jueves, 30 de abril de 2009

El sabor amargo de un café. Relato

Por José Manuel Beltrán

¡No me lo puedo creer, esto no me puede estar pasando a mí!. Víctor de Espinosa, se lamentaba cuando llegaba a coger su sitio en lo que ya, a primeras horas de la mañana, era una larga cola de personas. En todos y cada uno de los días de esa semana, la misma exclamación había formado una constante en su nuevo hábito de vida. No era su preocupación principal la de haber tenido que madrugar un poco más de lo normal. Ni siquiera que, por resultar más cómodo, tuviera que haber soportado empujones y olores singulares al tener que utilizar el único medio urbano subterráneo conocido. Su coche, de grandes dimensiones y escrupulosamente encerado, no tenía que ser amenazado por cualquiera que, en ese misma cola, pudiera utilizar cualquier llave para diseñar como si el trazado de una carretera se tratara, un profundo arañazo a la carrocería.

Las previsiones metereológicas se estaban cumpliendo. La mañana era muy fría y de la misma cola, previa la aquiescencia de los más próximos, se retiraban algunos para visitar la cafetería más cercana. Un buen café con leche, sin bollo para evitar dispendio, pero extremadamente caliente aliviaba brevemente la sensación de frío en el cuerpo. Víctor, pidió permiso varias veces pero, al poco rato de volver, sentía de nuevo como de sus finos zapatos se desplazaba hasta sus orejas una corriente que le hacía tiritar.

-“ ¡Pero, chico, veo que no traes unos buenos calcetines y eso, aquí, es esencial!”. Ese fue el comentario que se encontró, a la tercera vez que volvía a la cola, de la persona que le precedía. “¡Hola, soy Andrés”, le espetó para a continuación interesarse por él, tanto por curiosidad como por educación. –“ Veo, que has venido con un buen traje, demasiado fino, quizás. Pero, la verdad, no creo que te sirva de mucho”. Víctor, educadamente le sonrió y sin querer alardear mucho –aunque en otros momentos, siempre lo hacía- le contestó: “Si, es un traje de marca”.

Salvada la primera distancia, Andrés intentó hacerle el rato de espera un poco más agradable. Al fin y al cabo, él ya era un experto y sabía que la conversación con otros era una buena terapia para no aislarse. Repasó, sin necesidad de sacar de la cartera las consabidas fotos, toda la historia familiar haciendo un especial hincapié en la pequeña que tan solo contaba cinco meses de vida. Le contó que, el día de su nacimiento, tuvo dos sensaciones totalmente antagónicas. Por supuesto, aumentar la familia hasta el miembro número cinco le hizo feliz pero saber, en ese mismo día, que tarde o temprano se encontraría con Víctor –y no es que le hubiese caído mal- le causó una honda tristeza y preocupación. Ahora, su coraza era más dura, pues era veterano.

A la hora marcada la cola avanzó de forma muy acelerada. Ya en el interior del local, Víctor pudo colocarse correctamente las solapas de su chaqueta que antes, por mor del frío, había desplegado. En apenas cinco minutos se encontraron, uno detrás de otro, enfrente de la mesa marcada con el número veinticinco. Andrés, como casi todos los días, tardó muy poco en acabar su tarea. Dejó paso a Víctor, haciéndole un gesto que significaba que le esperaría allí mismo para invitarle a un café.

