de animales.
Un abrazote,
Premisa general:
ResponderEliminarReconozco que una parte de mi artículo, sobre todo la final, contiene una dureza ¡quizás excesiva! sobre el comportamiento del ser humano. No quiero que nadie se sienta ofendido por ello, sobre todo quienes (serán muchos) intentan lo máximo posible para que su ideal y principios sean acordes con los hechos reales. Caso de no ser así, personalmente pido disculpas por esta exacerbación.
¡No!. No me encontraba ni negativo ni enfadado. Realmente peco de optimismo, pues pienso que todo problema siempre tiene vías de solución pero, a veces, es necesario dar un puñetazo en la mesa y decir ciertas cosas más claras. O mirarte al espejo y, sin excusas, preguntarte ¿Realmente yo puedo hacer algo más?.
Pensaba responder a cada uno de vosotros, como de costumbre, pero ya me he enrollado bastante y, por suerte para mí, he leído vuestros comentarios que califico de excelentes. Ya sólo con ellos sale un nuevo artículo.
Gracias, de verdad, ciudadanos por vuestra generosa aportación.
No hace falta que nos respondas a cada uno de nosotros, llevas razón en la entrada y en tu contestación a nuestros comentarios.
ResponderEliminarLa verdad, hay que decirla siempre, cara a cara, a tí mismo y a todas las personas que se lo merezcan, de este modo, creo que se arreglan los problemas y malentendidos.
La dignidad, lo primero de una persona, que no tiene precio, al menos para mí, creo que la mía la conservo intacta, al menos hasta la fecha.
¿Qué más te voy a decir que tu no hayas puesto en tu entrada?, sino comentarla, y compartir, como tú dices.
Un beso, ciudadano, hasta pronto.