Aquí os dejo, como es habitual todos los lunes, con el relato que publiqué en el Bloguecedario el sábado 7 de noviembre. Esta vez la frase propuesta era: "Estaremos muertos.." Cada uno que saque sus propias conclusiones.
Por José Manuel Beltrán
La carta reposaba plácidamente sobre el alféizar de la ventana. No fue necesario extenderse mucho en su lectura pues, después de una necesaria pero breve introducción, lo descrito era absolutamente elocuente. En el fondo era conocedor de la intención de la misma, ya que muchas habían sido las jornadas sobre el mismo tema de conversación, pero aún así el sentimiento de rabia era superior al de la tristeza. De todas formas Julio avisó inmediatamente al notario, en cumplimiento del pacto acordado, y dio gracias a que el descubrimiento de la misiva lo hiciese conjuntamente con la enfermera jefe, pues ambos habían entrado a la habitación al mismo tiempo. A él, consecuencia de las secuelas del accidente, le era imposible realizarlo solo.
Faltaban pocos meses para que se cumpliesen diez años del accidente. Poco recordaba del mismo, dado el alto grado de alcohol que su cuerpo transportaba, salvo que lo fue a la vuelta de la celebración de su fiesta de graduación. La llamada al domicilio familiar, ya una vez en el hospital, tuvo una nueva respuesta trágica. Sus padres, asustados por la noticia, no dieron ninguna importancia al parte meteorológico y emprendieron una marcha, tan rauda como imprudente, hacia el origen de la llamada. Sus cuerpos y parte de su mente llegaron al mismo hospital horas más tarde.
En todos esos diez años, ambos ocuparon la misma habitación. Por su expreso deseo, salvo cuando era necesario para las labores de higiene u otras asistenciales, las camas se encontraban unidas como si del lecho conyugal se tratase. Las lesiones en el cerebro habían cercenado toda comunicación con el exterior, salvo la de emitir lágrimas por sus ya envejecidos ojos así como el movimiento lento y parsimonioso de dos de los dedos de una de las manos, en el caso de él, y solo uno, el meñique, en el de su esposa. Pero los médicos habían comprobado, en ambos casos, que eran capaces de escuchar y comprender todo lo que se les proponía. En consecuencia, eran lúcidos.
Por medio de un sofisticado sistema de pantallas los dedos hábiles manejaban una especie de “ratón” de ordenador por el que se comunicaban con Julio y los doctores. Julio pacientemente, y no por culpa del sistema, aguardaba el tiempo necesario para que los dedos de sus padres completasen las frases que daban paso a su única preocupación. Querían que su hijo, a pesar de las graves secuelas que seguían siendo evidentes para su visión, pudiese rehacer su vida sin que ellos fueran impedimento alguno. Para ello, con la disconformidad total de los doctores y las, al principio y durante mucho tiempo serias dudas de su hijo, era necesaria la aceptación de sus deseos. Todos los informes, incluso los de los galenos especialistas provenientes del extranjero, eran concordantes: la situación de ambos cónyuges era irreversible.
Los padres de Julio se preguntaban ¿por qué esperar más?. ¿Qué clase de vida era la que disfrutaban? Ellos se sentían muertos y querían romper con esa hipócrita mortalidad en vida. ¿Cuándo estaremos más muertos que ahora? Ahora, podemos hablar de la muerte en vida y nosotros, no ustedes doctores, -les suplicaban a ellos, en su continua alocución diaria- ustedes, si eso es posible, podrán hablar de la vida una vez muertos. Si acaso tienen alguna duda de que esto último, por irracional, sea posible, dejen que seamos nosotros los que lo experimentemos .¡Déjennos morir, por favor!.
El notario llegó y, junto a Julio y la enfermera jefe, corroboró la muerte de la pareja así como el contenido de la carta. La policía y el juez instructor no consiguieron pruebas definitivas de cómo se había llegado a ese último extremo. Julio, siempre acompañado de una silla de ruedas y otras asistencias complementarias, rehizo su vida. Nunca podrá expulsar de su corazón el ingrato recuerdo de su graduación pero, todos y cada uno de los días, en la misma pantalla y con el mismo “ratón” de ordenador que ellos usaron, tomándose el mismo tiempo que ellos se tomaban…….. entabla una íntima conversación con sus padres.
Un realto triste, pero hermoso, José Manuel. Julio nunca perdió lo más importante. El contacto con sus padres.
