Nota aclaratoria: Para una mejor comprensión del texto, he decidido la publicación conjunta de la I y II parte. Los lectores que ya conozcan la I Parte encontrarán una pequeña línea de asteriscos, que es dónde comienza la II Parte.
Por José Manuel Beltrán
Sabía que algún día tendría que tomar la decisión. Si no lo había hecho antes era, fundamentalmente, por el temor a lo desconocido. Realmente, en algún momento de nuestra vida, todos tenemos esas sensaciones del miedo a lo desconocido y ese era su consuelo para no sentirse rara. Un día tras otro, se prometía a sí misma que de mañana no pasaría. Sin embargo, al mismo tiempo que despertaba, era irremediable que el miedo recorriera su mente sin que pudiera ejercer el más mínimo control sobre la misma.
Para los demás habían pasado más de tres años. Cuando se lo recordaban era incapaz de comprender que el tiempo se moviese tan rápido. De hecho su recuerdo era todo lo contrario. Habían disfrutado desde la niñez como dos pajarillos que revolotean al lado de su madre cuando ésta les trae algún alimento con que engordar. Ni siquiera repasando el resultado de la que siempre habían considerado excéntrica manía: una colección de almanaques que, con suma paciencia, arrancaba en 1.910 sin que ni uno sólo de los años quedara en el vacío y eso que, a pesar del enorme espacio que ocupaban había tratado de continuar su herencia.
Todavía necesitaba de tranquilizantes. Su frágil y cansada memoria le había obligado a tener que anotar en un cuadernillo las tomas diarias así como las horas exactas en que debían ser ingeridas. Pero seguro que, por mor de esa fragilidad ya no recordaba si la noche anterior había cumplido con el ritual médico impuesto. A pesar del riesgo, decidió tomar una dosis doble y, sin darse cuenta, cayó en un profundo sueño con el que, por suerte, pudo gozar en el cómodo sillón orejera situado al lado de la ventana.
Habían preparado la ceremonia con la misma ilusión y perfección con la que un niño deposita sus zapatos, al lado del alfeizar, en la Noche de Reyes. Los invitados, elegidos meticulosamente en razón a una amistad real, no pasarían de quince. Los allegados familiares, con los que en alguna ocasión había existido algún roce, aparecían apropiadamente engalanados para la feliz ocasión. No era ese el momento de propiciar una nueva discusión sobre la oportunidad del enlace, pues bastantes quebraderos de cabeza habían ocasionado en el mes anterior. El empecinamiento de los novios, sabedores que necesitarían la comprensión y ayuda del resto de la familia, se había impuesto a la consulta popular. Si Dios quiere, en pocos meses estaremos también celebrando la llegada al mundo de otra vida.
La velada fue extraordinaria y cálidamente familiar. A la hora apropiada los novios desaparecieron del recinto ante la sonrisa picarona de alguna de las presentes. A pesar que era obvio que no sería su primera vez, su noche de bodas siempre fue recordada por ambos como una de las mejores de su vida, pues los dos pusieron de su parte toda la sensualidad que poseían.
María se parecía a su padre. Su labio superior la delataba pues ya se podía discernir el arqueo de su joven carne al más puro estilo gótico. Disfrutaron de ella con tal intensidad que no se pararon a pensar si sería conveniente traerla otro hermanito. Siempre que la ocasión lo requería, se congratulaban en contar a sus amistades las famosas vacaciones en el camping. Los cuidados de la pequeña habían recaído en él, las veinticuatro horas, por decisión propia. Era una forma de disfrutar plenamente de su hija, al mismo tiempo que su esposa podía sentirse realmente de vacaciones.
