domingo, 12 de abril de 2009

La camiseta número doce. Relato



Por José Manuel Beltrán

Fueron numerosas las ocasiones en las que los periodistas le recordaban, intentando rebuscar en lo más morboso de su pasado, no ya su origen humilde sino, más bien, las penurias y hambre que desde bien joven había pasado. Al inicio de su carrera, esa rememoración le sirvió como hilo conductor para ganarse la simpatía de los aficionados.

Ni siquiera las preguntas más hirientes, incluidas las de tipo sexual, le resultaban molestas. “Son muchas las personas que todavía siguen malviviendo”, contestaba él. “Y no dudarlo, cuando por verdadera necesidad niños, adolescentes, mayores y viejos deben dormir en una habitación de escasos doce metros cuadrados, todos revueltos aún dentro de un mínimo orden, los roces sobre partes íntimas –en ocasiones voluntarios- se dan con mucha frecuencia”, apostillaba Diego.

Lo que si le sacaba de sus casillas era el empecinamiento malintencionado sobre su pasado con las drogas. Por mucho que echara “balones fuera” se sabía escrupulosamente vigilado en cada minuto de su vida extradeportiva. Su imagen, rectificada una y mil veces, había quedado encadenada a la de un astro de la canasta al que la popularidad le había sobrepasado. Es cierto que habían sido muchas las veces que había necesitado ayuda; a lo que otros, amplificando el aspecto negativo, le respondían que tantas como había recaído.

La lucha por la final nacional estaba llegando a su fin. En ese año, su promedio de anotaciones era espectacular. El mayor halago de sus compañeros, así como de su entrenador, era su espíritu catalizador para fomentar entre todos los jugadores el buen ambiente de equipo. Muy pocos eran los minutos que no se encontraba en cancha, pero cuando debía de ejercer de jugador número seis, al igual que el resto de los suplentes, los ánimos y gritos de apoyo a los jugadores en juego superaban, con creces, a los que de forma más apasionada emanaban desde la grada. Era el líder del equipo y le gustaba sentirse querido y valorado.

Dos noches anteriores al partido cuya victoria, caso de conseguirse, clasificaba matemáticamente para la disputa de la final europea; Diego volvió a recaer en sus errores anteriores. La fiesta organizada, aparentemente para darle un premio, terminó bien pasada la noche; o más bien debía decirse que con el alba del día siguiente. El conglomerado explosivo de alcohol y droga le tenía tumbado en la cama, casi inerte. Su entrenador había programado el entreno a primera hora por lo que su llegada fue tardía y en unas condiciones lamentables. De inmediato fue expulsado aunque, curiosamente, convocado para el partido.

Diego pensó que el día decisivo estaría perfectamente recuperado. Su participación era obligada máxime cuando, después del entrenamiento, le llegaron noticias que dos compañeros en un choque fortuito estaban descartados a causa de una rotura del ligamento.

El partido llegó a su tramo final, con un resultado tan ajustado que cualquiera de los dos equipos podría proclamarse campeón. Mientras tanto, en la grada se había corrido la noticia, a buen seguro propiciada por algún periodista, sobre la juerga de Diego. Los espectadores, de forma harto ruidosa y con gestos despectivos, no pararon de mostrar su repulsa sobre el jugador. El club, al que todos sentían y querían, siempre había mostrado en sus muchos años de historia un expediente impoluto. Les importaba más la esencia del deporte que los títulos conseguidos, y eso que eran muchos.

A falta de dos segundos para el final, los equipos se encontraban igualados en el marcador. La eliminación por faltas de un nuevo jugador local obligó al entrenador a ordenar que Diego saliese a la cancha. Traicionando la confianza del entrenador no había disputado ni un solo minuto del partido pero, ahora, el reglamento le obligaba a sacarle.

Sólo eran dos segundos. El equipo rival sacaría de banda y pasaría el balón seguramente a su mejor jugador. La orden para Diego era clara. Ese jugador no puede tirar ¡cuidado con el bloqueo y moléstale, sin hacer falta!. Diego asintió.

La jugada se desarrolló tal cual estaba prevista. Sin embargo Diego, desde el mismo momento de pisar la cancha, ocupó un espacio que no era el adecuado. A pesar de los gritos de su entrenador, no corrió en busca de su rival quién lanzó a canasta e increíblemente falló. La prórroga, como mal menor, estaba asegurada. Todos los ojos se habían concentrado en esos jugadores decisivos. Todos, menos los del entrenador de Diego que echó sus manos a la cabeza retirándose, de inmediato, a los vestuarios tras dar la mano al entrenador rival.

