Por José Manuel Beltrán
Sabía que algún día tendría que tomar la decisión. Si no lo había hecho antes era, fundamentalmente, por el temor a lo desconocido. Realmente, en algún momento de nuestra vida, todos tenemos esas sensaciones del miedo a lo desconocido y ese era su consuelo para no sentirse rara. Un día tras otro, se prometía a sí misma que de mañana no pasaría. Sin embargo, al mismo tiempo que despertaba, era irremediable que el miedo recorriera su mente sin que pudiera ejercer el más mínimo control sobre la misma.
Para los demás habían pasado más de tres años. Cuando se lo recordaban era incapaz de comprender que el tiempo se moviese tan rápido. De hecho su recuerdo era todo lo contrario. Habían disfrutado desde la niñez como dos pajarillos que revolotean al lado de su madre cuando ésta les trae algún alimento con que engordar. Ni siquiera repasando el resultado de la que siempre habían considerado excéntrica manía: una colección de almanaques que, con suma paciencia, arrancaba en 1.910 sin que ni uno sólo de los años quedara en el vacío y eso que, a pesar del enorme espacio que ocupaban había tratado de continuar su herencia.
Todavía necesitaba de tranquilizantes. Su frágil y cansada memoria le había obligado a tener que anotar en un cuadernillo las tomas diarias así como las horas exactas en que debían ser ingeridas. Pero seguro que, por mor de esa fragilidad ya no recordaba si la noche anterior había cumplido con el ritual médico impuesto. A pesar del riesgo, decidió tomar una dosis doble y, sin darse cuenta, cayó en un profundo sueño con el que, por suerte, pudo gozar en el cómodo sillón orejera situado al lado de la ventana.
Habían preparado la ceremonia con la misma ilusión y perfección con la que un niño deposita sus zapatos, al lado del alfeizar, en la Noche de Reyes. Los invitados, elegidos meticulosamente en razón a una amistad real, no pasarían de quince. Los allegados familiares, con los que en alguna ocasión había existido algún roce, aparecían apropiadamente engalanados para la feliz ocasión. No era ese el momento de propiciar una nueva discusión sobre la oportunidad del enlace, pues bastantes quebraderos de cabeza habían ocasionado en el mes anterior. El empecinamiento de los novios, sabedores que necesitarían la comprensión y ayuda del resto de la familia, se había impuesto a la consulta popular. Si Dios quiere, en pocos meses estaremos también celebrando la llegada al mundo de otra vida.
La velada fue extraordinaria y cálidamente familiar. A la hora apropiada los novios desaparecieron del recinto ante la sonrisa picarona de alguna de las presentes. A pesar que era obvio que no sería su primera vez, su noche de bodas siempre fue recordada por ambos como una de las mejores de su vida, pues los dos pusieron de su parte toda la sensualidad que poseían.
María se parecía a su padre. Su labio superior la delataba pues ya se podía discernir el arqueo de su joven carne al más puro estilo gótico. Disfrutaron de ella con tal intensidad que no se pararon a pensar si sería conveniente traerla otro hermanito. Siempre que la ocasión lo requería, se congratulaban en contar a sus amistades las famosas vacaciones en el camping. Los cuidados de la pequeña habían recaído en él, las veinticuatro horas, por decisión propia. Era una forma de disfrutar plenamente de su hija, al mismo tiempo que su esposa podía sentirse realmente de vacaciones.
Los médicos tuvieron que tomar una drástica decisión. Nunca se quiere recibir noticias como ésta, pero la intervención era decisiva para poder salvar su vida y no había tiempo. Tras las consiguientes pruebas de compatibilidad, y sin estar al cien por cien seguros de su resultado, él no dudo ni un momento en ofrecer su cuerpo para que la extracción se realizase inmediatamente. Es en esos momentos cuando, en realidad, sientes más de cerca a tu ser querido. Es allí, en la soledad de una habitación, cuando el mundo se abre y cierra de forma tan rápida como se mueven las alas de una mariposa. Pero gracias a él, yo estoy viva. No puede haber mayor reconocimiento en mi corazón más allá del amor.
(Continuará….)
Sabía que algún día tendría que tomar la decisión. Si no lo había hecho antes era, fundamentalmente, por el temor a lo desconocido. Realmente, en algún momento de nuestra vida, todos tenemos esas sensaciones del miedo a lo desconocido y ese era su consuelo para no sentirse rara. Un día tras otro, se prometía a sí misma que de mañana no pasaría. Sin embargo, al mismo tiempo que despertaba, era irremediable que el miedo recorriera su mente sin que pudiera ejercer el más mínimo control sobre la misma.