Los médicos tuvieron que tomar una drástica decisión. Nunca se quiere recibir noticias como ésta, pero la intervención era decisiva para poder salvar su vida y no había tiempo. Tras las consiguientes pruebas de compatibilidad, y sin estar al cien por cien seguros de su resultado, él no dudo ni un momento en ofrecer su cuerpo para que la extracción se realizase inmediatamente. Es en esos momentos cuando, en realidad, sientes más de cerca a tu ser querido. Es allí, en la soledad de una habitación, cuando el mundo se abre y cierra de forma tan rápida como se mueven las alas de una mariposa. Pero gracias a él, yo estoy viva. No puede haber mayor reconocimiento en mi corazón más allá del amor.
* * * * *
Sabía que algún día tendría que tomar la decisión. Si no lo había hecho antes era, fundamentalmente, por el temor a lo desconocido. Realmente, en algún momento de nuestra vida, todos tenemos esas sensaciones del miedo a lo desconocido y ese era su consuelo para no sentirse rara. Un día tras otro, se prometía a sí misma que de mañana no pasaría. Sin embargo, al mismo tiempo que despertaba, era irremediable que el miedo recorriera su mente sin que pudiera ejercer el más mínimo control sobre la misma.
Para los demás habían pasado más de tres años. Cuando se lo recordaban era incapaz de comprender que el tiempo se moviese tan rápido. De hecho su recuerdo era todo lo contrario. Habían disfrutado desde la niñez como dos pajarillos que revolotean al lado de su madre cuando ésta les trae algún alimento con que engordar. Ni siquiera repasando el resultado de la que siempre habían considerado excéntrica manía: una colección de almanaques que, con suma paciencia, arrancaba en 1.910 sin que ni uno sólo de los años quedara en el vacío y eso que, a pesar del enorme espacio que ocupaban había tratado de continuar su herencia.
Todavía necesitaba de tranquilizantes. Su frágil y cansada memoria le había obligado a tener que anotar en un cuadernillo las tomas diarias así como las horas exactas en que debían ser ingeridas. Pero seguro que, por mor de esa fragilidad ya no recordaba si la noche anterior había cumplido con el ritual médico impuesto. A pesar del riesgo, decidió tomar una dosis doble y, sin darse cuenta, cayó en un profundo sueño con el que, por suerte, pudo gozar en el cómodo sillón orejera situado al lado de la ventana.
Habían preparado la ceremonia con la misma ilusión y perfección con la que un niño deposita sus zapatos, al lado del alfeizar, en la Noche de Reyes. Los invitados, elegidos meticulosamente en razón a una amistad real, no pasarían de quince. Los allegados familiares, con los que en alguna ocasión había existido algún roce, aparecían apropiadamente engalanados para la feliz ocasión. No era ese el momento de propiciar una nueva discusión sobre la oportunidad del enlace, pues bastantes quebraderos de cabeza habían ocasionado en el mes anterior. El empecinamiento de los novios, sabedores que necesitarían la comprensión y ayuda del resto de la familia, se había impuesto a la consulta popular. Si Dios quiere, en pocos meses estaremos también celebrando la llegada al mundo de otra vida.
La velada fue extraordinaria y cálidamente familiar. A la hora apropiada los novios desaparecieron del recinto ante la sonrisa picarona de alguna de las presentes. A pesar que era obvio que no sería su primera vez, su noche de bodas siempre fue recordada por ambos como una de las mejores de su vida, pues los dos pusieron de su parte toda la sensualidad que poseían.
María se parecía a su padre. Su labio superior la delataba pues ya se podía discernir el arqueo de su joven carne al más puro estilo gótico. Disfrutaron de ella con tal intensidad que no se pararon a pensar si sería conveniente traerla otro hermanito. Siempre que la ocasión lo requería, se congratulaban en contar a sus amistades las famosas vacaciones en el camping. Los cuidados de la pequeña habían recaído en él, las veinticuatro horas, por decisión propia. Era una forma de disfrutar plenamente de su hija, al mismo tiempo que su esposa podía sentirse realmente de vacaciones.