El árbitro manaba sangre por su nariz. Una vez recuperado, gracias a las asistencias, dictó sentencia. Descalificación por agresión del jugador local número 12. Ese número, según el acta, correspondía a la estrella del equipo. Dos tiros libres para el equipo contrario de los que, una vez tirados, uno resultó válido.
Desde entonces, el club no dispone de camiseta número doce.

19 comentarios:

  1. Un relato con un final sorprendente, aunque con la vida que llevaba, era casi de esperar. Cuando la fama nos llega (en este caso en forma de dinero) debemos de estar preparados para asumirla, porque igual que viene, se va. Pienso que cuando se está arriba hay mucho que agradecer, y no olvidar a los que están abajo (siempre me estoy refiriendo al dinero). Es una pena que casos como este, sucedan mucho más a menudo de lo que pensamos.
    Saludos desde La ventana de los sueños, blog literario.

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  2. Como buen conocedor del mundillo deportivo has hecho un relato casi real pues en la actualidad desgraciadamente algunos deportistas se ciegan con la vida fácil.
    Su lectura se hace rápida de principio a fin.
    Jo, te estas superando, me gusta.
    Un beso muuuu fuerte.

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  3. hermoso relato has hecho para hoy!!
    paso a saludarte , ya que recién han solucionado mi problema con el servidor de internet y no podía visitar a nadie !!!!
    un abrazo y gracias por dejar tu adhesión en mi última entrada............

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  4. Anabel Botella:
    Efectivamente, el final era de esperar. No sé si en la imaginación de cada uno sería el mismo, pero el fracaso como persona lo consiguió de pleno.

    Nuria González:
    Gracias, pues pensaba que era demasiado largo y podría cansar. Por otro lado, el deporte que encarna valores tan importantes se ve desprestigiado, a veces, por comportamientos como los reseñados. Y es que, siguen existiendo héroes con pies de barro.

    Adrisol:
    Veo que te ha gustado y de ello me congratulo. Me he apartado, de nuevo, de mi línea habitual. Y espero volver a hacerlo, al menos, una vez por semana. Si Vds. se cansan, sólo tienen que avisarme.

    Un besazo para vosotras tres, ciudadanas.

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  5. Hola José Manuel, primero gracias por tu visita.
    El relato me encantó... y no por el futbol que no me gusta nada,lo que me atrapó fué el relato tan humano, me recordó algo de Fontanarrosa, el negro rosarino,fanático de Rosario Central tiene unos cuentos maravillosos. Un Beso desde Buenos Aires Argentina :)

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  6. Jo, qué bien que te explicas, leñe!
    Vamos, que quiero decir que desde la primera frase hasta el final, se engancha una a la lectura de tus textos.
    Me encantan!

    Y desgraciadamente, esto pasa muy habitualmente, cuando la gente que lo tiene todo, se descarrila de una manera escandalosa, no?

    Besos, ciudadano. :)

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  7. Gracias por su visita y su comentario!
    Es una historia muy buena , que para el que no está preparado en esta vida al éxito con lo material casi siempre termina mal!besos

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  8. Yo no sigo ningún deporte y no me gusta el baloncesto ni el futbol. Pero esto no quita que el relato me encantara.
    Felicidades.

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  9. Yo, como Sisco, no sigo ni practico ningún deporte. Pero eso no es motivo para no leer tan fabuloso relato. ME ENCANTÓ.

    Gracias por la visita, amigo, siempre presente, cordial y amable.

    BESOTES

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  10. Gracias por tu visita, estos días ando un poco atareada en el trabajo y con la presentación de mi novela. En cuanto pueda me paso por tu blog para leerte.

    Un abrazo

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  11. Ay que soy la más lerda de tus lectoras!!!!

    Perdona corazón, ¿porqué sangraba el árbitro? Yo es que lo tengo que tener todo "amarrao".

    La historia es estupenda y se nota que la escribes "desde dentro", desde el conocimiento.

    Voy a seguir leyéndote que tengo más atraso.

    Besitos doñito

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  12. Bonita entrada!!! y real como la vida misma.
    Se nota que sabes de lo que hablas.

    No todo el mundo está preparado para asumir el éxito. Hay tantos casos conocidos...

    Un beso fuerte!!!

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  13. cantares:
    ¡Gracias, eres un cielo!. Aún cuando no se trata de fútbol, sino de baloncesto, lo ocurrido puede pasar -mas o menos- en todos los deportes. Me alegra que te gustara.