Nada más sentarse Víctor, la señorita que le atendía le preguntó por sus papeles. Víctor se los entregó aún cuando en ellos sólo estaban rellenos los datos del nombre y apellidos. Víctor, se disculpó: “Lo siento, pero es que no entiendo bien los datos que hay que cumplimentar”. La señorita no salía de su asombro pero, gracias a que Andrés había aguardado cerca y escuchó el comentario, su ayuda fue fundamental para que el formulario quedase relleno.
A la salida, ya en la cafetería, Víctor se sinceró con Andrés. -¡Gracias, por tu ayuda. Realmente, a mí, todos los papeles de trabajo me los hacía mi secretaria. Yo no he cumplimentado nunca nada y no sé cómo moverme en esto. Para mí es un mundo nuevo!. Andrés, le quitó importancia al asunto pero –mentira era si no le preguntaba el por qué- y, por supuesto, lo hizo. Después de darle un sorbo a la taza ardiente de café, Andrés preguntó: “¿Oye, Víctor, pero tú de qué trabajabas?”. Víctor, con un aire todavía ufano aunque ya más triste, le contestó: “Pues mira, Andrés, realmente no lo sé. Yo escuchaba que era un “yuppie” y, por eso, entenderás que de esto, del paro, yo sé muy poco”.

18 comentarios:

  1. Recuerdo cuando Felipe Gonzalez alcanzó el poder y quiso poner orden en los ministerios. Hubo funcionarios que preguntaron en la puerta del ministerio dónde estaba su mesa, ya que llevaban años sin aparecer por allí.
    Los tiempos han cambiado, y este tipo de chollos está restringido a los yuppies.
    Como ves, te estaba esperando.
    Espléndido relato; quiero más.

    Un abrazote literario,

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  2. Tito Carlos:

    ¡Gracias, Tito!. La verdad, no me imaginaba yo esa espera. ¡Me sorprendes, agradablemente, por supuesto!.
    El relato está hecho, como todos, de forma alegórica pero ¿quién sabe si no puede ser real la situación, o si ya lo es?. Bueno, por lo menos, bajo mi particular punto de vista.
    Gracias por tu interés amigo y mucho más, si te ha gustado. ¡Mira que es a mí, a quién le está gustando esto!.
    Salud, ciudadano y buen puente.

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  3. Joé, me pasa siempre. Hasta el final de la historia no sé de lo que estás hablando.
    Y claro, me quedo con cara de "gili" por no haber sido capaz de verlo venir... Sí, porque luego digo:-"Anda, ahora, ahora..."-.

    Pero no me irrito, ya llegará el día en el que con sólo ver el título, sepa de qué va a ir la historia, y por supuesto cómo acabará...
    Eso, por supuesto, puede tardar años, claro.
    :)

    Besos, Ciudadano!

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  4. Lourdes:
    Jajaja. Bueno, tuya no es la culpa ¡por supuesto! sino mía. Trato, que no sé si lo consigo, de mantener una cierta tensión e incertidumbre en la historia que pueda mostrar el interés del que lo lee. No vale, empezar por el final, pues sino el relato sería cortísimo ( una sola línea). En esa última línea trato de expresar la esencia del relato; su por qué. Pero esto es lo que trato. Otra cosa es que lo consiga y que, de verdad, interese.
    Gracias Lourdes. Ya me he asegurado tu lectura por años ¿nooo?? jajajaja.
    Un besito, ciudadana y buen puente.

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  5. Que sí, que sí, que ya te digo yo que lo consigues... Y además, que sí, que de eso se trata: De mantener esa incertidumbre hasta el final. Eres un genio, vaya.
    Y sí, voy a venir a leerte toooooodos los días, y así entrenarme para verlas venir...
    De tu blog no me echan ni con aceite hirviendo, con eso te lo digo todo.
    jeje
    :)

    Besos!

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  6. Un buen relato José Manuel, y aunque como dice Tito ya no ocurren esas cosas, me has tenido entretenida hasta el final. Un beso

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  7. buen texto, porque lograstes lo que querías.........tenerme hasta el final, sin saber de que personaje hablablas!!!
    felicitaciones, amigo, estuvo estupendo...
    besos y buen finde

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  8. Jejeje.. pillin... quw nos has tenido engañados hasta el final....

    Me ha encantado!!!

    Un besote!!

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  9. Eso debe estar pasando en muchas oficinas, pobres yuppies.

    Me ha gustado muchísimo el relato.
    saludos.
    Maru

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  10. Para mí es un fresco descarnado de la realidad actual de muchas personas, narrado con una excelencia que da gusto leerte.
    Felicitaciones!!