Los médicos tuvieron que tomar una drástica decisión. Nunca se quiere recibir noticias como ésta, pero la intervención era decisiva para poder salvar su vida y no había tiempo. Tras las consiguientes pruebas de compatibilidad, y sin estar al cien por cien seguros de su resultado, él no dudo ni un momento en ofrecer su cuerpo para que la extracción se realizase inmediatamente. Es en esos momentos cuando, en realidad, sientes más de cerca a tu ser querido. Es allí, en la soledad de una habitación, cuando el mundo se abre y cierra de forma tan rápida como se mueven las alas de una mariposa. Pero gracias a él, yo estoy viva. No puede haber mayor reconocimiento en mi corazón más allá del amor.
* * * * *
El reloj de cuco instalado en una de las paredes del salón, perfectamente alineado en su vertical, inició su melodía de forma previa a la salida del pajarillo que, con su rítmico canto, anunciaban las cinco de la tarde. Fue en ese momento cuando, instintivamente, despertó de su sueño. Se prometió a sí misma no volver a repetir la ingesta doble del medicamento pero, por otro lado, pensó que quizás era la señal que esperaba.
Medio tambaleante todavía, se levantó del sillón y avanzó decididamente hacia el escritorio. Notó como sentía un dolor punzante en uno de sus puños para, una vez abierto, consolarse al saber que no la había perdido. Efectivamente allí se encontraba, la que durante mucho tiempo le había ocasionado tantos miedos. Sin pensárselo más, y apretándola entre sus dedos índice y pulgar, incrustó la llave dentro de la cerradura del escritorio. Su giro fue lento, indeciso y tembloroso pero con sólo una vuelta hacia la derecha observó que la puerta se abría lentamente gracias a unos muelles instalados en su interior.
El orden y la pulcritud de lo allí expuesto era extraordinario. Todos los frascos de tinta china se encontraban perfectamente alineados y con su etiqueta al frente, de tal forma que en un simple vistazo se acertaba con el contenido de su color. Lo mismo ocurría con un buen número de sobres, clasificados de menor a mayor tamaño quedando éstos últimos al final. Sólo la esponja, incrustada en un pequeño frasco de cristal, se encontraba seca. Al fin y al cabo, hacía mucho tiempo que no sentía la caricia de un sello sobre su lomo. Le llamó la atención un sobre, perfectamente lacrado, situado sobre la derecha y que reposaba plácidamente incrustado entre dos pequeños sujetalibros. Con la mano temblorosa lo tomó dándose cuenta que la única inscripción que tenía era la de su nombre, en letras grandes y rojas.
Sus miedos se acrecentaron aún cuando presentía, ya desde hace tiempo, de la existencia del mismo. Dudó un instante pero finalmente escuchó un leve crujido. El sello de lacre se había roto dando luz al interior del sobre. Lentamente dio salida a lo que eran numerosos recortes de periódicos, en su mayoría españoles pero también extranjeros. De forma instintiva su primera visión fue la fecha de los mismos. Todos coincidían en su impresión: doce de julio de mil novecientos setenta y dos pero la coincidencia lo era también por la sección dónde se ubicaba la noticia. Eran las páginas de sucesos. Los grandes titulares estaban cortados por la misma desagradable y aborrecible noticia. ¡Por fin, se había producido la detención, así como la confesión, del asesino y violador de la máscara ¡. Muchas habían sido sus víctimas y sólo una había podido escapar con vida.
Incrédula sobre lo que estaba leyendo no comprendía el por qué de tan macabra colección de papeles que, en muchos casos, ya ofrecían un color un tanto amarillento. Aún así, hizo exhaustiva lectura de todos y cada uno de los recortes pensando lo infeliz y desgraciada que debería sentirse, de por vida, la única superviviente. Tal sentimiento le hizo entristecer todavía más de lo que, por natural, debía sentirse cualquier humano ante tamaña atrocidad.