ResponderEliminarBellísimo relato José Manuel...¡triste y emocionante! Besos
ResponderEliminarBellísimo y triste, pero muy real.
ResponderEliminarMuchos besitos José Manuel.
Uff! Genial como siempre, Ciudadano. Muy triste, es verdad, pero genial.
ResponderEliminarEres la leche, vaya!!
:)
Besos, José Manuel!!!
Anabel, Winnie, Ana y Lourdes:
ResponderEliminarGracias por vuestras palabras. Efectivamente, el fondo de la trama lo es sobre hechos realmente tristes pero, bajo mi punto de vista, su final no conlleva esa tristeza sino, por el contrario, la satisfacción de que los deseos de sus padres fuesen cumplidos.
Aún así, como decía en la introducción:.. cada uno que saque sus propias conclusiones.
Un besazo para todas, ciudadanas.
Doñito, me has dejado el corazón encogidito. Es precioso.
ResponderEliminarBesitossssss
Con la boca abierta me he quedado... que bien escribes pero que triste.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Hola J.M.B.No hay nada más triste y desolador que estar muerto en vida, es una losa que te cae encima ,y no te la puedes quitar . Por eso hay que vivir la vida a tope ..., y disfrutar el momento , y que nos quiten lo bailao.... .Me gusto leer tu escrito . Un abrazo de MA.
ResponderEliminarMontse, Estela y MA:
ResponderEliminarDenoto por vuestras palabras que el relato os ha gustado. Gracias por vuestros comentarios.
MA: Estar muerto en vida, como dicen los personajes, no es vivir..... por eso deciden vivir en la muerte.... Gracias por tus palabras.
Me dejaste con un nudo en la garganta. Wow!!
ResponderEliminarQué fuerte! Nadie te dijo que cada vez escribís mejor?
BESOTES CIUDADANOS!
uffff, triste pero a la vez, la sensación que deja es paz..
ResponderEliminarun besito ciudadano.
Hola José Manuel: La primera vez que visito un blog, siempre me da algo de pudor aventurarme a dejar mi mirada, pero tu relato lo merece sin duda. Me gusta cómo está construido y me gusta cómo toca un tema tan escabroso de una manera tan delicada y respetuosa. A una se le desgarra el corazón al visiulizar esa pareja muerta en vida y un rayo de esperanza nace cuando deciden vivir por fin en la muerte. También la imagen del hijo afrontando el suceso con su propia secuela y la de sus padres es triste, pero a la vez otro rayo de esperanza brota cuando conversa con sus padres. La muerte no es sino un tránsito a otra vida. Ese es mi sentir, y no entraré en el derecho a elegir el momento porque daría para todo un debate.
ResponderEliminarQuería decirte que es un placer haber descubierto tu blog y poder saludarte aunque sea por este medio. Soy tu prima, bueno, medio prima. La mujer de Alberto Beltrán. ¿Te acuerdas?
Un gusto leerte. Con tu permiso te añado a "mis otros mundos"
Besos.
Stanley:
ResponderEliminarDesata ese nudo Stanley. Porque no uiero ser yo quién te ahogue con mis relatos, muy al revés, me gustaría que siguieras disfrutándolos.
Un abrazo, ciudadano.
Una sonrisa:
Gracias cielo. Que mejor sensación que esa: la paz.
Un beso, ciudadana.
media luna:
Decirte, lo primero, que leyendo tu comentario y máxime cuando me encuentro con la sorpresa del final no he podido dejar caer unas lágrimas. Porque ¡sí! todos tenemos derecho a ello.
Son muchos años ya los que hace que no nos vemos pero, si tienes que tener algo muy seguro por mi parte. Tú no eres medio (de nada). Tú eres MI PRIMA por entero, al igual que Alberto y Fernando y que, Mari Loli y Pili-
Después de este comentario enlazaré tu blog para, estoy seguro, seguir disfrutando de tu excelente comentario.
Un besazo enorme, CIUDADANA PRIMA. Ahhh, también para el resto por supu.
Hola cielo, después de leer todos los comentarios ya no me quedan palabras. Todo se ha dicho, que eres genial, que cada vez escribes mejor... pero yo añado una cosita, eres mejor persona y por eso el talento emana de tu interior.
ResponderEliminarHoy has tocado la mayor expresión de libertad pues la decisión sobre nuestras vidas nos pertenece y qué mejor que poder elegir la mejor forma de descansar para siempre.
Nos lo has contado con dulzura, sensibilidad y armonía.
Besitos cielo