    Lourdes:
    Pues a mí que me gusta esto de que os enganchéis, leñe jaja ¡Gracias! Efectivamente, a veces, tenerlo todo no es tenerse a sí mismo. Un besito.

    pensamientos:
    ¡Gracias a tí por entrar en esta ventana!. El éxito y la humildad, por desgracia, para algunos parece incompatible.

    Sisco y Stanley:
    Pues chicos ¡Hay que practicar algo de deporte, que es muy sano! jajaja. Pero si lo cambiais por la lectura de esta ventana, pues no seré yo quién ponga pegas.
    Gracias, por participar.

    Felisa Moreno:
    ¡Lo importante es, lo importante! Y eso, ahora, es tu trabajo y tu novela. Yo estaré aquí, siempre, esperándote.

    Montse:
    ¡Vamos a ver, la del "amarrao"!.
    Es obvio (jajaja, para mí que lo he escrito y parío) que Diego sigue medio "fumao". No atiende las instrucciones del entrenador para esa jugada y, consecuencia de su estado, agrede al árbitro. Consecuencia: el árbitro sangra.
    ¡ Y tú que vas a ser "lerda"! Tú eres un cielo, aunque por esa pregunta ¡a ver si es que no te lo has leído enteroooo!. ¡Venga a leer todo, que ya te echaba de menos!
    Besitos muchos, ciudadana.

    alma máter:
    Gracias alma. Me alegro que te haya gustado. Asumir nuestras imperfecciones es lo mejor que nos puede pasar. Nosotros mismos no somos nadie sin los demás.
    Un besito, ciudadana.

    PD, para todos: ¡Oye que me ha gustado esto de los relatos!. El próximo, ya está redactado y esperando, pacientemente, su turno para ver si también tiene esta calurosa acogida. Gracias, de verdad, a todos.

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  14. Preciosa la historia. Quede fascinado. Te felicito.

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  15. hola Jose manuel
    Bonita historia pero triste al mismo tiempo a veces las personas tienen un destino que puede ser bueno y ellos solos lo tuercen asi es la vida..

    Un abrazo!!

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  16. Buenas don jose manuel....la verdad es que en la vida hay que estar preparado para lo que te venga y tener los pies en el suelo siempre...sobre todo cuando te llega el exito....un saludo ciudadano

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  17. Buenas José Manuel. Un gran relato, si señor. Una de las cosas que se aprenden con la experiencia es que todo lo que sube, baja. Cuando estás en un punto culmen de tu carrera ya sea deportística o cualquier otra, puedes mantenerte durante algun tiempo. Despues de esto no queda otra que la caida inexorable.

    Yo a parte de esto, he de decir que aunque nunca he sido conflictivo y menos cuando cargas con el peso de un equipo, a veces por la carencia de imparcialidad de los arbitros, dan ganas de pegarles un "bocao" en la oreja a lo Mike Tyson jajajajaja. Tu sabes bien lo que suele pasar a la hora de jugar contra Unicaja por ejemplo. Un abrazo!

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  18. Sí señor. Como furibunda boquerona he difrutado como una enana de este relato.

    Y el espíritu de equipo, la deportividad, el llevar una vida ordenada sin PuertosMarinas de turno, el asimilar que el deporte es equipo y sacrificio se nota y se transmite a los demás.
    ¡Y si no que me lo digan a mí este año en la Rosaleda!

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  19. salvadorpliego:
    Que desde Méjico me llegue este agradable comentario de un poeta como tú, me halaga especialmente. Gracias, Salvador.

    Estela:
    Cierto es que su final es triste en la parte que corresponde al protagonista. Pero también quiero describir, bajo mi punto de vista, otro aspecto positivo en ese final: "..Desde entonces, el club no dispone de camiseta número doce."
    Gracias por tu comentario, de corazón.

    Alijodos:
    Es verdad. Es más difícil (parece) mantenerse en la cima que ascender a ella. Yo te lo contaré cuando llegue jajaja.
    Gracias ciudadano, por tu participación siempre amable.

    Rubén:
    ¡Ahhh! ¿Qué te ha sonado de algo esto? jaja.
    Gracias Rubén, si es que te ha gustado. Y lo del "bocao" a los árbitros, mejor a un bocata de jamón.
    Gracias por tu particìpación. Te echaba de menos, ciudadano estudiante.

    Fiebre:
    Muchas gracias por tu entrada que, espero, no sea la última.Ya he visto algunas fotos en tu blog de tu forofismo. Eso es lo que necesita este nuevo Málaga que ¡tan bien! lo está haciendo este año. ¿Espíritu de equipo? Es la esencia, no solo en el deporte, sino en el trabajo y en otras muchas cosas.
    Gracias ciudadana, por este comentario.

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