Advirtió que, tras el último recorte, aparecía un nuevo sobre por ende más pequeño que el anterior. De nuevo su nombre aparecía escrito en su frontal, aunque esta vez, se añadía una reseña: “Bajo promesa de quién lo encuentre, este sobre sólo puede ser abierto por mi hija María”. Su corazón empezó a latir de forma más apresurada, pero ya no podía dar marcha atrás. Lo abrió, de forma tan delicada y precisa, que si hubiera de cerrarse de nuevo nadie notaría la diferencia. Y, ya sólo con las primeras líneas, sus mejillas notaron que una pequeña corriente húmeda se deslizaba por las mismas. Suspiró profundamente y leyó:
“ Querida María:
Nunca te contamos nada de esto pues su recuerdo ha supuesto, para tu madre y para mí, una gran desdicha. Sólo nos preocupaba tu felicidad y, desde el primer instante de tu vida, nuestros heridos sentimientos se transformaban en la mayor de nuestra alegría, sólo con observarte. No queremos, ahora, extendernos en palabras que difícilmente pueden suplir a todas las emociones que volcamos en tu persona.
Especialmente tu madre, como tú seguramente lo serás en el futuro, ha sacrificado sus rencores transformándolos en inmensa generosidad. Ella, al igual que tú, sois las verdaderas heroínas de la vida. Una vida que, guardada celosamente durante meses en vuestras entrañas, os empeñáis en modelar para que siga dando más vida en el futuro. Nunca el mundo, nunca los hombres podremos agradeceros vuestra aportación.
Yo, por mi parte, he intentando estar a su altura. Nosotros, nos dimos todo. Nosotros, te lo dimos todo. No hemos sido capaces de hacerlo en vida, no hemos sido capaces de ser totalmente sinceros contigo. Te pedimos que nos perdones. Confiamos en ello, aún cuando comprenderemos –aún sin estar ahí, contigo- que tengas dudas en tu perdón.
María, hija. Te quiero llamar así, pues siempre lo he hecho. Te lo dice papi, pues tú siempre me llamaste así. Te lo digo, hija, aunque por mor de un desgraciado realmente no lo sea.
Siempre tuyos, los papás “.
Medio tambaleante todavía, se levantó del sillón y avanzó decididamente hacia el escritorio. Notó como sentía un dolor punzante en uno de sus puños para, una vez abierto, consolarse al saber que no la había perdido. Efectivamente allí se encontraba, la que durante mucho tiempo le había ocasionado tantos miedos. Sin pensárselo más, y apretándola entre sus dedos índice y pulgar, incrustó la llave dentro de la cerradura del escritorio. Su giro fue lento, indeciso y tembloroso pero con sólo una vuelta hacia la derecha observó que la puerta se abría lentamente gracias a unos muelles instalados en su interior.
El orden y la pulcritud de lo allí expuesto era extraordinario. Todos los frascos de tinta china se encontraban perfectamente alineados y con su etiqueta al frente, de tal forma que en un simple vistazo se acertaba con el contenido de su color. Lo mismo ocurría con un buen número de sobres, clasificados de menor a mayor tamaño quedando éstos últimos al final. Sólo la esponja, incrustada en un pequeño frasco de cristal, se encontraba seca. Al fin y al cabo, hacía mucho tiempo que no sentía la caricia de un sello sobre su lomo. Le llamó la atención un sobre, perfectamente lacrado, situado sobre la derecha y que reposaba plácidamente incrustado entre dos pequeños sujetalibros. Con la mano temblorosa lo tomó dándose cuenta que la única inscripción que tenía era la de su nombre, en letras grandes y rojas.
Sus miedos se acrecentaron aún cuando presentía, ya desde hace tiempo, de la existencia del mismo. Dudó un instante pero finalmente escuchó un leve crujido. El sello de lacre se había roto dando luz al interior del sobre. Lentamente dio salida a lo que eran numerosos recortes de periódicos, en su mayoría españoles pero también extranjeros. De forma instintiva su primera visión fue la fecha de los mismos. Todos coincidían en su impresión: doce de julio de mil novecientos setenta y dos pero la coincidencia lo era también por la sección dónde se ubicaba la noticia. Eran las páginas de sucesos. Los grandes titulares estaban cortados por la misma desagradable y aborrecible noticia. ¡Por fin, se había producido la detención, así como la confesión, del asesino y violador de la máscara ¡. Muchas habían sido sus víctimas y sólo una había podido escapar con vida.