Para los demás habían pasado más de tres años. Cuando se lo recordaban era incapaz de comprender que el tiempo se moviese tan rápido. De hecho su recuerdo era todo lo contrario. Habían disfrutado desde la niñez como dos pajarillos que revolotean al lado de su madre cuando ésta les trae algún alimento con que engordar. Ni siquiera repasando el resultado de la que siempre habían considerado excéntrica manía: una colección de almanaques que, con suma paciencia, arrancaba en 1.910 sin que ni uno sólo de los años quedara en el vacío y eso que, a pesar del enorme espacio que ocupaban había tratado de continuar su herencia.
Todavía necesitaba de tranquilizantes. Su frágil y cansada memoria le había obligado a tener que anotar en un cuadernillo las tomas diarias así como las horas exactas en que debían ser ingeridas. Pero seguro que, por mor de esa fragilidad ya no recordaba si la noche anterior había cumplido con el ritual médico impuesto. A pesar del riesgo, decidió tomar una dosis doble y, sin darse cuenta, cayó en un profundo sueño con el que, por suerte, pudo gozar en el cómodo sillón orejera situado al lado de la ventana.
Habían preparado la ceremonia con la misma ilusión y perfección con la que un niño deposita sus zapatos, al lado del alfeizar, en la Noche de Reyes. Los invitados, elegidos meticulosamente en razón a una amistad real, no pasarían de quince. Los allegados familiares, con los que en alguna ocasión había existido algún roce, aparecían apropiadamente engalanados para la feliz ocasión. No era ese el momento de propiciar una nueva discusión sobre la oportunidad del enlace, pues bastantes quebraderos de cabeza habían ocasionado en el mes anterior. El empecinamiento de los novios, sabedores que necesitarían la comprensión y ayuda del resto de la familia, se había impuesto a la consulta popular. Si Dios quiere, en pocos meses estaremos también celebrando la llegada al mundo de otra vida.
La velada fue extraordinaria y cálidamente familiar. A la hora apropiada los novios desaparecieron del recinto ante la sonrisa picarona de alguna de las presentes. A pesar que era obvio que no sería su primera vez, su noche de bodas siempre fue recordada por ambos como una de las mejores de su vida, pues los dos pusieron de su parte toda la sensualidad que poseían.
María se parecía a su padre. Su labio superior la delataba pues ya se podía discernir el arqueo de su joven carne al más puro estilo gótico. Disfrutaron de ella con tal intensidad que no se pararon a pensar si sería conveniente traerla otro hermanito. Siempre que la ocasión lo requería, se congratulaban en contar a sus amistades las famosas vacaciones en el camping. Los cuidados de la pequeña habían recaído en él, las veinticuatro horas, por decisión propia. Era una forma de disfrutar plenamente de su hija, al mismo tiempo que su esposa podía sentirse realmente de vacaciones.
Los médicos tuvieron que tomar una drástica decisión. Nunca se quiere recibir noticias como ésta, pero la intervención era decisiva para poder salvar su vida y no había tiempo. Tras las consiguientes pruebas de compatibilidad, y sin estar al cien por cien seguros de su resultado, él no dudo ni un momento en ofrecer su cuerpo para que la extracción se realizase inmediatamente. Es en esos momentos cuando, en realidad, sientes más de cerca a tu ser querido. Es allí, en la soledad de una habitación, cuando el mundo se abre y cierra de forma tan rápida como se mueven las alas de una mariposa. Pero gracias a él, yo estoy viva. No puede haber mayor reconocimiento en mi corazón más allá del amor.
(Continuará….)
Maravilloso texto, con una narración fluída que te lleva plácidamente, sin permitir que te distraigas, algo no muy fácil de conseguir, espero ansioso la próxima entrega.
ResponderEliminarBESOS
Espero que escribas pronto la 2ª parte. Un beso
ResponderEliminarFelicidades me ha gustado mucho y como no, también espero la segunda parte.
ResponderEliminarMuy emotivo con un lenguaje sencillo e intenson...un saludo ciudadano...
ResponderEliminaruna historia llena de amor y dedicación hacia la otra persona..........fascinante,amigo..
ResponderEliminaraquí estaré esperando ver cómo continúa..
un fuerte abrazo
Sabes que soy muy ansiosa y me muero por saber como vas a continuar. Jo, cómo escribes, mira que me das envidia. Sólo un "pero", por fa no vayas tanto pa lante y pa trás que me mareo.jajaja
ResponderEliminarBesitos cielo y como no me quieres adelantar la segunda parte pues aquí te espero.
Bonita historia!! cojo asiento, esperando la segunda parte!!
ResponderEliminarUn besito ciudadano