    BESOS Y BUEN FINDE!!

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  11. Eres un buen escritor de relatos.
    Un beso de una ciudadan@ de Marbella.
    PD: ¡Por unos minutos he creído tener censura en tu blog….porque no podía acceder a él!

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  12. Que bueno, he estado en ascuas hasta el final, sobre todo a estos Yuppies que no les falte el traje de marca y el buen coche..solo viven de aparariencia.. y por desgracia aun quedan..

    Un abrazo!!

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  13. Lourdes:
    De nuevo, ciudadana Lourdes, gracias y un besazo.

    Isabel:
    ¿Quién sabe si todavía no ocurre?. Yo le encuentro más alegorías al personaje, distintas a la del yuppie. Pero para mí, ahora, lo importante es que te hayas entretenido.

    Adrisol y alma máter:
    Mira que me gusta que sigáis hasta el final ehh. Muchas gracias, de corazón.

    Marudemarbella:
    Seguro que pasa, sí. Y seguro que son más pobres de espíritu que de otra cosa. Gracias por participar.

    Stanley:
    Voy a plagiarte. Como tú me dices a mí, yo ahora te repito: ¡Stanley, sos encantador!.
    Gracias, ciudadano. Me alegro que te gustara.

    Marbisis:
    Gracias Marbisis por ese elogio que traslado a los lectores.
    Me preocupa lo último que dices. Yo no he censurado NUNCA a nadie. Espero que sólo fuese un problema informático, pero ¡por favor! avisarme si algo raro sucede.
    Un besito, ciudadana.

    Estela:
    Gracias Estela, por compartir el relato hasta el final y para que la apariencia quede desenmascarada y muestre la realidad.
    Un abrazo, ciudadana.

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  14. Hola José Manuel. Anoche me pasé, pero estaba tan cansada que me dejé el relato a medias y no me gusta dejar un comentario sin haberlo leído. Me fui a la cama antes de lo que esperaba. Ahora lo he podido disfrutar, después de un buen desayuno.
    La verdad es que no me imaginaba ese final. Me ha sorprendido cómo la realidad nos golpea a todos. Nadie se libra de pasar por el paro. Muy bien escrito.
    Saludos desde La ventana de los sueños.

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  15. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  16. Buen relato. Yo si me imaginé por donde venian los tiros en las primeras lineas. Muy reveladores me resultarón ciertos detalles, los calcetines delgados, el traje muy fino, la incertidumbre en lo desconocido.... el ir y venir al café. Sabes mantener el ritmo en lo que escribes, intensificandolo a medida que avanza el relato. Me gustaría poder leer mas relatos de "¿costumbres?" como este, llegas muy bien. Buen día

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  17. POR SEGUNDA VEZ
    Como soy GAFE parece ser que se fue mi comentario de paseo...
    Dije y repito que es un relato en mi opinión tan realista como la vida misma.
    Esta crisis afecta a todos, incluso los que no han pegado palo al agua o los que ni siquiera saben dónde estuvo su puesto de trabajo por lo poquito que se han pasado por él. A estos señoritos tambíén les llega su turno.
    Has logrado un relato que roza lo cómico con tintes trágicos. Muy bueno.
    Besitos cielo

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  18. Anabel Botella:
    Gracias Anabel. Que esta mañana, terminases la lectura ayer inciada, es un halago para un servidor. Y es que un buen desayuno reconforta a cualquiera. Gracias por tu comentario.

    la-de-marbella:
    Efectivamente, en mi mente cuando lo escribía pensaba que dejaba pinceladas del personaje. Quizás no de su destino. Pero me alegra que hayas cogido perfectamente el sentido y que te haya resultado ameno.
    Un beso, ciudadana.

    Nuria González:
    Comedia y tragedia. Eso sí que es difícil. Cierto es que hay tintes de ambas y si, coincide con la realidad, el tiempo nos lo dirá.
    Me congratula que te haya gustado. Un besito especial.

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