Incrédula sobre lo que estaba leyendo no comprendía el por qué de tan macabra colección de papeles que, en muchos casos, ya ofrecían un color un tanto amarillento. Aún así, hizo exhaustiva lectura de todos y cada uno de los recortes pensando lo infeliz y desgraciada que debería sentirse, de por vida, la única superviviente. Tal sentimiento le hizo entristecer todavía más de lo que, por natural, debía sentirse cualquier humano ante tamaña atrocidad.
Advirtió que, tras el último recorte, aparecía un nuevo sobre por ende más pequeño que el anterior. De nuevo su nombre aparecía escrito en su frontal, aunque esta vez, se añadía una reseña: “Bajo promesa de quién lo encuentre, este sobre sólo puede ser abierto por mi hija María”. Su corazón empezó a latir de forma más apresurada, pero ya no podía dar marcha atrás. Lo abrió, de forma tan delicada y precisa, que si hubiera de cerrarse de nuevo nadie notaría la diferencia. Y, ya sólo con las primeras líneas, sus mejillas notaron que una pequeña corriente húmeda se deslizaba por las mismas. Suspiró profundamente y leyó:
“ Querida María:
Nunca te contamos nada de esto pues su recuerdo ha supuesto, para tu madre y para mí, una gran desdicha. Sólo nos preocupaba tu felicidad y, desde el primer instante de tu vida, nuestros heridos sentimientos se transformaban en la mayor de nuestra alegría, sólo con observarte. No queremos, ahora, extendernos en palabras que difícilmente pueden suplir a todas las emociones que volcamos en tu persona.
Especialmente tu madre, como tú seguramente lo serás en el futuro, ha sacrificado sus rencores transformándolos en inmensa generosidad. Ella, al igual que tú, sois las verdaderas heroínas de la vida. Una vida que, guardada celosamente durante meses en vuestras entrañas, os empeñáis en modelar para que siga dando más vida en el futuro. Nunca el mundo, nunca los hombres podremos agradeceros vuestra aportación.
Yo, por mi parte, he intentando estar a su altura. Nosotros, nos dimos todo. Nosotros, te lo dimos todo. No hemos sido capaces de hacerlo en vida, no hemos sido capaces de ser totalmente sinceros contigo. Te pedimos que nos perdones. Confiamos en ello, aún cuando comprenderemos –aún sin estar ahí, contigo- que tengas dudas en tu perdón.
María, hija. Te quiero llamar así, pues siempre lo he hecho. Te lo dice papi, pues tú siempre me llamaste así. Te lo digo, hija, aunque por mor de un desgraciado realmente no lo sea.
Siempre tuyos, los papás “.
¡Pero chico! ¿Esto qué es? Hacía tiempo que no te visitaba, tú lo sabes, y hoy, la una de la mañana... me encuentro con ¿con qué? ¡esto no es un blog! Esto parece la antesala de un premio Planeta o algo similar... Esto se avisa... No tendré más remedio que volver mañana...hoy... a ver si no tengo el sueño que me impide valorar en su justa medida tu esfuerzo "escibano"... Quilopan.
ResponderEliminar...escribano...quiero decir, escribano....
ResponderEliminarFantástico!!Fabulosa historia con una prosa poco frecuente que te desliza sobre los renglones con un placer inmenso. Ojalá te premien este escrito, es digno de ser premiado. Felicitaciones, me fascinó!
ResponderEliminarGracias por tu comentario, siempre presente.
BESOS Y POR FAVOR, CONTINÚA ESCRIBIENDO!!!
No me podía imaginar lo bien que narras, mezclando el pasado y el presente, de forma que mantienes el interés del lector.
