Opinión vs Información

Por José Manuel Beltrán

Escuché, ya hace tiempo, a un anciano –no recuerdo dónde ni por qué- una frase que resume, de forma parca pero precisa, la esencia del título de este artículo. Decía el anciano: “ Hijo, que hablen de ti. Da igual que sea bien o mal, porque lo importante es que hablen “. Para bien o para mal, quienes estamos enfrascados en esto de escribir acabamos cometiendo, en buen número de ocasiones, la misma sentencia que expresaba el anciano.

Que otros hablen o escriban de nosotros –independientemente que sea bien o mal- supone para el que habla o escribe dictar sentencia de nuestra persona, en razón de determinados hechos o suposiciones. Para el sujeto pasivo, es decir del que hablan o escriben, el arco de sentimientos puede abarcar desde la crítica destructiva hasta el halago sobreponderado.


Se supone que el emisor de la palabra –oral o escrita- conoce de forma directa y precisa los elementos que le inducen a realizar tal aserto. A este apartado, esencial para el desarrollo de lo anterior se le llama: Información.

Por el contrario, quién realiza –y siempre de forma subjetiva- la interpretación de esa información emitiendo juicio de ella –para bien o para mal- aún no teniendo todos los componentes de información, se enmarca en el apartado de la Opinión.

Esta dicotomía es a simple vista sencilla pero, en la práctica, difícil de ejecutar. Nos empeñamos, excesivamente, en mostrar opinión sin tener información o, lo que me parece más insólito, dar apariencia de información a una opinión subjetiva amparándonos en la generalidad.

Este dislate se da también en quiénes, se supone, tienen unos profesionales titulados al amparo de la carrera de Periodismo. La prensa escrita debe reflejar su opinión, y así lo hace, en el apartado específico de su editorial estando sustentado el resto de su contenido en la información. Sin embargo esta información –supuestamente de hechos veraces, contrastados y reales- se verá netamente distorsionada en función de la tendencia del medio en cuestión. Hete aquí que dispondremos de información disfrazada, tanto en sus titulares como en el resto de las columnas, que dan lugar a determinado punto de vista traspasando inmediatamente la barrera y conformando, de nuevo, opinión.

La extensión de esta, en mi opinión –y valga la redundancia- calamidad, abarca también –en muchos casos- a los articulistas; los tertulianos radiofónicos y televisivos y, punto aparte me merece por la frivolidad con la que lo acometen, a los predicadores de las “noticias del corazón”.

A final, conscientes o no, daremos la razón al anciano porque, al fin y al cabo, que más da que con conocimiento de causa o sin ella, se hable bien o mal. Lo importante es que se hable.

Salud, ciudadanos.