ResponderEliminarEs tierna y dura a la vez. Se entremezclan muchas sensaciones al leerlas, casi tantas como hay en el relato.
Precioso doñito y muchos besitos
vaya... sorprendente!! no esperaba esta segunda parte.
ResponderEliminarMe firmas un autógrafo??
Queremos más!! manos a la obra ciudadano!!
Un besito
Hola, Ciudadano. :)
ResponderEliminarPasaba a saludarte y a agradecerte tu visita por mi blog, y ya, como que me he picado con el relato de tu entrada.
Joé, que me ha enganchao desde el principio, ya ves.
jejej
Un beso.
Anónimo:
ResponderEliminarEn ocasiones, la una de la madrugada es una estupenda hora para relajarse con la lectura, pero no puedo ser yo quién imponga la hora. Por lo tanto te agradezco que, de nuevo, hayas entrado a releerlo y si de paso te ha gustado, no cabe duda que me congratulo de ello. Te agradezco el elogio pero el Planeta (dónde vivimos) es uno de los mejores premios de nuestra vida. ¡Cuidésmole!.
Stanley:
Mi mejor recompensa eres tú, al gastar tu tiempo con la lectura del "ladrillo". Ni busco premios ni sé dónde se conceden. ¡Bueno, si el premio me arregla el resto de mi vida pues... me lo pensaría, no digo que no!. Gracias por tus palabras.
Montse:
Viniendo de tí, gracias por compartir esas sensaciones que, denoto, has captado pero que muy bien. Nunca me había atrevido a ello pero ya no sé como explayarme con mis sensaciones. Definitivamente, recojo ese "doñito" y te lo devuelvo con el mismo cariño por medio de un gran beso, ciudadana.
Una sonrisa:
Pues mira que me he quedado sin boli para el autógrafo. Quizás, cada uno de los lectores de la I Parte esperaba un desenlace diferente. Pero esta es la magia del autor. Esa espera me enorgullece pues es señal que te ha interesado y yo, sinceramente, te lo agradezco.
Lourdes:
Gracias a tí por visitarme y por engancharte a una lectura (que es mejor que, a lo que
por desgracia otros, se enganchan). Soy un poco desorganizado en esto y me pierdo con los enlaces, pero te prometo que no será la última vez que entre en tu espacio.
Un beso, ciudadana.
PD (para todos): Aprovecho aquí para consultaros una tontería: Os molesta la música del blog. ¿La quito? ¿Bajais el volumen? Decirme sinceramente, si la prefereis o no, por favor.
Uf!! José Manuel ¡¡CIUDADANO!!! me he quedado, en dos palabras (jeje) IM-PRESIONADA.
ResponderEliminarMe ha encantado tu entrada. Lo tiene todo!!!
Un beso fuerte y feliz finde!!!
Impresionante historia, me alegro de haber abierto tu ventana y me quedo contigo para no perderte la pista, y no perderme ninguna de tus historias..
ResponderEliminarUn saludo!!
No puedo leerte ahora, pero lo he apuntado en mi agenda. Te leeré y te comentaré esta historia, tal y como me lo has propuesto. Tus deseos se convierten en mis obligaciones en esta materia.
ResponderEliminarUn abrazote,
¿Ante esta historia qué puedo decir, José Manuel? Me siento pequeña cuando la gente me pide sus opiniones, y más si es alguien que escribe y narra tan bien como tú.
ResponderEliminarSi es parte de una historia más larga, queremos más, y si la historia termina aquí, es perfecta.
No sé si a ti te pasa, pero siempre me siento insegura con las cosas que escribo, y cuando las releo, me sorprendo a veces de lo que he escrito. No es que piense que sea un García Márquez, desde luego, ni tampoco es mi pretensión, pero me doy cuenta de que soy muy autocrítica conmigo misma. Sé que me queda mucho por aprender, que es un camino que acabo de empezar, y aunque me apasiona ser actriz, me siento mucho más realizada cuando escribo.
Este relato lo podrías presentar a algún concurso.
Saludos desde La ventana de los sueños, blos literario.
alma máter:
ResponderEliminarGracias, alma. Me alegro que te haya gustado pero no me lo pongaís tan difícil: Todo, Todo. No sé, siempre falta algo ¿no crees?.
Un besazo, ciudadana.
Estela:
Gracias, de corazón, por entrar en esta ventana que siempre deja pistas. Espero seguir con ellas, por lo menos una vez a la semana. No sé ¡son tantas las cosas de que escribir!.
Un besito.
Tito Carlos:
Disfruta de tus vacaciones. Y espero tus noticias con mucha expectación sin que supongan obligación alguna por tu parte.
Un abrazo, ciudadano.
Anabel Botella:
Ha sido mi primera salida con este estilo, eso sí, con muchos miedos y temores (al igual que la protagonista). De momento esta historia termina ahí, pero nunca se sabe si puede ser la fuente para algo más. No tengo ni idea de dónde se puede presentar uno a concursos, pues al escribirlo no pensaba en eso. He enlazado tu blog con el mio.
Gracias, de corazón, por tu comentario.
Gracias, ciudadana. Nos vemos y leemos.
Fascinante tu manera de escribir Lo único creo que los textos tendrias que dividirlos en- mas cortos- para que puedan apreciar asi más.... la calidad tremenda de tus escritos
ResponderEliminarbesos
No este final me pareció estupendo. Cuando te dije que siguieras escribiendo, me refería a que continúes escribiendo textos, que lo hacés maravillosamente bien.
ResponderEliminarGracias José por el comentario, siempre tan cordial conmigo.
BESOS
Buenas Jose Manuel! Gracias por tu visita a mi blog. Tenemos un diseño muy parecido! he estado cotilleando por tu blog y me ha parecido bastante interesante. Ah! le diré a mi padre (que tiene otro blog) que se pase, pues le encantará la música de fondo jeje.
ResponderEliminarNos seguimos visitando?
Es buenísimo el relato Jose Manuel, y como te han dicho ya, te engancha dese la primera linea. Enhorabuena. Un beso
ResponderEliminarJo, eres un estupendo escritor. Intuyo que esa cabecita pensante puede imaginar todavía mil relatos maravillosos.
ResponderEliminarBesitos
Recomenzar:
ResponderEliminarGracias por tu entrada y, sobre todo, por esa sugerencia que, espero, mi memoria pueda recordar para el futuro. Nos vemos, cuando quieras.
Stanley:
Lo intentaré, ciudadano. Aún cuando esto ha sido una salida esporádica debo continuar con la línea de mis artículos.
Marta:
Gracias por tu visita a esta ventana. Y si encima alguien disfruta con la música, pues mejor que mejor.
Un besito, ciudadana.
Isabel:
Gracias mil por engancharte a estas o cualquier otras líneas, siempre mejor que engancharse a lo desagradable. Y si te ha gustado, pues mucho mejor.
Nuria:
Por esta cabezita pasan tantas ideas que lo difícil es saber darles la comprensión correcta. Lo intentaré en próximas ocasiones. ¡Quizás, un día a la semana, como fijo!.
Vengo de planeta Fernando y me he quedado atónita comprobando la calidad literaria de mis paisanos.
ResponderEliminarUn saludo muy grande y espero que no te importe que me quede.
Tengo trabajo atrasado contigo niño. Me lo pienso leer todo.
Fiebre
ResponderEliminarGracias por tu visita y, no dudes, que a mí me encantará que te quedes. Lo del trabajo atrasado, ya sabes, como dicen los gallegos: amodiño (poco a poco).
Un beso, ciudadana
perdón por no haber entrado antes, amigo!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarme encantó tu historia!!!
eres un hábil y sensible escritor!!!!!
te felicito de corazón y sigue escribiendo para tus amigos de la red.............
estaremos esperando ansiosos!!
un fuerte abrazo y buen domingo